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POR QUÉ SE LLAMA ASÍ EL PUENTE MALLOL

Parece que es una costumbre entre nosotros no reconocer las buenas obras ajenas. Lo primero que hacemos es buscar una falla o un defecto y pronto olvidamos que hubo -a veces- buenas personas y mejores actos detrás de los avances que disfrutamos. Aunque estoy más que de acuerdo con la decisión del actual presidente de Costa Rica de eliminar el culto a la personalidad (que es una forma de campaña disfrazada) al inaugurar cualquier cosa o al hablar, el caso que hoy nos ocupa bien merece una excepción. Del libro de don Oscar Acosta, “Elogio de Tegucigalpa”, leemos:


El puente era una vieja aspiración de la ciudad. Pedro Mártir de Zelaya, regidor perpetuo de Tegucigalpa, es el primero que a fines del siglo XVIII se preocupa por la tarea; pasan los años y se inician preparativos, pero se tropieza con un problema permanente que era la falta de fondos. Se calcula que eran necesarios para su construcción 36,000 pesos, cantidad que desde luego no existía en las arcas del Ayuntamiento. El Alcalde Mayor interino, Simón Gutiérrez, consigugue en 1816 promesas de donativos de varios vecinos por valor de 2000 pesos. Un constructor hondureño, José María Rojas, hace el diseño; el teniente coronel de Ingenieros Juan Bautista Jáuregui revisó dicho proyecto que fue aprobado por la Real Junta Superior de Hacienda. Cuando Mallol comienza a desempeñar la Alcaldía Mayor tenía ya unos proyectos perfectamente utilizables, carecía, sí, de dinero, pero no de dinamismo. El 6 de diciembre de 1817 se hizo cargo de la Alcaldía, el trece de dicho mes reunió a una Junta de Notables para tratar de dicho asunto y pocos días después se inicia la construcción del puente con tal éxito que el 6 de agosto de 1818 puede escribir al Capitán General: “A los tres meses y días de iniciada la obra hay ya ocho bastiones y sobre ellos un paso de madera de más de ochenta varas con buen pasamanos que aseguran el paso del río”. La forma como allegó fondos es muestra de su natural ingenio y entusiasmo, dos mil pesos los consiguió de la Caja Real, de donativos logró obtener 2,000; los habitantes de Comayagüela trabajaron gratis durante 7 semanas, los carpinteros recibiendo únicamente la comida y 20 pesos de gratificación, la piedra vino de La Pedrera, gratuitamente al igual que madera, los mineros y gurruguses (mineros ilegales que trabajaban a pequeña escala, N. del C.) de Santa Lucía abrieron dos hoyos “el uno de balde y el otro por un concierto más corto”.
La obra completa costó menos de 6,000 pesos. En el último invierno de la Tegucigalpa española se construían 100,000 ladrillos con destino a los arcos del puente. La muerte de Mallol le impidió ver concluida su obra, que no estuvo terminada hasta el año siguiente.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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