Nuestra Honduras es tierra de poetas y poesía. Su belleza ha sido cantada a través del tiempo y, al menos a los ojos de sus poetas, sus hijos seguimos dedicados a rendirle las gracias por darnos su abrigo. Don Oscar Castañeda Batres, en su “Panorama de la Poesía en Honduras”, nos contaba así unos pocos detalles de uno de esos hijos soñadores:
Medardo Mejía (1907), con su poesía hecha de nostalgias de la tierra ausente y de sentimiento por las cosas sencillas de la vida. Poeta de hondas tragedias minimizadas, Mejía ha sido, fundamentalmente, escritor político y periodista. Colaboró con Turcios en aquella empresa antológica de Ariel y en esa revista inició una de las primeras revisiones críticas de la literatura hondureña.
Treno (canto fúnebre, N. de C.) por el hermano muerto, Juana la loca, Cantata nupcial, Elegía a la bella Elvira Infante, Héroe, constituyen por sí, con la Añoranza florida y Canción antigua en prosa nueva —todos poemas más o menos extensos—, un libro que enriquece a la poesía hondureña con un nuevo idioma y un nuevo aire.
En Héroe, poema laudatorio de la gloria morazánica, a la que no quiere cantar en el metro olvidado, mohoso, cojo, monorrítmico del Cantar de Ruy Díaz, sino en el hexámetro ínclito que limpió de herrumbres Darío, logra esta vigorosa musicalidad.
Quisiera para ti una gran fiesta pagana rica en sombras.
Quisiera para ti las honras funerales del viejo Anquises.
Que atronaran las trompas de guerra con sones antiguos.
Que los cañones rugieran como los leones en los fosos lúgubres.
Que las caballerías trotaran con banderas sombrías sueltas en los aires.
Que los ejércitos, sañudos y fieros, desfilaran pesados y graves.
Que se sintiera en el vaho ardoroso, en el sudor humano, en el relincho de los bridones,
y en el destello de las armas la presencia del acorazado Marte.
Y que retemblara desde sus cimientos arcanos la Tierra.
Y que los Himnos de los Muertos se levantaran guturales y bárbaros.
Y que los perros homéricos se desgarraran en aullidos resecos y desolados.
Y que los pájaros heroicos revolaran lanzando gritos ásperos.
Y que las mujeres se arrancaran gajos de negros cabellos en la locura del rito.
Y que soplaran vientos de dolor y muerte abatiendo la carne cobarde.
Y que las estrellas enrojecidas se mostraran conturbadas como ojos humanos que llorasen.
Y ahora, Usted también lo sabe.
Lo esperamos en Paseo Los Próceres, primer local, calle de por medio a supermercado Paiz.
Porque el café es cultura.
La Estancia Café.