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CELILACA, YAMALÁ Y JALAPA

La maldad, tanto como la estupidez humana, parece no tener límites. A pesar de las religiones y las buenas intenciones, la humanidad no siempre ha tomado el camino correcto cuando se trata del prójimo. De esto nos habla hoy don Jesús Aguilar Paz, en su libro “Tradiciones y Leyendas de Honduras”:

En pocos pueblos se puede encontrar un ejemplo verdaderamente patético como en estas extinguidas poblaciones de Celilaca, Yamalá y Jalapa, del actual departamento de Santa Bárbara, del grado de destrucción al que puede llegar la acción perjuiciosa del odio, cuando es éste hijo de la ignorancia, la brujería o atavismos inexplicables que hacen de la venganza un culto que los acosa a cada instante.
Celilaca y Jalapa existieron entre los actuales pueblos de San Nicolás y Nuevo Celilac, a poca distancia el uno del otro, y de los cuales se encuentran vivos vestigios que hacen meditar al viajero, pues de Celilac Viejo se conserva la fachada de la iglesia, interesante por sus rasgos artísticos, situada en el camino de Santa Bárbara a Naranjito.
Yamalá, hoy un insignificante caserío, ocupó la margen izquierda del río Jicatuyo, Higuito, Alach o Talgua, etc.
A pocas leguas de Jalapa y Celilac, o sea Viejo Celilac, mediando el Cerro Coropa -gran roca mineralógica desprovista de vegetación- y cuyo sitio era lugar de reunión de los brujos de aquellas gentilidades. Dicho pueblo de Yamalá fue objeto de destrucción, desde tiempos de la conquista, por don Pedro de Alvarado.
Por el curso del Jicatuyo tenían otros lugares de distracción, desde el Tenguaje, donde aún se miran dibujados en alta y roca pura un sol y una luna, según se me ha informado.
Pencaligüe, hasta la poza de Piedra Ancha del río Celilac, de donde se cree sacaban tamales, chilate y otras cosas.
Pero disgustos, que entre nuestra raza siempre existen de casa a casa, vinieron a hacer difícil la vida de dichas comunidades, que por un “quita de allá esas pajas” o una mala mirada, ya le ponían un “mal”, una ampolla maligna en una pierna que se convertía en úlcera de mala índole, ya una lagartija o cuirín en la barriga o ya polvos de sapo o de muerto que terminaban por llevar a la tumba al desgraciado que los padecía, etc.
Así se cuenta que fue el calvario de estos pueblos, los cuales se fueron lentamente extinguiendo al extremo en que se abandonaron los caseríos por completo.
Los supervivientes de Viejo Celilac se pasaron al Nuevo Celilac y los de Jalapa fundaron otra aldea con el nombre de El Descombro o Nueva Jalapa, que pertenece actualmente al municipio de San Nicolás. En este último pueblo, San Nicolás, había un gran ceibón, que mandó cortar el Padre Subirana por asegurar se refugiaban en él tres legiones de diablos.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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