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LA COLONIA DEL RÍO NEGRO

Aunque apenas se atisbe en el texto que les traigo, las referencias me han servido para averiguar una poco más acerca de esa “historia paralela” que dejó la presencia colonial inglesa en nuestro país, así que no se preocupen, voy a seguir investigando. Mientras tanto, aquí les dejo este texto que sale de las páginas del libro de doña Doris Zemurray Stone, “Estampas de Honduras”:

En el siglo XVIII se aumentó la rivalidad entre Inglaterra y España. Los británicos tenían Boston, pero pensaron que sería mejor aumentar su costa en el Caribe. Los patriotas ingleses con William Pitt a la cabeza se ofrecieron voluntarios para formar una colonia en la desembocadura del Río Negro (se refiere al Tinto o Negro. N. del C.). Sería más fácil mantenerla allí, que en la región fría de Nueva Inglaterra. Siendo la caña de azúcar la cosecha principal, eso conduciría al inevitable e importante ron. Desde Londres y la costa de Dover se hicieron a la mar barcos que portaban teteras de cobre y provisiones necesarias. Todas iban para la nueva colonia de Río Negro, y cada buque llevaba como lastre losas de mármol inglés que eran dejadas en la boca del río cuando a su regreso llenaban de ron y azúcar las bodegas.
Los ingleses seguían un método con las gentes de la selva. Primero llegaban los piratas que saqueaban, los capitanes que organizaban, y luego los colonos que se establecían y hacían fermentar los hondos enconos. Desde 1630, uno de los condes de las compañías comerciales de Warwick había tomado posesión de algunos cayos pequeños frente a la costa de Nicaragua. Los ingleses no predicaron acerca de un extraño Dios ni del amor fraternal ni de una cosa invisible llamada el alma. Ni trataron de esclavizar a los habitantes cuya tierra usaban. Estos nativos, que habían vivido por generaciones en guerras incontables y sanguinarias, entre un grupo y otro, escucharon con sumo interés los discursos de los colonos. Los indios estaban acostumbrados a viajar por la selva tupida. Conocían al dedillo los cursos del agua de la costa, mejor aun que las fronteras políticas y odiaban con pasión a los españoles. Luego, no es de sorprenderse que la gente de la Mosquitia hondureña llegara a tener amistad con los enemigos mortales de España. Cuchillos de acero para cabezas de lanza, puntas de hierro para las mazas guerreras, y hasta uno que otro mosquete o trabuco constituían los regalos nobles y frecuentes del blanco. Aquello estaba muy bien y casualmente era lo necesario para organizarse en bandas e invadir los dominios vecinos. Los hombres de la selva fueron el azote de un gran territorio, pues partiendo de la Mosquitia de Honduras y Nicaragua iban barriendo a su paso lo que encontraban internándose hasta la capital de la provincia, Comayagua; desde los comienzos del gran Río Segovia hasta las ciudades españolas del interior nicaragüense, bajando a las costas de las provincias de Costa Rica y hasta la lejana Panamá. A pesar del hecho que algunos de ellos no pertenecían a la nación mosquita (sic), incursionaban juntos en bandas unidas, con cabecillas ingleses, y llegaron a ser conocidos y temidos en los ricos lugares españoles como salvajes, odiados «moscos» o «mosquitos».
Y ahora, usted también lo sabe.
Sobre la señora Zemurray Stone: Doris Zemurray Stone (November 19, 1909 – October 21, 1994)[1] was an archaeologist and ethnographer, specializing in pre-Columbian Mesoamérica and the so-called «Intermediate Area» of lower Central America. She served as the director of the National Museum of Costa Rica and endowed numerous professorial chairs in U.S. universities.
Born 1909 in New Orleans, Louisiana, Doris Zemurray was the daughter of Samuel Zemurray, a Russian immigrant who founded the Cuyamel Fruit Company the following year.
Foto: Doris y Samuel Zemurray.

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