Ramón Villeda Morales, Candidato en 1954
El año de 1954 fue crucial en nuestra historia: inicial modernización del Ejército mediante la firma de un acuerdo de asistencia militar con Estados Unidos, en mayo; derrocamiento del régimen, popularmente electo, de Jacobo Arbenz en Guatemala, en junio, (prestando Honduras su territorio para el entrenamiento de las fuerzas «liberacionistas» encabezadas por Carlos Castillo Armas; huelgas obreras desde el primero de mayo hasta principios de julio, las más formidables, por su número y propagación y apoyo ciudadano, que había visto la historia laboral hondureña y, finalmente, la segunda fundación del Partido Comunista y la celebración de elecciones en octubre además de las catastróficas inundaciones.
Nuevamente se presentaban tres candidatos a la lid electoral. El Partido Liberal presentaba cuadros remozados encabezados por el Médico-Pediatra Ramón Villeda Morales quien hábilmente había llegado alcanzando el liderazgo y la nominación tras el virtual retiro de José Angel Zúniga Huete. Por su parte el Nacionalismo se presentó dividido: de una parte del Cariísmo presentando nuevamente como aspirante al Caudillo de Zambrano (para entonces con 78 años de edad) y un sector minoritario que otorgaba su lealtad al Presidente Juan Manuel Gálvez: el Movimiento Nacional Reformista. Cuando las maniobras en el Congreso para conseguir la reelección del Mandatario no prosperaron (debido a la oposición de Carías y sus diputados), escogió al antiguo Ministro de Gobernación y ex-Vicepresidente, Abraham Williams Calderón. Otros factores para el divisionismo fueron el disgusto con Carías, la oposición de Gálvez para la acción continuista, antagonismo hacia la vieja guardia del Partido Nacional.
Previo a las elecciones se realizaron negociaciones tras bastidores. Así un prominente liberal propuso a Donato Díaz Medina un pacto por el cual ambos partidos acordarían no unirse a otro grupo político, esto es los nacionalistas para los comicios de octubre. Los reformistas discutieron la proposición pero decidieron no contestarla. De acuerdo al politólogo estadounidense John D. Martz, cuando Williams decidió formar el MNR esta acción culminó la ruptura entre Williams y Carías que se había iniciado en 1948 cuando Carías escogió a Gálvez en vez de Williams como su sucesor.
Entre los pre candidatos liberales, además de Villeda, estaban Celeo Dávila y Santiago Meza Cálix, ambos pertenecientes a la llamada «vieja guardia»; pero la Convención, reunida el 26 de abril seleccionó a «Pajarito, pechito rojo» como era afectuosamente llamado por sus correligionarios; no todos ellos estuvieron de acuerdo con esa decisión ya que lo criticaban por haber permanecido en Tegucigalpa, atendiendo reuniones sociales gubernamentales y practicando su profesión mientras la mayoría de prominentes liberales estaban en el exilio, pacientemente esperando por retornar a Honduras. En todo caso, Villeda ganó la nominación con al menos el apoyo de la mayoría. Después de veintiún años fuera del poder, los liberales no iban a tirar por la borda su oportunidad debido a pleitos personales.
Villeda, poseedor de dotes oratóricas y de carisma personal, visitó muchas regiones del país acompañado de su candidato a la Vicepresidencia, Enrique Ortez Pinel (padre de Enrique Ortez Colindres). Si sus niveles de popularidad eran altos, lo eran aún más en la Costa Norte, donde los trabajadores agrícolas recién salidos de la Gran Huelga veían en él y a su partido a los que implementarían sus aspiraciones laborales y sociales: Código de Trabajo, Reforma Agraria, Seguridad Social. Su propaganda era dirigida en las páginas de El Pueblo, por el periodista y cuentista Oscar Flores Midence (padre del actual candidato Carlos Roberto Flores).
