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Fortaleza de San Fernando de Omoa

Desde el siglo XVI, las posesiones y embarcaciones españoles fueron atacadas por piratas y corsarios ingleses, holandeses y franceses. En el siglo XVII, estas potencias europeas se preocuparon por apropiarse de territorios poco defendidos por los españoles. Inglaterra se interesó por conseguir una mayor penetración en la región del Caribe.

En la costa Mosquitia de Nicaragua, la presencia inglesa en la región se remonta a 1633, cuando una expedición enviada desde Bermuda y al mado del capitán Cammock desembarca en la zona del cabo de Gracias a Dios y luego ocupan Bluefields. Estos ingleses se dedicaron a actividades de trueque con los autóctonos, ofreciéndoles ropa, cuentas de collares y otros objetos.

La presencia inglesa en la costa Mosquitía alteró profundamente esta región, desde todos los puntos de vista: económico, cultural, ecológico y biológico. Durante la segunda mitad del siglo XVII, los sumus de las zonas aledañas al cabo de Gracias a Dios se habían mestizado, debido al aporte sanguíneo de los negros traídos por los ingleses, de manera que propiamente devinieron en zambo miskitos. Gracias al aprovisionamiento inglés de fusiles y machetes, este grupo se dedicó a actividades de saqueo y pillaje en las costas del Caribe de Centroamérica.

Los ingleses también establecieron sus propios asentamientos en la costa Mosquitia. Primero en el cabo Gracias a Dios, leugo en Bluefields y por últimos en Black River o Río Tinto. Los colonos británicos fueron atraídos por los productos silvestres locales como el pino rojo, la zarzaparrilla y el cacao. También establecieron algunas plantaciones de azúcar e índigo, empleando mano de obra esclava.

En conjunto hacia 1750 la población de estos sitios podía ascender a alrededor de mil quinientos ingleses, sin contar los indios ni los negros.

Desde antes de mediados de la centuria, la Corona española se interesó en organizar la defensa de la costa del Caribe, así como en elaborar un plan encaminado a desalojar a los ingleses de las costas centroamericanas.garitas.gif (104938 bytes)

En 1744, luego de realizar una inspección de las diferentes posiciones defensivas en el Caribe, el ingeniero militar Luis Díez Navarro elaboró un cuidadoso plan militar global de defensa en Centroamérica.

A principios de 1760, siguiendo el planteamiento anterior, se planeó un ataque coordinado hacia los diversos asentamientos ingleses establecidos en el Caribe centroamericano. La intención era enviar una expedición marítima y otra terrestre que, coordinando acciones, atacaran simultáneamente los asentamientos ingleses de Belice, Roatán y Mosquitia para evitar la huida de los colonos.

A partir de 1767, Carlos III envía a Centroamérica un equipo de cincuenta oficiales y técnicos españoles, con el fin de organizar una gran fuerza militar de treinta mil hombres. Pero los planes no pasaron del papel a pesar del envío de quince mil armas hacia Centroamérica. Al final solo pudo lanzarse otra expedición sobre Belice, y los ingleses retomaron la ofensiva, organizándose en Jamaica un ataque contra Omoa.

Al final los ingleses tuvieron que retirarse de Omoa, así como fracasaron en su intento de apoderarse de la ruta del río San Juan de Nicaragua. De manera que el sistema de defensa español, ataque combinado tantas veces pospuesto contra el asentamiento de Black River. La expedición terrestre, compuesta de cerca de 1,500 hombres, fracasó, no así la marítima que logró tomar Black River de nuevo. Pero los españoles, luego de permanecer cuatro meses, fueron finalmente desalojados por una expedición inglesa enviada desde Jamaica.

Después de estos años de enfrentamientos militares en el Caribe, la diplomacia trató nuevamente de resolver lo que no habían logrado las armas. La Convención Anglo-Española, suscrita el 14 de julio de 1786, permitió un arreglo negociado al diferendo entre ambas potencias: España autorizó a los ingleses de Belice para que continuaran la tala de madera en este territorio. En contrapartida Inglaterra se comprometió a desalojar las islas de la Bahía, Providencia, San Andrés, las islas del Maíz, así como los asentamientos en la costa caribeña de Honduras y Nicaragua. En virtud de estos acuerdos, al año siguiente, los colones ingleses y sus esclavos desalojaron Black River y otros sitios en la costa. Algunos emigraron a Belice , otros a Jamaica, isla de Gran Caimán o las Bahamas.

