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EL MILAGROSO MACHETE DEL GENERAL SIERRA

De ese tesoro hecho libro que se llama “Baturrillo Histórico”, de don Luis Amílcar Raudales, sale nuestra historia de hoy:
Vamos a referirnos en esta anécdota al general don Terencio Sierra. 

Sabido es que al presidente Sierra le tocó la construcción de la carretera del sur. Que, como ustedes saben, él era un buen ingeniero graduado en los EEUU. Cuando se trataba del trazo de la parte que queda entre La Venta y el Paso Real de Moramulca, quiso el general Sierra constatar personalmente si esta parte iba de conformidad. Muy temprano del siguiente día fue despertado un mozo para que ayudara al general Sierra en las remedidas que iba a practicar. Este operario, por ser bastante temprano y más que todo por no haberse desayunado, mostró mucho disgusto y en esta forma acompañó al general. El papel del operario consistía en tener el estadal mientras el general trabajaba con su teodolito. Por el disgusto del mozo, no desempeñaba a satisfacción su cometido, lo que poco a poco iba disgustando al general, al grado que le llamó la atención con las siguientes palabras: “Usted, mi amigo, como que no puede tener ese aparato”. Y entonces el operario,creyendo que se las estaba viendo con otro jefe de aquellos a quienes estaban hechos a no obedecer, le contestó: “Pues venga a tenerlo usted, gran tal por cual”.
El general hizo a un lado su teodolito y se fue acercando poco a poco, sacando su indispensable “cola de gallo”. Júzguese la impresión del mozo cuando se dio cuenta de con quién se las estaba viendo, pues parece que los cintarazos que recibió fueron bien calados, porque estuvo casi un mes en cama.
Con el tiempo, cuando este individuo oía el nombre del general Sierra, rogaba a Dios por que siempre le conservara la vida bueno y sano. Y se dice que después que el general murió en Diriamba, de Nicaragua, rezaba por el alma del general y, cuando las circunstancias se lo permitían, le prendía una candela.
Los que se habían dado cuenta de la tunda que había recibido del general Sierra le recriminaron aquel proceder, a lo que el operario les dio explicaciones: Pues él había padecido durante cerca de cuarenta años de ataques epilépticos que por tiempos le impedían trabajar y, desde que el machete del general Sierra rozó sus espaldas, un ataque más no le volvió a dar. Por este motivo bendecía una y mil veces la memoria del general Sierra.
¿Qué les parece esta cura para la epilepsia? Mientras decidimos si es mejor el remedio o la enfermedad, ahora, Usted también lo sabe.

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