En ciertas áreas de Honduras el General Carías continuaba fielmente apoyado por gran parte de sus conmilitones: su caudillismo aún impactaba en las mentes y los corazones de miles de compatriotas. Pero su campaña electoral se limitó a algunas presentaciones. Existían razones para el optimismo cariísta: había ganado las elecciones municipales de 1952 con un 76% de los votos. Si los liberales en 1950 apenas ganaron un gobierno municipal para 1954 ya controlaban 98 de las 237 municipalidades.
A las acusaciones de simpatías con el comunismo internacional (recuérdese que para 1954 se estaba viviendo en el climax de la Guerra Fría), Villeda contestaba: «Ni a la derecha ni a la izquierda: en el centro», dando a entender que su visión filosófica-política era liberal-democrática. Si Carías ofrecía el regreso a los viejos, buenos tiempos de paz centralismo, escasa delincuencia común, Villeda prometía conquistas populares largamente postergadas que apelaban tanto a los emergentes sectores medios y populares. Y allí radicaba la clave de su fama y arrastre. Williams en tanto contaba con simpatías regionales: su nativa zona sur, pero su popularidad era menor que la de los otros dos contendientes así como la del «Presidente en mangas de camisa»: Juan Manuel Gálvez.
En agosto ocurrieron misteriosos asaltos y ataques a negocios al punto que el Arzobispo de Tegucigalpa exhortó a los feligreses para que resolvieran pacíficamente sus desacuerdos y el gobierno ordenó un desarme general y el cuerpo diplomático intentó concertar un pacto de no violencia entre los tres candidatos, el cual fracasó cuando los portavoces de Carías rehusaron argumentando que no había razón para confiar en la palabra de sus rivales, particularmente cuando dos semanas antes de los comicios la Policía anunció que había abortado un intento por eliminar a don Tiburcio.
Puerto Cortés, Nueva Ocotepeque y Amapala fueron los centros urbanos donde Villeda, Carías y Williams pronunciaron su último discurso previo a la elección; el daño causado por las inundaciones (con más de mil muertos y cuatro mil sin vivienda) motivó a los tres partidos a considerar el posponer los comicios fijados pero el gobierno respondió que el proceso democrático no debía ser interrumpido, independientemente de las circunstancias; además, existía la posibilidad de un incremento en la violencia si eran pospuestos. El Ministro de Guerra ordenó al Ejército asegurarse de que ningún votante fuera intimidado en tanto que el de Gobernación advirtió a las autoridades municipalidades que tomaran toda clase de medidas para garantizar los derechos civiles.
El censo electoral arrojaba que 411,354 votantes estaban habilitados para ejercer el sufragio y se calculaba que depositarían su voto unos 275,000 ciudadanos. La Constitución vigente (la redactada por la Constituyente de 1936 que perpetuó en el poder a Carías) establecía: Art. 24. Son ciudadanos: 1º. Todos los hondureños varones mayores de veintiún años. 2º.- Todos los hondureños varones mayores de dieciocho años que sean casados. 3º. Todos los hondureños varones mayores de dieciocho años que sepan leer y escribir. Art. 25. Son derechos del ciudadano: ejercer el sufragio y optar a los cargos público, conforme a la ley. Los individuos de alta en el Ejército o en la Policía no podrán ejercer el sufragio; pero sí serán elegibles en los casos no prohibidos por la ley. En tanto el Art. 27 rezaba: El voto activo es una función pública obligatoria e irrenunciable y el 28: El sufragio se ejercerá de modo directo y secreto.
Entre las atribuciones asignadas al Congreso estaban: Convocar a elecciones de Autoridades Supremas (Art. 101, numeral 7) y Hacer el escrutinio de votos para Presidente y Vicepresidente de la República y declarar electos a los ciudadanos que hubieran obtenido mayoría absoluta (numeral 8). En caso de no haber mayoría absoluta, hacer la elección de Presidente y Vicepresidente entre los dos ciudadanos que hubieren obtenido para cada cargo mayor número de sufragios populares. Y si el Congreso no hiciere la declaratoria o la elección de Presidente o Vicepresidente dentro de veinte días, contados desde su instalación, lo hará la Corte Suprema de Justicia dentro de los siete días anteriores a la fecha señalada para tomar posesión de esos cargos, quedando facultada dicha Corte, en este caso, para recibir la promesa de ley, a los electos (numeral 9.) (7).