PRIMEROS PROYECTOS

Los primeros proyectos para fortificar el Puerto de Omoa datan de finales del Siglo XVII, a raíz de que el Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Enrique Enríquez de Guzmán, informara en 1685 a Carlos II, la urgente necesidad de fortificar un sitio de la región. En vista del aumento de establecimientos ingleses en Belice. Enríquez de Gúzman contaba para ello con algunas contribuciones de cabildos civiles y eclesiásticos de Guatemala, pero lo anterior quedó del Oidor de la Real Audiencia, José se formalizó la fortificación del Puerto de Omoa con el fin de evitar el comercio ilicito de los ingleses que, con sus bases de operaciones en Jamaica, controlaban buena parte del Caribe, Belice y algunas regiones costeras del Reino de Guatemala. En el plano por Manzola y Rebolledo se proponía una fortaleza de figura cuadrangular de sistema abaluartado.

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FORTALEZA DE OMOA

Indudablemente el Castillo de San Fernando de Omoa es una de las grandes obras materiales que recuerdan la dominación de España en la América Central. Construido en la Segunda mitad del siglo XVIII con la mira de defender las costas del norte contra los corsarios ingleses que perseguian nuestro comercio. (P 208-209)

El ingeniero español, señor Navarro (Luis X) que visitó la América Central en 1743-1744. Reconocio entonces el fondeadero de Omoa; y en informe extendido por él en 1745 en la ciudad de Guatemala dijo á este respecto lo que sigue :

» Ese Puerto es el más seguro, limpio y recogido de toda la costa de Honduras. Por cuyo motivo me ha parecido a propósito que sea fortificado, a menos costo y riesgo que el de Trujillo.

Ofrece muchas comodidades:

1a. Podrán estar en él las embarcaciones, corsarios que S.M. tiene determinado se armen para limpiar la casta :

2a. Podrán llegar a él los registros× de este reino con mayor seguridad de sus bageles y géneros; y concluirán su carga a esta capital (Guatemala) con menos costo, y más breve que del Golfo.

3a. Caren arán cuando lo necesiten, por ser puerto á propósito para astillero bajo tiro de cañon y tener a su inmediación maderas de cedros.

4a. Conseguirán hacer carga para regresar con más facilidad y menos costo que del Golfo, por estar más inmediato á la provincia de San Salvador, donde se dan las tintas que es el mayor renglón; como también se logrará el que algunos partidos que tienen minerales de plata y oro se pongan en corriente.»

Resultado de este dictamen fue probablemente la orden dictada por el rey para que en 1751 pasara á Omoa el teniente general señor Vásquez Priego, quien dispuso se emprendieran las obras de la fortaleza; allí murió ese jefe lo mismo que algunos de los individuos que con él fueron.

Para continuar la fábrica se discurrieron arbitrios, gravándose los añiles que se soportaban por lo puertos del sur y norte de estos países.

Algunos años después de principiada la obra tenia ya gastados en la construcción del fuerte más de 16 mil pesos el comercio de Guatemala, aunque una parte de esa suma se había invertido en la apertura del camino desde la capital del reino hasta Omoa.

La obra terminó en 1775, bajo el gobierno del mariscal don Martín de Mayorga.

Armamento que existía en 1768.

En el estado de las armas y milicias del reino de Guatemala, que se formó en 20 de abrilde 1768, aparece que en el castillo de San Fernando de Omoa existian 6 cañones de bronce de á 24 once de hierro de á 48, ocho de a 13. Había además cinco pedreros de á libra desmontados y también gran cantidad de metralla, palanquetas, granadas, pólvora, herramienta.

Ocupación por los ingleses en 1779 (20 de oct)

Y campana del Gral. Gávelz para desalojarlos

Ocupado sin resistencia por los ingleses en 1779, acudó a recobrarlo con tropas de Guatemala, Chiquimula y Comayagua el gobernador general del reino, señor Gálvez (Matías de Gálvez).

