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EL VELORIO DEL GENERAL CARÍAS

Este día les traigo un inusual escrito que encontré en el sitio de internet http://www.angelfire.com/ca5/mas/curio/curio28.html, escrito por Emilio Guerrero (Mecate), y que contiene una relación muy personal del momento preciso en que se despidió para siempre el Dr. Tiburcio Carías Andino, justo en la sala velatoria:

Usted me demuestra su coherencia histórica al presentar estos rasgos que vox populi formaron la verdadera compilación de datos y efectos. Insisto que la «historia» de Tiburcio Carías Andino ha sido traicionada malintencionadamente y que el estereotipismo sectarista hondureño se dedicó a fabricar.
Mi familia liberal por los Medinas, anticariístas desmedidos, siempre tuvieron un sentido responsable con el momento político de la época, y reconocieron el proceso Carías como una evolución en la involución criminal de los caudillos. Carías fue el principio y el fin de una época que desaprovecharon las generaciones futuras para arrancar el estado.
Aquella mañana de su muerte, yo con mis quince años y siendo conserje de Salud Pública, bajo las órdenes de Aristides Planas (Chorchita), formé parte de de un pequeño grupo que dobló la esquina para presentar las condolencias en aquella calle atiborrada por los más pobres hondureños. Allí estacionado estaba el Cadillac negro del general Oswaldo López Arellano, a las ocho de la mañana, con el ministro de Salud Pública. Dr. Antonio Peraza, Dr. Manuel Bueso, Dr. Manuel Gúnera, Aristides Planas, Lic. Enrique Erazo etc. entramos en la casa de dos plantas del general de la patria. Allí en la planta baja se encontraban: el Canciller de la República, Dr. Tiburcio Carias Castillo, el general Lopez Arellano. Juan Manuel Gálvez, Oscar Flores Midence, Gonzalo Carías, Policarpo Callejas, Gustavo Acosta Mejía, Manuel Acosta Bonilla, César A. Batres, Enrique Ortez Colindres etc. todos ellos parte de aquel gobierno moderno que se abría paso en medio de la incertidumbre de una reciente y estúpida tragedia de hermanos centroamericanos.
El Dr. Antonio Peraza, se abrazó en un expresivo sentimiento de dolor con aquel hombre dulce que fue nuestro Canciller. “Tiburcio, mi mas profundo sentimiento de solidaridad”, esas palabras fueron las mas bellas que escuché de labios de enemigos y amigos, de liberales, comunistas, borrachos, putas, maricones, campesinos, que libremente entraron a besar la mano del General tendido en aquel cedro de la funeraria «LA DALIA». Allí, en medio de aquella única posesión habitacional, el General logró reunir a Honduras y sentir las lágrimas dolorosas de cada uno de aquellos que lo amaron y lo detestaron.
Con sus cabellos completamente parados, al estilo “chirizo», como la figura de Manolito el amigo derechista de Mafalda, en una esquina, mudo, llorando como un niño. Aquel terrible limpiador, don Tomas “Caquita» triste, como abandonado, como el niño que pierde su padre. Y de pronto Don Ricardo Zúniga, en compañía de la eternas bochincheras al lado derecho doña Irma Acosta de Fortín.
Y el pueblo lo cargó en hombros a aquel hombre que jamás salió de Honduras; que jamás comió caviar; que jamás fue socio de empresas, como el propagandístico Marco Aurelio Soto; que jamás se apropió de tierras como acusan los liberales; que jamas sintió miedo; que jamás escapó al exilio porque jamás conoció la cobardía, como la conocí yo, que jamás traicionó Honduras; que jamás se construyó un chalet en el extranjero; que jamás abrió cuentas bancarias; que jamás buscó cartas de libertad; que jamás se atrevieron a empañar su nombre. Allí en los brazos campesinos de cienes de Hondureños y hondureñas,en el silencio póstumo del dolor de aquel gran hombre a la altura de Morazán y Cabañas, se entregó a la tierra que lo vio nacer. Y después apareció la corrupción mas espantosa, que la historia bipartidista nos modernizo de república y hasta caer en la degradación más vergonzosa.
Y ahora, Usted también lo sabe.

 

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