Los comicios se llevaron a cabo como estaban programados y, en general, de manera ordenada, si bien transcurrió casi una semana antes de darse a conocer el resultado oficial de los mismos: Villeda: 121,213; Carías: 77,041; Williams: 53,041. Al candidato Liberal le hicieron falta 8,869 votos para lograr la requerida mayoría absoluta, que sólo alcanzó el 48% del total.
Cuando empezó a circular rumores de que se llevaría a cabo una coalición de diputados Cariístas y Reformistas para impedir que el Congreso declare ganador a Villeda, éste públicamente descartó, al igual que Enrique Ortez Pinel, Ricardo Diego Alduvín. Oscar A. Flores y otros dirigentes Liberales, que tal posibilidad se daría y acuñando la frase:
«Hemos ganado la batalla». (9) Pero no fue así: la alianza si se concretó y al momento en que debía iniciarse la primera sesión del Poder Legislativo únicamente se presentaron los asambleístas Liberales. Cierto, llegó a reunirse la Cámara pero para determinar cuántos diputados correspondían a cada partido, de acuerdo al resultado final. De un total de 56 diputados inicialmente se declaró que al liberalismo le habían sido asignados 26 pero al disputarse varios escaños y decidirse la adjudicación «las milicias eternamente jóvenes» más bien perdieron tres diputaciones, esto es 23, los Cariístas 22 y los Reformistas 11. La situación era claramente peligrosa. Si los nacionalistas obtenían el apoyo de solamente unos pocos Reformistas, Carías podía ser nombrado Presidente a pesar de la victoria Villedista en las urnas. Si la decisión era llevada a la Corte Suprema, también allí Carías tenía una buena posibilidad. Los Magistrados habían sido nombrados para períodos de seis años cuando Gálvez asumió el poder y fueron electos por el Congreso Pro-Carías de 1949. De esta forma era probable que el General fuera nombrado si la decisión era llevada a la Corte Suprema de Justicia.
¿Qué razones motivaron al Presidente Gálvez a solicitar un permiso para ausentarse del país? De acuerdo al citado Martz, «físicamente exhausto por sus esfuerzos por hacer frente a las recientes inundaciones, el esfuerzo excesivo de los rencorosos sucesos políticos de las semanas anteriores, cobró su cuota. El 16 de noviembre se anunció que había sufrido un ataque cardíaco. Posteriormente se supo que su enfermedad era una grave dificultad interna empeorada por su estado cansado.
Para el historiador Euraque, esta elección hizo posible que por primera vez, desde la dictadura de Carías, fuera posible una ruptura en el sistema político controlado pro caudillos y que el Partido Liberal podía reunir los votos electorales necesarios para vencer a los nacionalistas, incluso si éstos se uniesen, algo que no ocurrió hasta 1962.
El 6 de diciembre el Vicepresidente Julio Lozano se declaró Jefe de Estado, luego de haber continuado el período presidencial de Gálvez: se iniciaba así el gobierno de facto que concluyó el 21 de octubre de 1956.
Ciertamente el pueblo hondureño había evolucionado políticamente: a diferencia de procesos electorales previos esta vez no se empleó el recurso de las armas: tanto nacionalistas como liberales habían dejado atrás la guerra fratricida.
Igualmente, nuevas fuerzas socio-políticas así como grupos de presión habían emergido: sectores medios, obreros organizados, industriales, militares, con planteamientos específicos que reflejaban la creciente complejidad de la sociedad, a media que las fuerzas productivas crecían, particularmente en la Costa Norte. A partir de 1949 presenciamos el gradual «Ocaso de los cacicazgos», en palabras del colega Rodolfo Pastor Fasquelle y se van formando canales que permiten, al menos parcialmente, dar curso a reclamos y demandas.
