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LA PASCUA EN TEGUCIGALPA

La función de la historia, de estas historias, no es el simple recuerdo del pasado: es la afirmación de nuestra hondureñidad, hacer que se vuelva indeleble ese sentimiento que nos ha unido a través del tiempo y el sueño de un mañana mejor. Y este texto que tomo de “Alabanza de Honduras”, de don Oscar Acosta y escrito por don Enrique Peña Barrenechea, es mi aporte de hoy:
En las noches de enero se ven por las apartadas y románticas calles de Tegucigalpa cortejos silenciosos de mujeres con manto y flores y hombres portando cirios o pequeñas imágenes.Van de dos en dos. Suben las cuestas empedradas en las que a la luz de la luna saltan como hechizadas las ranas. Son los “peregrinos”. Dejarán las imágenes y sus pequeñas alforjas en piadosas casas. Volverán por la noche siguiente. Los sacos habrán sido llenados con diminutas golosinas: panecillos de rosa no más grandes que la yema de un dedo, semitas de idéntico tamaño y avellanas y confituras, símbolo de la caridad cristiana.
Como la hoja de rosa hace pensar en el bosque, estos silenciosos romeros nos traen a la memoria los “Recuerdos y Bellezas de España” de Pablo Piterrer cuando nos describía el peregrinaje tumultuoso y solemnísimo de los devotos de la Virgen de Montserrat, en su pasaje de montañas de Cataluña. Si a ellos esperaban en el convento -¿Verdad, Maestro Azorín?-“El padre despensero y el refitolero y el dorado y los hermanos marmitones y sollastres disponiendo prestarme los varios guisos y condumios” para agasajarlos, que revuelvo humilde en el hogar a donde llegan aquellos en el que se les obsequiará con ponches de piña, rosquillas de Olancho, atolitos y vinos de marañón.
De vetustos balcones y ventanas de reja con ancho artesonado o alero han atisbado su paso mujeres cariñosas. Llegará, lejano, el sonido de una marimba con un lento ritmo de vals de son guatemalteco; arderán un millón de luceros en el cielo del trópico y entre las flores de jacarandas y macuelizos que decoran la calle zigzagueante brillarán también para nuestro asombro las ágiles luciérnagas.
Pero una noche el paseante a la vuelta de cualquiera esquina será sorprendido con otro cortejo más numeroso. Irán todos los alegres y asimismo en parejas, pero en vez de seguir como aquellas a los que portan imágenes sagradas encaminarán a bailar a la plaza cercana. A San Francisco o a La Merced bajo la fronda amparadora de las acacias florecidas. Es una “parranda”, costumbre que deleitó a los abuelos y de la que me dijeron al llegar a Tegucigalpa que estaba ya desapareciendo.
Instalado el instrumento en el parque señalado se bailará al aire libre dentro de un amplio círculo de curiosos durante quince o veinte minutos después de los cuales se dará señal para cumplir el itinerario y divertirse en otras plazas.
Y ahora, Usted también lo sabe.
Refitolero: Que carece de naturalidad y sencillez en la manera de hablar o de comportarse.
Marmitón s. m. Persona que ayuda al cocinero en la cocina, especialmente en un barco.
Sollastre: Pinche de cocina
Condumio: Manjar que se come con pan, como cualquier cosa guisada

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