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PRE REFORMISMO

El asesinato del Presidente Santos Guardiola colocó en primer plano al último de los caudillos conservadores anteriores a la Reforma Liberal, el general José María Medina. El gobierno de Guardiola participó decisivamente en la llamada «Guerra Nacional» de Centroamérica contra los filibusteros y mercenarios norteamericanos, encabezados por William Walker que invadieron Nicaragua en 1856, con la pretensión de anexarla a los Estados de la Unión. En 1860 incursionaron en la Costa Norte de Honduras, donde fueron definitivamente aniquilados.

La Guerra de Secesión de Estados Unidos en los años siguientes alejó todavía más la posibilidad de que se repitieran las amenazas externas. Por otro lado, la renuncia de Lord Palmerston como Ministro del Exterior de Gran Bretaña y, posteriormente, la sustitución de Frederick Chalfield por otro agente consular, Charles Wyke, facilitaron las negociaciones honduro-británicas en torno a los territorios hondureños ocupados por Inglaterra, al abandonar ésta su política agresiva en Centro América. A pesar de que las anteriores convenciones y los acuerdos inspirados en el tratado Clayton-Bulwer de 1850 no fueron cumplidos, Guardiola logró obtener el reconocimiento inglés de la soberanía hondureña de las Islas de la Bahía y La Mosquitia.

Sin embargo, el hecho de haber aceptado respetar el principio de tolerancia religiosa en las zonas recuperadas, causó serias dificultades a su gobierno al producirse una violenta reacción de los sectores intransigentes del clero, situación que aprovecharon sus adversarios políticos, opuestos a su reelección. En enero de 1862, Guardiola es asesinado por elementos de su misma Guardia de Honor, creándose en el país un clima de intranquilidad y agitación.

Don Francisco Montes, en su calidad de designado, asumió la presidencia en medio de serias dudas respecto a la actitud que tomaría en definitiva el caudillo de occidente (Gracias), el general Medina, aspirante natural al liderazgo supremo de la nación. Poco después, Montes entregó el mando a don Victoriano Castellanos en su condición de Vicepresidente, recibiendo el reconocimiento del general Medina. Una grave enfermedad obligó a Castellanos a retirarse y, nuevamente, recayó el poder en manos del senador Montes, que lo ejerció, a pesar de la oposición del dictador guatemalteco, Rafael Carrera, hasta junio de 1863.

La actuación diplomática y militar del gobierno de Guardiola colocó a Honduras en una buena posición internacional frente a las posibles intromisiones Anglo-Americanas, aunque la presencia de Carrera en Guatemala representaba una amenaza permanente para el país. En efecto, en 1863 se desató una campaña militar para afirmar su poder sobre sus vecinos. Derrocó en El Salvador al líder liberal unionista Gerardo Barrios e impuso a don Francisco Dueñas. En Honduras cae el gobierno de Montes y tropas guatemaltecas apoyaron el ascenso al poder del general Medina. En Nicaragua logró imponer como Presidente a don Tomás A. Martínez, logrando así Carrera el control completo de Centroamérica.

Después de su llegada a la presidencia, Medina es elegido constitucionalmente y toma formalmente posesión del ejecutivo en febrero de 1864, extendiendo su dominio, directa o indirectamente, hasta 1876. No obstante su ascendiente político-militar, este período se caracterizó por constantes conflictos y convulsiones que afectaron seriamente la situación socioeconómica del país. Desde finales de 1864, enfrentó las insurrecciones populares que tuvieron lugar en la región olanchana, produciéndose como resultado centenares de muertos y grandes pérdidas materiales que afectaron la economía ganadera del país. Un mozo de una hacienda ganadera, Serapio Romero, apodado El Chinchonero, se destacó como líder rebelde.

Las desavenencias de Medina con el Presidente Dueñas, propias del juego político centroamericano, llevaron al general Medina a realizar la campaña militar contra El Salvador, entre febrero y mayo de 1871.

A su vez, el general hondureño Florencio Xatruch, ex generalísimo del ejército aliado centroamericano contra los filibusteros, incursionó en Honduras auxiliado por el Presidente Dueñas y fue proclamado Presidente en Nacaome.

El desenlace favoreció al general Medina por la victoria que obtuvieron sus fuerzas en Santa Ana al mando de los generales Juan López y Santiago González.

Ese mismo año triunfó en Guatemala la Revolución Liberal encabezada por Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios, que echó por tierra el prolongado régimen conservador, que después de la muerte de Carrera, ejerció su brazo derecho, el general Vicente Serna. La recuperación y consolidación del gobierno liberal de Benito Juárez en México, luego de la derrota de los franceses, fue un puntal para los revolucionarios guatemaltecos.