Ramón Villeda Morales, Presidente
Por Mario R. Argueta
Los militares se estrenaban en el control del poder tras el derrocamiento de Julio Lozano Díaz el 21 de octubre de 1956. El nuevo gobierno declaró sin ningún valor el resultado de las elecciones de Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente. En la Proclama de la Junta Militar de Gobierno, emitida el 21 de octubre se afirmaba:
» Fieles a estos sentimientos y deberes, las Fuerzas Armadas de Honduras proclaman a toda la Nación, que su único y esencial propósito es el procurar que el país vuelva a la normalidad constitucional, y que todos los hondureños, en forma cívica y patriótica, cooperen al logro de este objetivo. Alcanzada esta finalidad, por nuestro honor de militares, prometemos entregar el Gobierno a un elemento civil de extracción auténticamente popular. En consecuencia, sólo permaneceremos en el Poder por el tiempo que el criterio democrático aconseje y el interés nacional exija.
Rafael Bardales Bueso interpreta la frase «entregar el Gobierno a un elemento civil de extracción popular» como significando que el elemento civil a quien se entregaría el Gobierno, debía ser elegido por el voto directo del pueblo.
Como veremos más adelante esta apreciación es completamente correcta. Se declaró la amnistía política, se puso en libertad a los presos políticos, se consultó a Ramón Villeda Morales y se obtuvo su apoyo así como el del Partido Nacional. Se formó un nuevo gabinete representativo de diferentes agrupaciones políticas. Una nueva Corte Suprema de Justicia también fue conformada, incluyendo también miembros de los principales partidos políticos. El problema de la Junta Militar era la instalación de una Asamblea capaz de redactar una Constitución sobre la que pudiera basarse un gobierno permanente.. La Junta insistió en establecer una base constitucional para cualesquier gobierno que le sucediera y en esa dirección concentró su objetivo.. Procedió calmadamente a diseñar planes electorales y pronto se fijó un calendario que llamaba a la proclamación de una elección para una Asamblea Constituyente el 21 de septiembre, convocándose su primera reunión para el 21 de octubre, aniversario del derrocamiento de Julio Lozano.
Planes adicionales fueron diseñados a mediados de julio, después de la remoción del General Roque J. Rodríguez de la Junta. El mismo mes la Junta anunció que la sesión de octubre de la Asamblea le daba la opción de adoptar una Constitución, elegir un nuevo Presidente o convocar a elecciones generales. Las primeras elecciones, las de septiembre, se llevarían a cabo, por vez primera, bajo las estipulaciones de la representación proporcional. Así, todos los partidos obtendrían diputados en proporción a su fortaleza nacional. Todos los partidos estuvieron de acuerdo, incluyendo a los liberales, quienes pudieron haber ganado 80 por ciento de los escaños, o más, bajo el arreglo tradicional de la pluralidad. Pero los dirigentes liberales, después de una vacilación momentánea, aparentemente consideraron que bajo una representación plural su barrida sería tan completa que podría amenazar a la Asamblea aún antes de reunirse.
Para septiembre todos los partidos estaban realizando campaña a nivel nacional en medio de una atmósfera de libertad y moderación. La Junta estaba cuidadosamente cumpliendo sus promesas de una lección honesta. Los liberales, en particular, realizaron su campaña de manera vigorosamente, dirigidos pro Ramón Villeda Morales quien había regresado luego de un corto período en Washington como Embajador en los Estados Unidos de América. A menudo acusado de ser un peligroso extremista de izquierda, sino un simpatizante comunista, Villeda Morales hizo esfuerzos particulares para desmentir la acusación. Reiteró su oposición en todos los términos hacia el Comunismo así como su amistad por los Estados Unidos de América.
Cuando las elecciones se llevaron a cabo, más de medio millón de electores fue a las urnas. La violencia fue mínima, si bien cuatro murieron y nueve resultaron heridos en incidentes al sureste de Tegucigalpa.
