Home / La Otra Honduras III Parte / DON JESÚS AGUILAR PAZ EN TEGUCIGALPA

DON JESÚS AGUILAR PAZ EN TEGUCIGALPA

Como les había ofrecido, hoy sigo con mi homenaje a la figura de don Jesús Aguilar Paz, autor de nuestro primer mapa, pero también, como veremos, una figura multifacética de esas de antes. Del libro de su hijo, el Dr. Enrique Aguilar Paz, “El Alquimista de Gualala, vida y obra de Jesús Aguilar Paz”, tomamos nuestra historia:


El quinto día viajaron a la capital. Les habían prestado dos hombres con machetes para que los protegieran en los pasos de Soroguara y de La Cuesta, famosos por los asaltos que hacían forajidos en dichos sitios. No obstante, no tuvieron ningún percance. Pronto estarían divisando Tegucigalpa, en aquellos tiempos la ciudad más grande de Honduras y, aunque sólo tenía la capital una población menor de 8000 habitantes, comparada a Gualala, pueblito con sólo unos 20 núcleos familiares, aquello resultaba ser toda una Babilonia. 
Los recibieron en la Normal de Varones. Pronto, Jesús se ambientaría a aquel centro de mineros. Entre 1906 y 1908, Jesús cursó del segundo al cuarto grado. Y a pesar de la guerra de 1907, que derrocó al general Manuel Bonilla, como ésta se realizó entre febrero y marzo de ese año, que era el período de vacaciones de los normalistas, esto no les impidió continuar sus labores estudiantiles. Pero existió otro valladar más grave, el sofocar los levantamientos no presupuestados en sus proyectos, fue la causa de que el estado estuviera sin fondos. El ministro de Hacienda, entre las varias medidas de austeridad, dispuso interrumpir las becas. Se les entregó a los bequistas (sic) unos pesos para que regresaran a sus pueblos de origen, y así lo hicieron. Todos se volvieron a sus casas, menos uno: Jesús. Este decidió continuar con sus estudios a como fuera posible, contra viento y marea. Estaba tomando la segunda gran determinación de su vida. Con los nueve pesos que había recibido por parte del gobierno consiguió, implorando, que una caritativa señora le diera la comida y le aseara la ropa por el resto del año lectivo. A pesar de tener sólo 14 años, estaba actuando con toda la madurez de un hombre. El maestro Pedro Nufio, al observar aquella conducta producto de un espíritu superior, intervino para que se le siguiera permitiendo dormir en el internado de la Normal. 
Y ahora, Usted también lo sabe.

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