Home / La Otra Honduras III Parte / UNA POSADA HONDUREÑA…EN EL SIGLO XIX

UNA POSADA HONDUREÑA…EN EL SIGLO XIX

Uno de los grandes valores de nuestra gente es su amabilidad con los visitantes. En tiempos no tan lejanos eso nos distinguía favorablemente en la región. Don Rafael Heliodoro Valle nos cuenta hoy un episodio que nos habla también de nuestra sencillez y que tomamos de Tierras de Pan Llevar:
El viejo nos amarró las bestias, les cortó “huate” seco, les restregó en el lomo algunas hierbas, por si les daba la luna…En la cocina estaba humeando la leña saludable. Un racimo de plátanos mínimos maduraba entre el hollín del techo. Y mientras el agua seguía cayendo y mojando, nos dieron una cena que valía más que los manjares de los cuentos: carne salada, queso tierno, chorizos revolcados en la ceniza, frijoles fritos; y todo eso comentado por el café humeante, café negro, del que perfuma con su azahar el jardín de la voluptuosidad.
-Cuánto le debemos, señora?
-Nada más que seis reales. Sólo son tres ustedes y para las bestias con dos reales hay de sobra, porque el señor Anastasio les va a echar caña picada.
Di a la señora un billete de a cinco pesos y ella rehusó aceptarlo.
-Vengan a ver el papel de Guatemala- dijo a los de la familia.
-No señora, no es moneda de Guatemala, sino de aquí, de Honduras. Esto vale también plata.
-Eso de que es plata, señor, no se lo creemos. ¿No ve que es papel?
-Bueno, es papel que vale plata.
-Vea, mejor deme plata, porque la plata es plata.
Di una moneda a la mujer, y ella la vio y la hizo vibrar sobre las piedras. El retintín la llenó de contento. Y nos fue a tender unos cueros de res sobre el suelo, cuando ya la chiquillería roncaba…En medio del aposento se veían las teas de ocote, echando brea y humo. Debajo de las camas se acurrucaban el pato y la gallina ponedora. Ñor Anastasio encendió su cigarrillo de “tusa”, y tosiendo, tosiendo, se puso a contar historias. Afuera, seguía el agua, monótona, arrullando. De pronto, el viejo exclamó:
-Esta tos que no me deja. Y como he perdido el estómago, al comer me produce basca, escupo ralo y siento ruidos en las tripas como si fuera aire, y me dan calenturas entre días…
Un grito repercutió en la montaña, algo así como un lamento que brotase de una boca negra en la noche.
-¿Oye, señor Anastasio, no será el Duende que anda a estas horas en busca de una muchacha?
Una de las hijas del viejo, la más hermosa, respondió desde su rincón:
-No señor, es que cuando los campos están solos, gritan…
Y ahora, usted también lo sabe.

Check Also

SANTA ROSA BENDITA

Publicación Vista: 868 Hay libros a los que uno no se cansa de volver, autores ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *