Hoy hablaremos de los primeros años del matrimonio Morazán-Lastiri que, como no cuenta doña Anarella Vélez en “Honduras: Mujeres en su historia. Redimiendo la vida de Josefa Lastiri Lozano”, poco tuvieron de pacíficos:
Francisco y Josefa celebraron su ceremonia matrimonial en la ciudad de Comayagua el 30 de diciembre de 1825, cuando ambos tenían treinta tres años. Las bodas, “asunto de mujeres”, se organizó de tal manera que importantes funcionarios de la Federación Centroamericana la acuerparon: fueron testigos de su matrimonio el Coronel Don Remigio Díaz, esposo de Doña Petrona Lastiri, y Don Coronado Chávez, años después Presidente de Honduras y el padrino, el Jefe de Estado en funciones, Don Dionisio de Herrera.
Las circunstancias históricas por las que atravesaba la región centroamericana imposibilitaron que Josefa Lastiri tuviese una vida sosegada y tranquila. Las discrepancias ideológicas, reflejo de los diferentes intereses económicos se resolvieron con la guerra. El Gobierno de Don Dionisio de Herrera, en el que Morazán se desempeñaba como Secretario General y Presidente del Consejo Representativo, se enfrentó con las autoridades federales, quienes enviaron sus tropas a Honduras y en abril de 1827 sitiaron la ciudad de Comayagua, la que fue valientemente defendida por sus pobladoras/es.
En Comayagua se quedó Doña Josefa y sus hijos Travieso; la ciudad fue tomada por las fuerzas federales y fue víctima de un terrible saqueo. Entretanto Morazán se incorporó a la columna, al mando de Cleto Ordóñez, que el gobierno salvadoreño envió tardíamente en auxilio de Herrera. Cuando pasaron por la hacienda El Hato Grande gentes de Ordóñez asesinaron a su propietario, Miguel Madueño, sólo para apropiarse de sus bienes. Ante este hecho Morazán, indignado, se separó de la columna y solicitó garantías a José Justo Milla, quien mandó pasaportes para Morazán, Díaz, Marquez y Gutiérrez. Morazán creyó en la palabra del invasor, no así sus compañeros, quienes partieron para Nicaragua. Morazán se trasladó a Ojojona y ahí fue apresado y trasladado a Tegucigalpa, con irrespeto absoluto de la garantía concedida.
Josefa y Francisco se reunieron tras largos y angustiosos tiempos. No pudieron disfrutar por un largo período de su nueva posición en la sociedad hondureña. Nuevas fuerzas federales volvieron a marchar sobre el Estado, y Francisco hubo de blandir de nuevo el sable. En este mismo año, mientras el Presidente de la Federación combatía a los conservadores, nació la única hija del matrimonio, bautizada con el nombre de Adela. Durante su último embarazo, vivió la separación de la Jefatura del Estado para dirigir del ejército estatal, a cuyo mando derrotó a los federales el 6 de julio en la Batalla de Gualcho. Luego marchó hacia El Salvador, con el objetivo de auxiliar al Gobierno Estatal, también enfrentado con las autoridades de la República.
Para esas fechas, Josefa había alcanzado la edad de 37 años y se convertía en Primera Dama de Centroamérica por primera vez, estatus que no ostentó por mucho tiempo pues en junio de 1829 Morazán entregó el poder a un gobierno provisional presidido por Don José Francisco Barrundia. Regresó a Honduras para tomar posesión de la Jefatura Suprema el 4 de diciembre de 1829.
Y ahora, Usted también lo sabe.