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EL POSIBLE ORIGEN DE LOS “BAILES TÍPICOS”

Debo confesar que siempre he visto con suspicacia nuestros bailes típicos. Me ha parecido muy raro que pudieran haberse dado tal variedad de atuendos -caros y coloridos en su mayoría- en medio de un pueblo que se encontraba en pleno sometimiento colonial. Sin embargo, este día comparto con ustedes una nueva visión de esta realidad, que se desprende del artículo que les traigo de la pluma de doña Doris Zemurray Stone, “Estampas de Honduras”:


Los mayas habían conocido la tierra fértil del valle. Los españoles vieron amplia prueba de esta riqueza en sus propios productos. Los viñedos de Comayagua, las calabazas, los frijoles y el maíz se daban fácilmente en aquel suelo regado por un río. No era extraño que en 1561, el recién nombrado obispo de Honduras Fr. Jerónimo de Corella, pasara la sede episcopal de Trujillo a Nuestra Señora de Valladolid. Había en este lugar menos peligro de piratas y el clima y la vida eran más agradables. A pesar de no haber albergado nunca a la Audiencia, no había modo de detener el impulso de la ciudad hacia un progreso constante. Veinte años después, en 1573, el gobernador y alcalde principal de la provincia de Honduras, don Diego de Herrera, aburrido por el calor de San Pedro de Sula a donde había sido trasladado desde la residencia oficial, sólo porque sí, sin aguardar la aprobación de la Corona, pasó la capital a Comayagua, donde la animación dentro de las casas de bahareque y adobe reflejaba la atareada actividad del gobierno. 
La opulencia y la cultura corrían parejas. La Edad de Oro de España se dejaba sentir mucho en la América Española. Los indios del rico valle se habían entregado a sus viejos festivales y danzas. Había costumbres tradicionales asociadas con sitios y períodos sagrados. No importase si un templo cristiano se levantase sobre las ruinas de uno pagano. Los antiguos sacerdotes habían tenido sus razones para ubicar, fundadas acaso en un hecho astronómico o quizás en relación con la fertilidad de un campo. Los indios continuaron llegando de los territorios vecinos. Llegaban en días festivos llevando su música y sus danzas, como la del Venado, la del Jaguar, y combinándolas con las nuevas «porongas» o con los «Moros y cristianos». Los cohetes constituían un elemento importante por su significación. Había que mantener alejado al Diablo y a los malos espíritus. El gusto por estos festivales públicos semirreligiosos llegó a desarrollarse ampliamente en la nueva capital. Cada barrio tenía su manera particular de llevar a cabo la celebración, que dependía de los fondos disponibles de cada uno de ellos. Todas las aldeas del Valle de Comayagua tenían su baile especial y elaborado que aventajaban únicamente los de la ciudad. 
Y ahora, Usted también lo sabe.

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