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PANORAMA DESDE EL PUENTE

Hace muchos años, más de los que quiero admitir, mis compañeros de estudio me contaban sobre un famoso locutor de su país, Uruguay, a quien llamaban “el hombre que televisa con la palabra”. Su recuerdo me vino a la memoria con este relato que nos dejó don William Wells, en sus “Exploraciones y aventuras en Honduras”:
El panorama que se contempla desde el puente que cruza el Río Grande, es interesante para un extranjero. Desde allí se puede ver un poco de la vista de Tegucigalpa. La mayor parte de las frutas y provisiones de las montañas circundantes y de los llanos bajos más allá de Comayagüela, es traída a la ciudad por este puente. El puente tiene diez arcos y sobre él hay una calzada de cuatro varas de ancho y cien de largo. . Esta construido de arenisca, que se trabaja fácilmente y se endurece cuando se expone al aire. La balaustrada, que tiene cuatro pies de alto, es de piedra tallada. Toda la estructura es sólida y decididamente hispana. Se levanta a cuarenta pies sobre el lecho del río y es de suficiente resistencia para admitir el paso de un tren de carretas.
Generalmente sopla una brisa fresca que llega desde las montañas que dominan el valle. Abajo, las aguas están animadas con los bañistas, tanto en la mañana como en la tarde, gritando y sumergiéndose en las ondas; algunos llegan con mulas para bañarlas y darles agua o meten sus caballos a las partes más hondas y nadan montados en los lomos de los animales. Aquí una multitud de chiquillos se tira en la rápida corriente como si fueran de las Islas Sándwich; allá un viejo decrépito, que más parece mandril que un ser humano, acuclillado en una piedra, pausadamente se echa agua con un huacal. En media milla hacia abajo del puente la mirada se encuentra con grupos de bañistas de ambos sexos, lanzándose en las espumas, combinando sus gritos alegres con el ruido murmurante de las aguas.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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