Aunque en septiembre de 1821 dejo de ondear en él la bandera española, fue izada de nuevo en agosto de 1832, por consecuencia de la rebelión de Ramón Guzmán. Mas sitiado el Castillo, se rindió al cabo de algunos meses pagando con la vida su temeridad.

En el año 1854 fue también ocupado por fuerzas de Guatemala, que se hallaba en guerra con Honduras, siendo jefe de este último pais el general Cabañas La escasa guarnición hondureña que allí existia estabá dispuesta a batirse con las tropas guatemaltecas que mandaba el general Zavala; pero el presidente general Carrera, que llegó a tiempo para evitar la refriega, consiguió que el fuerte se rindiese á virtud de una capitulación concluida entre él y el comandante de Omoa señor Medina.

BOSQUEJO DE HISTORIA DOCUMENTAL

La Bahía de Omoa, que en su historia reciente se ha convertido en un grande y salobre estanque, fue propuesta oficialmente en 1685 como sitio estratégico para la instalación de una fortaleza colonial española, debido a las condiciones óptimas de la bahía y su proximidad a Honduras Británica. Desde aquí la Corona Española podía proporcionar protección y provisiones para sus propias entradas, proveyendo abastecimientos a cambio de bienes de exportación a los colonizadores frecuentemente necesitados. Sin embargo, debemos recordar que el comercio y poder español en las colonias del Nuevo Mundo, a mediados del siglo XVIII, hacía mucho tiempo que habían entrado en decadencia. Esto podría implicar que un cierto número de irregularidades en la construcción y mantenimiento de una guarnición militar iban más allá de los problemas tradicionales ocasionados por la tardanza de las mal pertrechadas flotas de la Corona provenientes de España, La Habana o México.

Aceptación del plan final de dicha Fortaleza (propuesto por un cierto Conde de Aranda, Director General de Ingenieros de los Reales Ejércitos, el 15 de diciembre de 1756) era un compromiso económico que dió ligar a una innovación en el diseño militar. Evidentemente, el castillo de cuatro baluartes- de probada excelencia estrátegica – fue relegado para dar paso a una construcción más barata. Por esto, aunque una fortaleza de tres baluartes siguiera teniendo un diseño controversial, tenía la clara ventaja de ser económica.
REAL.gif (18378 bytes)La Fortaleza misma, sin embargo, fue la última de una serie de fortificaciones principales construidas en Omoa. El Recinto E lReal, cuyas paredes aún se yerguen adyacentes a la Fortaleza, fue establecido como guarnición temporal para proteger los pertrechos, las tropas y los obreros en los comienzos de la construcción de la Fortaleza. Anterior en fecha y rodeando a El Real, aunque ya no visible sobre la superficie del terreno, había una empalizada de madera que databa probablemente del año de 1752, el mismo año en que se inició la construcción del Recinto.

Esta empalizada se levanto provisionalmente y, con toda probabilidad, fue derribada por los colonos españoles una vez que El Real fue defendible.

La estructura interior de El Real comprendía un conjunto de almacenes, oficinas administrativas, barracas, capilla, etc. tal como lo indicaba el Plano de Albarez de octubre de 1756. Para 1779 tales edificios interiores habían sido sustituidos por dos almacenes que ofrecían un espacio adicional al proporcionado por las bóvedas dentro de la más amplia Fortaleza. Según parece, los edificios originales fueron desmantelados para aprovechar el material en la época del Ingeniero Murga (1769-1773) (Zapatero 1972:178)². Puesto que el muelle permaneció en el portón occidental de El Real, las paredes del Recinto probablemente fueron dejadas en pie como un obstáculo defensor, una vez que la actividad militar principal se concentró en la Fortaleza.

La construcción de la Fortaleza misma no se inició hasta el 18 de septiembre de 1759 y, a decir verdad, nunca fue terminada. El Brigadier Agustín Crame, el último emisario oficial citado por Zapatero, enviando a inspeccionar la Fortaleza en 1779, documentó el estado inconcluso de la construcción. Los dos estudios de 1972 confirmaron que a pesar de cualquier clase de labor que pueda haberse continuado después de 1779, jamás se concluyeron las obras principales de la Cortina Circular y del glacis. El presente estudio complementa las investigaciones de Zapatero y Téllez, dando un sinnúmero de detalles que ponen de manifiesto el estado inconcluso de las obras.

