Cuando empezó a poblarse el Real de Minas, la primera autoridad designada por el Rey de España en 1579, ordenó que se trazara una plaza central a cuyo alrededor se construirían la iglesia parroquial, los edificios de la alcaldía, las residencias del Alcalde Mayor y de los funcionarios peninsulares.
Las primeras familias pudientes del poblado se hicieron entonces de los predios más cercanos a la plaza, mientras otros se posesionaron de terrenos en la periferia que por aquel entonces eran La Ronda, La Moncada, Los Dolores y La Joya.
Familias como los Midence, los Fiallos, los Zelaya, los Santelises, los Lardizábal, los de la Rosa, los Borjas, los Vijil, los Quezada y varias cofradías de la iglesia católica denunciaron ante el alcalde las parcelas para obtener los títulos de propiedad en las proximidades de la plaza y comenzaron a levantarse casas y edificios de adobe techados con tejas.
Don Miguel de Midence, coronel de las Armas españolas, ascendiente de don Tomás Midence el ciudadano que se desempeñaba como alcalde de Tegucigalpa en 1821 cuando se declaró la independencia, obtuvo el terreno frente a la plaza mayor al costado sur y contiguo al «Portal de la Plaza» que se le adjudicó a la Cofradía del Señor de la Fe, sitio donde hoy está el Palacio del Distrito Central.
Los herederos de don Miguel de Midence, construyeron en 1778 en el solar adjudicado, una enorme casa de esquina de dos plantas dejando un paso cubierto o corredor para el paso de peatones sosteniendo la parte superior con rollizas columnas de madera siguiendo la línea de la calle de «Los Naranjos» y compartiendo pared medianera con el edificio levantado para el Cabildo en el sitio conocido como «El Portal de la Plaza».
Los parroquianos comenzaron a conocer ese lugar céntrico de Tegucigalpa con el sugestivo nombre de «Los Corredores» y rápidamente se convirtió en un centro de comercio para los tegucigalpenses de aquella época.
Antes de habilitar sitios para mercados, como Los Dolores, en «Los Corredores» los sábados y domingos se instalaban los vendedores de granos, de carnes destazadas de cerdo y res, frutas, aves, huevos y otros productos y en la planta baja se instalaron cantinas, pulperías y otros negocios.
A finales del siglo XIX, la segunda planta fue destinada por la familia Midence para operar un hotel que se conoció como el Hotel Honduras y cuyas habitaciones principales quedaban con vista al Parque Morazán, siendo en aquella época con el Gran Hotel, el Progreso y el New York los más importantes hospedajes de la ciudad.
«Los Corredores» por su ubicación en el corazón de la capital se tornó en un sitio predominante por su proximidad a la plaza como también lo fueron el edificio que ocupaba el Tribunal Superior de Cuentas y a finales de los años veinte la construcción de pura piedra levantada por la familia Soto y que se conoció como «La Samaritana».
Desde el gran balcón del Hotel Honduras se observaban los desfiles cívicos y las procesiones de los días festivos del catolicismo como la del Patrón San Miguel y las de Semana Santa que partían a la Catedral Metropolitana (FOTO 6).
Desde 1912 hasta 1934, le dio vistosidad a «Los Corredores» el hermoso quiosco que existió en la plaza Morazán en la esquina nororiental formando un complejo panorámico como se aprecia en la.
En «Los Corredores» funcionaban en la planta baja allá por los años cuarenta, negocios que para muchos de nosotros que lo vivimos constituyen recuerdos imborrables. En la esquina estaba «El Café de París», una de las cafeterías y refresquerías más concurridas de la ciudad donde se degustaban sabrosos pastelitos, refrescos naturales y embotellados y el delicioso y aromático café de máquina.
Para los que preferían los tragos fuertes y las cervezas, en la parte central de «Los Corredores» pasaban sus momentos de diversión en la cantina «La India», contiguo se abrió la Farmacia «Reforma» del Dr. Juan Manuel Durón, había un negocio donde se vendían bicicletas y se hacían llaves y en el extremo oriental del corredor estaban los billares de Tabarán.
Para ingresar a la segunda planta donde estaba el Hotel Honduras se utilizaba un portón contiguo a la cantina «La Mascota» con acceso a unas gradas de madera que en los últimos años para cubrir la carcoma se revistieron con linóleo. Hoy, en el lugar donde «Los Corredores» representó desde la época colonial un símbolo de la arquitectura tegucigalpense hasta finales de los años sesenta cuando un voraz incendio lo consumió, se levanta el que conocemos como el edificio Midence Soto una torre de nueve pisos ocupada por una diversidad de negocios, oficinas públicas y privadas.
Fuente: http://www.historiadehonduras.hn