El cambio que se había producido en Guatemala alteraba al correlación de fuerzas en Centroamérica y el general González se percató de ello. No obstante el apoyo recibido de Medina, éste se volvió contra él, propiciando su derrocamiento. Con el auxilio salvadoreño, y también guatemalteco, el líder liberal Céleo Arias invadió Honduras y logró establecerse como presidente provisional en mayo de 1872, derrotando y tomando prisionero al general Medina. Sin embargo, el gobierno del Arias no logró su consolidación nacional que proporcionara una cierta estabilidad política al país, hecho que preocupaba a los nuevos jefes de gobierno de Guatemala y El Salvador.

Ante tal situación, Justo Rufino Barrios y Santiago González se reunieron en Chingo, actualmente Jerez, en donde firmaron el 2 de noviembre de 1873 un convenio en el que se comprometieron a auxiliar al general Ponciano Leiva con todo su poder e influencia para que fuera proclamado Presidente Provisorio de Honduras y que desapareciera la facción reaccionaria.

Por su parte, Ponciano Leiva se comprometio a «que su gobierno seguirá la política de los de El Salvador y Guatemala, a fin de que las tres repúblicas unidas marchen en perfecto acuerdo, y que Honduras se gobierne conforme a los principios e instituciones que rigen en El Salvador y Guatemala… igualmente a emplear todos sus medios de acción e influencia pública y particular y los recursos nacionales para combatir y extirpar la facción reaccionaria hasta su compacta debelación y aprobar los actos del gobierno del señor Arias, salvo aquellos de manifiesta inconveniencia…».

Lo convenido se puso en práctica y las fuerzas guatemaltecas y salvadoreñas avanzaron sobre Comayagua, la que fue sitiada y casi devastada ante la vigorosa resistencia del ejército de Arias, que finalmente, capituló en enero de 1874. Leiva, apoyado en estas fuerzas, había inaugurado ya su gobierno provisional a finales del año anterior. Después de la rendición de Arias, la Convención Nacional reunida en Comayagua lo designó Presidente de la República y fue elegido por voto universal. Como presidente, Leiva cumplió uno de los puntos del Convenio de Chingo, que sin duda constituía una espada con doble filo: «…no siendo justo ni oportuno que el ex-presidente Medina continúe por más tiempo prisionero, incomunicado, sin que se le forme causa, el señor Leiva se compromete a ponerlo en libertad, exigiéndole previamente una fianza de cincuenta mil pesos y la hipoteca de sus propiedades en garantía de que vendrá a residir a la capital de Guatemala, y de que no se mezclará en los asuntos políticos de las tres Repúblicas…».

Una vez puesto en libertad por el gobierno de Leiva, el general Medina reanudó sus actividades políticas para recuperar el poder, alentado por su amistad y entendimiento con Barrios y aprovechando las discrepancias surgidas entre éste y el Presidente González de El Salvador. En diciembre de 1875, Medina se levanta contra el gobierno de Leiva, que capitula en Cedros a medianos de 1876 luego de una larga resistencia. Por el convenio de Cedros del 8 de junio de 1876, sucedió a Leiva, don Marcelino Mejía. El 13 de junio, Mejía depositó el mando en manos de don Crescencio Gómez quien, mediante decreto del 12 de agosto, se lo transfiere al general Medina. Este episodio ha sido denominado «presidencia por cordillera» debido a la precipitada sucesión de jefes del ejecutivo que se produjo en corto tiempo con gran rapidez y que expresa con nitidez la situación caótica que atravesaba el país.

EL SEGUNDO CONVENIO DE CHINGO

Preocupado Justo Rufino Barrios por el estado de cosas existente en Honduras, busca conferenciar con el Presidente Andrés Valle de El Salvador que acababa de sustituir al general González en el mando supremo. Barrios y Valle se reúnen en Chingo y firman con Marco Aurelio Soto, el 15 de febrero de 1876, un convenio por el que «los gobiernos de Guatemala y El Salvador mandarán a Honduras un ejército de mil hombres, cada uno, con el fin de terminar la guerra civil… debiendo, a mas tardar en el plazo de tres meses, contados desde el día en que pise territorio hondureño, dar una amnistía y convocar a los pueblos de Honduras a que elijan libremente el Gobierno…».