Demoras, insuficiencias, cambios y obras inconclusas marcan la historia de la construcción. El clima tropical, con su sofocante calor y lluvias torrenciales, infestado de enfermedades, debió ser solo uno de los obstáculos para el trabajo y la construcción. el sitio elegido para la Fortaleza resultó ser de arena marina floja que no fue estabilizada o reforzada antes de construir los cimientos, las grandes grietas visibles actualmente en la escarpa fueron el resultado de tempranos hundimientos de los cimientos en el lecho arenoso. Desde su ocupación más temprana, muchas de sus bóvedas pudieron haber tenido la misma atmósfera fungosa y húmeda que presentan también hoy.) El transporte de tierra para el relleno, de piedra de río, ladrillos y otros materiales de construcción era un asunto lento y costoso. La calidad de los ladrillo era baja, así se explica en parte la erosión de las bases de algunas paredes y la presencia de tantos ladrillos molidos y quebrados en los rellenos del piso.

Sin lugar a dudas, otro factor que complicó las cosas fue el cambio de los dirigentes de la construcción….cuando menos hubo tres ingenieros responsables de supervisar las actividades en dieciseis años.

La localización final de la entrada principal no se encuentra documentada hasta el 23 de marzo de 1770 y no fue reconocido el cambio en la correspondencia con la Corona sino hasta después del 28 de agosto de 1772, lo cual es un testimonio del largo lapso de tiempo que tomaba establecer la comunicación oficial. Este cambio de la entrada principal generó a su vez otros cambios, tales como la ubicación de las cuadras de los guardias, cuartos de oficiales en servicio, cuarto del comandante, etc., algunos de las cuales son claramente evidentes en la arquitectura aún en pie (cuartos de la guardia y oficiales en servicio en la Bóveda 11). Sin embargo, varios cambios y agregados importantes no aparecen en ningún plano oficial posterior al traslado de la entrada principal. Por ejemplo, la ubicación de las cocinas ni está documentada. Tampoco está clara la utilización concreta de veintiuna de las treintiuna bóvedas, debido a la ausencia de instalaciones fijas en ellas y de referencias en los documentos. Además, los cimientos visibles de los tabiques, al igual que aquellos expuestos mediante excavaciones controladas, revelan cuando menos tres casos en donde la construcción de paredes de tabique nunca se continuó sobre las superficies de los cimientos. Un mínimo de tres superficies de pisos nunca fueron terminadas.

La Fortaleza colonial, en su corta historia, se defendió dos veces de los ataques navales al imperio español. El 20 de octubre de 1779 ; la Fortaleza, aún inconclusa, cayó en manos de los ingleses por cerca de cinco semanas, siendo recuperada por refuerzos al mando de Matías de Gálvez procedente de Guatemala. Cuando ocurrió este primer ataque, la guarnición contaba con menos de 100 hombres, incluyendo oficiales, es decir con solamente 22o/o de la fuerza necesaria para una efectiva defensa. Más inadecuadas aún eran las municiones y abastecimientos: solamente veinticinco de sesenta y nueve cañones estaban presentes y en buen estado; se contaba con aproximadamente un 25o/o de las balas cañon y un 12.5o/o de los mosquetes necesarios; carecían casi completamente de plomo, piedra de chispa y pólvora. España no solo se había visto obligada a aceptar el compromiso de un diseño militar todavía no probado, aunque económico, sino que la Corona ahora también se encontraba incapaz de complementarla y abastecer con personal y pertrechos una pequeña instalación que había sido considerada lo suficientemente importante al iniciarse su construcción de tres décadas atrás.

En 1823 la Fortaleza se defendió con éxito contra el mercenario Luis Aury, pero no por contar con superiores fuerzas. La barrera natural de manglares al norte de la Fortaleza y la colocación estratégica de los cañones fuera de ella, contrarrestó la acción de los atacantes y los desanimó a seguir luchando.

