Con el rumor del mar Caribe, y custodiado por las exuberantes selvas de Pico Bonito, nació Guillermo Anderson un 26 de febrero de 1962 en la ciudad de La Ceiba, Honduras. Su madre Doña Idda Ruth Avilés, y su Padre Don Guillermo Jorge Anderson, formaron para él y sus dos hermanos un hogar sin lujos, pero donde siempre abundó la calidez, la armonía y el bienestar. Fue siempre la educación de los hijos la mayor preocupación de la familia Anderson Avilés, y la mejor herencia que pudo haber recibido Guillermo. Esa es la misma herencia que obsequia a Honduras hoy un nuevo sentido de identidad, cultura, y folclor.
Fascinado por los insectos, pero luego por la música, Guillermo concluye sus estudios primarios en la Escuela Mazapán de La Ceiba. Se integra al instituto San Isidro, graduándose de Bachiller en Ciencias y Letras en 1979. Durante su etapa colegial, Guillermo cantó repetidamente en festivales de la canción con composiciones inéditas, pero sufrió grandes desilusiones al enterarse que el primer lugar lo recibía invariablemente el mejor imitador de la noche. Aun así, decantó siempre por la originalidad, y prefirió mejor desarrollar su propuesta que copiar la de otros.
En 1980, con mucha inquietud, y con el apoyo de sus padres, viajó a Oklahoma EEUU, para iniciar sus estudios universitarios. Pero al corto tiempo se cambia a una universidad de artes liberales, gracias a un gran amigo californiano que reconoció en él virtudes únicas. Es así como Guillermo, como atónito por cantos de sirena, llegó hasta el Pacífico estadounidense.
Fue en la Universidad de Santa Cruz, California, allá por el año 1984, que conoció a un par de talentosos músicos hispanos con los que formó el trío ‘’Ahora Sí.’’ Con estos ejecuta magistralmente clásicas melodías latinoamericanas, nueva trova, y música protesta. Logró también trabajar en Santa Cruz y en San Francisco como actor, músico, y compositor para la compañía teatral Bear Republic, y para el Teatro Campesino, dirigido por el afamado director de la película “La Bamba,” Luis Valdez. Esta experiencia equipa a Guillermo con sueños y posibilidades para hacer algo similar en su lugar de origen.
Guillermo se graduó en 1986 con una licenciatura en Literatura Latino Americana de la Universidad de California. Pero a pesar de la vibrante escena artística en la costa occidental estadounidense, decidió mejor, hacer patria como buen hondureño y retornar de inmediato al sol ardiente de sus raíces para experimentar artísticamente.
Recién llegado a su ciudad natal de La Ceiba, formó Colectivartes, un colectivo de teatro y música que montaba conciertos enteros con composiciones originales y percusión garífuna. También escribió libretos para varios musicales y teatro popular. Fue en esta etapa joven, activa, y revolucionaria, donde por primera vez, se dio a conocer el nombre de Guillermo Anderson en las más altas esferas intelectuales del país.
Rápido se fue colando Guillermo en la farándula no sólo por su talento y originalidad, sino también por su diligencia y cabalidad. Ya para los noventas, Guillermo junto a su banda Ceibana, era de rigor en presentaciones y teatros de San Pedro Sula y Tegucigalpa, con su espectáculo innovador y fresco.
Alcanzado el reconocimiento, prosiguió con su prolífica labor, acompañado en la aventura por Max Urso, su socio y productor. Se destaca su himno alternativo “En mi País,” y entre sus más grandes éxitos, “El Encarguito” que ya son parte esencial del repertorio nacional. Sin embargo, la variedad y genialidad de su trabajo todavía está por descubrirse.
Guillermo es un digno ejemplo a seguir por todos los hondureños pues a base de esfuerzo propio se constituyó en uno de los compositores más prolíficos, no solo de Honduras, sino que de toda Centro América. Evidencian lo anterior, una docena de álbumes, y más de trescientas canciones en su haber, así como los múltiples reconocimientos que le fueron otorgados entre los que destacan la Orden Laurel de Oro, el Premio Copán de Turismo, el Premio Nacional de Arte y el Premio a la Identidad Nacional. Sin embargo, las paredes de su vieja oficina atiborradas de distinciones, son testigos de la inmensa cantidad de galardones que recibió, no solo por su talento, sino también por su gran vocación de servicio.
Guillermo fue el caballero andante de nuestras tierras pues cargada su mochila con historias y anécdotas recogidas por todos los rincones de su patria, también viajó extensivamente por el mundo entero contagiando a públicos internacionales en salas tan prestigiosa como The Old Town School of Folk Music en Chicago, Casa de las Américas en Madrid y Barcelona, y hasta en la histórica Hiroshima, Japón, donde fue recibido con altos honores por su alcalde.
A la vez es muy importante enfatizar, que aparte de cantante, músico, y compositor, fue siempre un activista solidario. Aparte de ambientalista, Anderson también abogó por los derechos de los niños, la integridad de las mujeres, y las luchas de los inmigrantes. La etnia Garífuna lo considera uno de sus grandes aliados. En ello, sin duda alguna, fueron sus musas tal y como él lo expresara en múltiples ocasiones, sus tres hijas Emilia, Rocío y Marianela Anderson Godoy y su esposa e incondicional compañera de vida, Lastenia Godoy.
Desafortunadamente, la naturaleza acostumbrada a no rendir cuentas, ordenó la partida eterna de Guillermo el pasado 6 de agosto del 2016 en el mismo hospital que lo vio nacer. Posiblemente zarpó en su velerito el “Mis Lastenia,” solicitado por abstractos mares donde precisan de su esperanza, y gran sabor.
Por último, no queda de menos discutir la definición de la palabra prócer en estos momentos. Según el diccionario un prócer es: “una persona distinguida, valerosa, y de alta dignidad que contribuyó al engrandecimiento o a la liberación de su comunidad.” No cabe duda que después de todo lo dicho, Guillermo Anderson rebasa holgadamente estos requisitos, y se consagra hoy, como un auténtico prócer hondureño de tiempos modernos. Un prócer que guitarra en mano libera a Honduras de estigmas, y prejuicios, y que engrandece el tesoro intelectual del país con su obra original, admirable e irrepetible.