De 522.359 votantes habilitados (un poco menos de un tercio de la población), votaron 339.872, de los que 209.109 lo hicieron por el Partido Liberal (61.5%), 101.274 por el Partido Nacional (29.8%, y 28.437 (8.7%) por el Movimiento Nacional Reformista. La Embajada estadounidense en Honduras » Si bien la representación proporcional resultó en una representación desproporcionadamente grande para los partidos minoritarios en algunos departamentos, la distribución de diputaciones en la Asamblea Constituyente de 36 Liberales, y 18 Nacionalista y 4 Reformistas conforma casi exactamente con la distribución nacional del voto en general, ya que cada partido se benefició de la forma en que la ley favoreció a la minoría en varios departamentos. Las elecciones tendieron a confirmar lo que ya se conocía sobre la fortaleza de los diversos partidos. Por algún tiempo, al menos, los nacionalistas no estarán en situación financiera para participar en otra elección. Los reformistas revelaron que no tenían casi ninguna fuerza salvo en las Islas de la Bahía.
Después de la elección a diputados a la Asamblea Nacional Constituyente (que redactó la Constitución número 11), se produjo el 6 de noviembre de 1957 una reunión de delegados de los partidos políticos, pero fracasa la misma. Al no ponerse de acuerdo los políticos entre sí, las Fuerzas Armadas pactan con el Partido Liberal en que sea la propia Asamblea Constituyente quien elija al Presidente de la República, con lo cual se viola la proclama del 21 de octubre, que establecía que éste sería electo directamente por el pueblo.
El viernes 15 de noviembre, a las siete de la noche, la Asamblea elige Presidente de la República a Ramón Villeda Morales, por una votación de 37 a favor y 20 en contra, y a las ocho y cuarenticinco, se transmite por radio un comunicado de las Fuerzas Armadas, acatando la decisión de aquella.
El sábado 16, el dunviro Roberto Gálvez Barnes se retira de la Junta, declarando no estar de acuerdo «con la nueva posición del Ejército». Los altos jefes del mismo aceptan su renuncia y nombran para sustituirlo a Oswaldo López Arellano, Ministro de Defensa.
Se plantea en el seno de la Asamblea el problema de cómo podían los militares reorganizar el Poder Ejecutivo, funcionando el poder constituyente de la Asamblea. Los Diputados Pedro Pineda Madrid y Abraham Williams Calderón opinaron que si ratificaba la decisión tomada por aquellos, significaba el reconocer que la Asamblea había delegado en las Fuerzas Armadas esa facultad. El jueves 23 de noviembre el Presidente de la Asamblea, Modesto Rodas Alvarado, entrega a Oswaldo López Arellano la ratificación de su nombramiento como nuevo dunviro.
Las hondureñas eran por segunda vez en la historia que había podido hacer uso del derecho al voto ya que fue durante la Jefatura de Estado de Julio Lozano Díaz, por Decreto No. 29 de 24 de Enero de 1955, que se reconocieron sus derechos civiles.
¿Por qué no se realizaron elecciones de primer grado para que la ciudadanía eligiera en forma directa al titular del Ejecutivo? Los diputados liberales argumentaron, en el seno de la Constituyente, que ya por dos veces el pueblo hondureño había mostrado sus preferencias por Ramón Villeda Morales (en las elecciones presidenciales de octubre de 1954 y en las elecciones para la nominación de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente), para evitar los gastos que costaría al Estado una nueva elección presidencial que apenas serviría para agitar las pasiones partidarias. Sobre el poyo militar a la selección presidencial de Ramón Villeda Morales, es bastante ilustrativa la nota siguiente:
Cuando el Partido Liberal aseguró su triunfo en los comicios para la Constituyente apunta un pronunciamiento militar posterior, empezaron las pláticas para lograr que ese Cuerpo efectuara en una elección de segundo grado la designación del ciudadano que, en calidad de Presidente de la República, ocuparía la Primera Magistratura de la Nación, por un período constitucional, evitando así a la ciudadanía los riesgos de una nueva justa electoral a lo que estaban obligadas las Fuerzas Armadas por su proclama. Todo indicaba que tal designación recaería en vuestra persona, por lo que se dedicó especial atención a vuestros pronunciamientos públicos, a los postulados altamente democráticos del Partido Liberal, y a la forma de Gobierno por vos ofrecida, que no era otra que un Gobierno de Unidad Nacional, coincidiendo en esto con vuestra máxima aspiración. Fue por estos motivos que los jefes y oficiales consideraron formalmente tal posibilidad, y oídos personalmente los ofrecimientos del candidato, aceptaron la trascendental decisión de acatar la elección de la Asamblea, firmándose al efecto, el día 14 de noviembre de 1957, un compromiso formal: por un lado, jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, y por el otro, la Directora de la Asamblea Nacional Constituyente, el Comité Central del Partido Liberal y el designado a la Primera Magistratura.
