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El 9 de octubre de 1828, en horas de la mañana, y en la hacienda de San Antonio, en territorio salvadoreño, el General Francisco Morazán hizo capitular a un numeroso cuerpo de ejército enviado contra El Salvador por el Presidente de la Federación, General Manuel José Arce
Después de la victoria de Gualcho, los ejércitos federales que sitiaban a San Salvador enviaron un numeroso contingente, al mando del Brigadier Manuel Arzú para que detuviera el seguro ataque de Morazán contra los sitiadores de la capital salvadoreña, después de haber vencido a Vicente Domínguez.
Como Morazán necesitaba reabastecerse y adquirir más tropas regresó a Honduras en tanto que el Brigadier Arzú se posesionaba de San Miguel. Mientras continuaba el sitio de San Salvador donde el General Juan Prim mantenía a raya los ejércitos federales que conducía el Coronel Manuel Montúfar.
En septiembre de 1828 Morazán envió hacia la frontera salvadoreña al Coronel José Antonio Márquez con 400 hombres de Comayagua y al mismo tiempo salió él de Tegucigalpa con 1.200 soldados. Ambos contingentes se reunieron en Goascorán, penetraron en territorio de El Salvador y se dirigieron sobre San Miguel para darle batalla al brigadier Arzú.
Este evitó el combate, evacuó a San Miguel e intentó retirarse hacia Guatemala a través de los departamentos de Usulután y Gracias. Mórazán con su ejército lo siguió y le cerró el paso en el llano de La Pava el 8 de octubre y tuvo con las vanguardias federales un choque de tres cuartos de hora, después del cual ambos beligerantes tomaron posiciones para reanudar la acción al día siguiente.
Ya en este momento el Brigadier Arzú había entregado el mando de las tropas al Teniente Coronel Antonio de Aycinena, quien resolvió capitular sin imponer condición alguna.
Morazán, sin embargo, permitió al Jefe que conservara cien fusiles con 30 cartuchos cada uno; dejó en libertad a soldados, jefes y oficiales, permitiéndoles que regresaran a Guatemala atravesando el departamento de Gracias y dio al Jefe vencido tres mil pesos para que costeara las subsistencias de sus subalternos en el viaje de regreso.
Gran amargura experimentó el jefe vencedor cuando supo que los derrotados cometían tropelías a su paso y hasta produjeron una muerte, circunstancia por la cual ordenó al Comandante de Ocotepeque que capturara a los jefes responsables.
Por una actitud tan ecuánime y justa el General Morazán ha recibido la crítica de sus enemigos quienes no le han tomado en cuenta la generosidad que tuvo con quienes se le habían rendido sin condiciones.
Con la capitulación de San Antonio Morazán tenía expedito el camino de San Salvador, ciudad a cuya liberación había contribuido con dos acciones memorables, y abiertas las puertas de la inmortalidad y de la gloria. Vendrían luego el «Ejército Aliado Protector de la Ley» y el derrocamiento de gobiernos arbitrarios y de las autoridades estatales ilegítimas de Guatemala.
Fuente: Efemérides Nacionales (Víctor Cáceres Lara)