Ambos gobiernos se comprometen a interponer sus buenos oficios e influencias ante las partes contendientes, los generales Medina y Leiva para que depongan las armas y las entreguen al Dr. Soto. Se trataba sin duda de una misión muy delicada dados los vínculos existentes entre los gobernantes y los caudillos hondureños, particularmente la estrecha relación de Barrios y Medina. Conforme se desarrolló la Guerra Civil en Honduras, Barrios se vió obligado a reconocer el 28 de marzo de 1876 al Gobierno Provisorio del general Medina que ya ha logrado avanzar sustancialmente sobre las fuerzas del Presidente Leiva, que pierde el apoyo guatemalteco que lo había llevado al poder en 1873.

Con la rendición de Ponciano Leiva en Cedros el 8 de junio de 1876, el general Medina logró la hegemonía en el país. El presidente Barrios desarrolla una labor de persuasión y finalmente comunica a Medina su decisión de apoyar al Dr. Soto y cumplir con el Convenio firmado. A fines de julio, el general Medina responde aceptando ampliamente los planes de Barrios y el 21 de agosto de 1876 emite, desde Erandique, el decreto que confiere a Marco Aurelio Soto el gobierno provisorio de la nación, en vista de que con anterioridad (manifiesto del 11 de junio, después de la capitulación de Cedros) había decidido «de una manera terminante, que no volvería a ejercer el mando del ejecutivo», no obstante ser considerado como presidente por haber encabezado la rebelión contra Leiva.

En el convenio se señalaba que «La República no puede estar acéfala, porque sería entregada a los horrores de la anarquía; y para que cese este peligro, es necesario que se haga cargo del gobierno un ciudadano, que por sus luces y patriotismo, sea digno de ponerse al frente de los destinos de los hondureños». Seis días después de expedido el decreto, el 27 de agosto de 1876 el Dr. Soto, exviceministro de Relaciones Exteriores de Barrios, inauguraba su gobierno provisional en Amapala, contando con un amplio consenso nacional e internacional que le permitiría desarrollar las tareas básicas de pacificación y reestructuración nacional.

Al año siguiente, el 30 de mayo de 1877, tomó posesión de la presidencia constitucionalmente, dándose cumplimiento a los acuerdos del Convenio de Chingo. En aquella ocasión, Soto había manifestado su «ardiente deseo» de servir a Honduras, comprometiéndose a «cumplir como caballero la parte que le corresponde». La difícil estabilidad política de Honduras, al fin lograda con Marco Aurelio Soto y la instalación del Presidente Zaldívar en El Salvador, consolida el eje liberal dirigido por Justo Rufino Barrios. Ello marca una coyuntura favorable para los tres países, íntimamente ligados geopolíticamente, en particular para Honduras que encuentra condiciones propicias para restablecerse e impulsar su desarrollo en forma sostenida por varios años.

Tomado de Estado Liberal y desarrollo capitalista en Honduras, Guillermo Molina Chocano, 1976.

DESARROLLO CAPITALISTA EN LA COSTA NORTE.

Desde mediados del siglo XIX, se hicieron intentos por colonizar las «tierras calientes» de la Costa Norte; sin embargo, esto no se logró hasta principios del presente siglo a través del establecimiento de las compañías bananeras extranjeras. Como consecuencias de las actividades de estas empresas está el aparecimiento de nuevos centros poblacionales, el crecimiento de los existentes, el establecimiento de nuevos puestos, algunos de los que son importantes hoy día; así como la apertura de nuevas tierra al cultivo de banano y otros productos; el estímulo a la pequeña y mediana burguesía comercial y el aparecimiento de las organizaciones obreras. Estas compañías contribuyeron al desarrollo de esta zona, de tal manera que hoy día es de vital importancia para la vida económica del país.

No obstante el desarrollo de la Costa Norte, el país experimentó una situación de inestabilidad política y social que, en ciertas ocasiones, provocó la intervención de los Estados Unidos de América. El Estado hondureño tratando de ordenar el sistema monetario creó la moneda oficial, que fue denominada Lempira. En el plano educativo y cultural se enviaron misiones escolares a los departamento de Olancho y La Mosquitia y, por Decreto Legislativo, se adoptó el Himno Nacional de la República de Honduras.

A finales de la década de 1920 se registró la mayor producción bananera en el país, convirtiendo a Hondura en el principal productor de bananos del mundo. Sin embargo, la crisis de 1929 tuvo serias consecuencias en la industria bananera, repercutiendo en  vida económica hondureña. Durante este período gobernaron los siguientes mandatarios: Francisco Bertrand, Manuel Bonilla, Alberto Membreño, Francisco Bográn, Rafael López Gutiérrez, Vicente Tosta, Miguel Paz Barahona y Vicente Mejía Colindres.

Fuente: http://www.historiadehonduras.hn

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