Pero Villeda Morales pese a estar él y su partido en el pináculo de su popularidad y desde una posición privilegiada, contando con el apoyo de la mayoría de la hondureñidad, a cambio de acceder al poder otorgaron, en el Artículo 319, título XIII, virtual autogobierno al estipular:
Las órdenes que imparta el Presidente de la República a las Fuerzas armadas, por intercambio del Jefe de las mismas, deberán ser acatadas. Cuando surja alguna diferencia, deberá ser sometida a la consideración del Congreso, el que decidirá por mayoría de votos. Esta resolución será definitiva y deberá ser acatada.
Así, el carácter «esencialmente profesional, apolítico, obediente y no deliberante» de las mismas, contemplado en el Artículo 315 constitucional quedaba debilitado, en desmedro del poder civil. Ya para 1963 los liberales comprenderían, de manera sangrienta, el incalculable daño que habían ocasionado a la nación y a ellos mismos.
El arreglo entre Ramón Villeda Morales y Oswaldo López Arellano para dar autonomía a las Fuerzas, de acuerdo a un historiador nacional, permitiría a los liberales el acceso a las prebendas gubernamentales de las cuales Tiburcio Carías y Juan Manuel Gálvez los habían excluido por décadas.
Además se le permitiría a Ramón Villeda Morales nombrar su propio gabinete y que su Ministro del Interior reestructuraba los gobiernos municipales del país. En esto estaría limitado por nuevas exigencias constitucionales más democráticas que aquellas de la dictadura de Tiburcio Carías, pero la situación le permitiría designar los líderes municipales en todo el país, incluyendo los de las ciudades importantes como San Pedro Sula. El llamado de Ramón Villeda Morales a la clase trabajadora de la Costa Norte podía también ampliarse para apoyar movilizaciones de este tipo. El Partido Liberal ganó más del 60% de los votos en 1957. Este triunfo dio a los liberales el control de la Asamblea Constituyente y el proceso les permitió explorar las posibilidades del escenario descrito antes. Los liberales y la Asamblea Constituyente pronto desplazaron sus fuerzas y eligieron Presidente a Villeda Morales, incluso antes de que la Asamblea discutiera los artículos de la nueva constitución. El compromiso de Villeda Morales con las Fuerzas Armadas, probablemente por la United Fruit Company y la Embajada de los Estados Unidos de América no era la única amenaza potencial para el futuro del Partido Nacional. Los nacionalistas seguían acremente contrariados por el trato hecho entre los liberales y López Arellano a finales de 1957, cuando el alto mando militar ratificó la elección de Villeda Morales a la presidencia.
Tras estar fuera del poder desde 1933 nuevamente un Presidente liberal ascendía a la Primera Magistratura. Pajarito, como cariñosamente llamaban a Villeda sus correligionarios, tomaba posesión, en el Estadio Nacional, abarrotado de público, el 21 de diciembre de 1957, Ramón Amaya Amador, en «Destacamento Rojo» concluye su novela precisamente con este acto histórico en el que parecían abrirse nuevas perspectivas democráticas para los hondureños. ¿Era válida la afirmación triunfalista de «Hemos ganado la batalla», o por el contrario, empezaba a transitarse el período de la «soberanía militar»?.
Fuente: http://www.historiadehonduras.hn