El ataque de 1779 es, por varias razones, de particular importancia. Primera: la comunidad entera, de más de 200 casas, fue supuestamente incendiada hasta los cimientos, (mapa británico, circa 1779) creando, de ser así un contexto sellado precisamente fechable. Segunda: el Mapa de Crame, 1779, ubica e identifica muchos de los edificios en el exterior de la Fortaleza que pudieron haber sido destruidos por el fuego. Tercera: el Mapa de Martínez del 6 de febrero de 1780 ubica una fragata británica hundida durante la batalla, una verdadera cápsula de tiempo. Cuarta: el Mapa Británico de la batalla confirma y aclara la extensión de la construcción del fuerte y la localización de varios elementos, tales como la residencia del gobernador en La Loma y el horno de cal contiguo al fuerte.

No tenemos referencias históricas acerca de la comunidad ya reestablecida. Solamente fue posible suponer, en espera de confirmación, que la vida continuó como antes con la mismas familias, la misma industria y, muy posiblemente, con la misma ubicación de los edificios de la comunidad de 1779.

Después de la independencia de Honduras en 1821, la bandera española flameó una última vez en el Baluarte Sur. En 1832 una fuerza contrarrevolucionaria tomó San Fernando, pero fue sometida rápidamente el mismo año por las tropas enviadas por Francisco Morazán. Con esto, la caída del imperio español en Honduras fue total, la cual, como se ha observado anteriormente, comenzó en etapas con el compromiso económico, prosiguió con el mantenimiento inadecuado y finalizó con las conceciones políticas.

La historia de San Fernando durante las primeras siete u ocho décadas de la independencia de Honduras es muy oscura; por lo menos informantes locales no registran nada sobre este período, ni tampoco hay detalles de archivo. Mediante decreto de 1909, sin embargo, comenzó para la Fortaleza un período de dudosa notoriedad que perduró cinco décadas: hasta 1959 San Fernando fue uno de los presidios nacionales más temidos. A partir de entonces el Recinto El Real y la Fortaleza de San Fernando se convirtieron en monumentos nacionales bajo la protección del IHAH.

Para la arqueología, el éxito español y su último fracaso son fuentes productivas de información. No solo están intactos la Fortaleza y el Recinto, sino también los cimientos y los muros de un número no menor de cinco estructuras coloniales españolas en La Loma, sin mencionar numerosos cimientos y paredes del asentamiento colonial y dos hornos completos cerca de Milla Tres (Figs. 1 y 24). La fragata hundida promete aportar un contexto de fechas tan precisas como no podían esperarse mejores, además de ser fácilmente accesibles a la arqueología marina. Excavaciones en la comunidad misma pueden ofrecer un mayor acopio de datos, puesto que aquella también puede aportar un contexto de edificios quemados y abandonados a corto plazo y, por lo tanto, precisamente fechable. Los planos de la Fig. 6 proveen una riqueza de datos que incluye la ubicación general de las estructuras adicionales no perecederas tales como una fragua, una armería, un horno de pan, etc. De las excavaciones en la comunidad se podría obtener la información necesaria sobre asuntos referentes a la clase y magnitud de la industria en las instalaciones coloniales españolas, su organización social y su grado de dependencia de la Corona. Afortunadamente para la investigación colonial en Omoa, se cuenta con el Mapa de Crame del 17 de abril de 1779, por cierto inmediatamente anterior a la destrucción del pueblo, en el cual se ubican los edificios de la comunidad con un precisión tal al punto de distinguir entre los vecindarios de las 75 familias blancas y aquellos de los 600 esclavos de la Corona. Con estos datos se tiene una base lo suficientemente sólida para comenzar investigaciones históricas y arqueológicas de profundo alcance. Además, aún existe una buena cantidad de datos de archivo, por ejemplo, libros de bautismo, escrituras de propiedad, etc., que pueden esclarecer las variables sociales, económicas y logísticas que una vez jugaron un papel en este sistema muy especializado de comunidad. Los diferentes niveles de interrogantes de carácter antropológico en general y arqueológico e histórico en especial, que emrgen de uan situación tal, son de gran trascendencia y, en este caso concreto, muchas pueden se contestadas.

Fuente: http://www.historiadehonduras.hn

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