MANOS PURAS

Ayer les contaba un poco de la forma de pensar de los jicaques en cuanto a la religión. Hoy, también de la mano de don Rafael Heliodoro Valle en su “Anecdotario de mi abuelo”, conoceremos varios aspectos del General Cabañas:
Hay unos versos del Padre José Trinidad Reyes en honor de José Trinidad Cabañas:

“Manos puras, valor y humanidad, honran en alto grado a Trinidad”. Es decir, manos de niño, sólo para tocar las cosas buenas; manos que no fueron de cera cuando entraron a las arcas nacionales; manos que no se adornaron de sortijas cuyos brillantes eran las lágrimas de la viuda o el huérfano y en cuyos rubíes no se congelaba la sangre de los hondureños caídos en la guerra civil.
Cuando una comisión presidida por don León Alvarado fue en busca de Cabañas a San Miguel, para avisarle que había sido electo Presidente, el prócer tuvo que vender las alhajas de doña Petronila, su señora, para presentarse decorosamente a tomar posesión de la alta magistratura. Su cuñado fue Gerardo Barrios, y nunca medró, a pesar de las admirables oportunidades que entonces se le presentaban. Cuando Barrios volvía de Sur América, el General Cabañas tomó San Miguel, y aunque los comerciantes le ofrecían el dinero que deseara para la guerra, lo rehusó diciendo que si Barrios llegaba, él traería recursos suficientes, y si no, la revuelta habría terminado y entonces “para qué quería la plata”.
Antes de ser Presidente lo llamaban “el descamisado Cabañas”; la Asamblea hondureña le concedió una pensión vitalicia y no la aceptó, imitándolo más tarde los ex Presidentes Arias y Leiva.
Siendo Presidente el General Medina, fue nombrado Intendente de la Aduana de Trujillo, la más rica del país en aquel tiempo. Medina dispensaba sus respetos al insigne anciano y quería proporcionarle cierta bonanza que le permitiese terminar sin penurias los años que le faltaban. A los dos meses de haberse hecho cargo de la Intendencia, el General Cabañas puso su renuncia, manifestando al Presidente que le rogaba la admisión, porque el sueldo no le bastaba para atender las exigencias sociales. Dicen que Medina se negó a aceptarla y que exclamó en presencia de uno de sus confidentes: Ese General Cabañas es incorregible.
Medina quiso decir “incorruptible”, el epíteto que basta de elogio en los mármoles del soldado raso de la Patria.
Y ahora, usted también lo sabe.

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