Muchas veces, la historia nos trae sorpresas en relación con personajes que consideramos más allá del bien y del mal, producto de que sus actuaciones se vuelven legendarias con el pasar del tiempo. Por eso es que nunca hay que perder de vista que, por muy conocidas que creamos las vidas de nuestros grandes hombres, no dejan por ello de ser eso mismo: hombres. Del libro “Oro de Honduras” de don Ramón Rosa, les traemos la historia de hoy:
La arquidiócesis de Guatemala había quedado sin arzobispo en 1829 por el destierro de fray Ramón Casáus y Torres; en El Salvador había corrido mal viento el obispado establecido revolucionariamente por el memorable padre Delgado, que se puso la mitra entre acerbas contestaciones canónicas y trascendentales disturbios públicos; y en Honduras, desde la muerte de fray Vicente Navas o de don Manuel Julián Rodríguez (en 1810), según el cronista Juarros hubo sede vacante. Casi vencida la Revolución Liberal del General Morazán, se atendió al restablecimiento de los príncipes de la Iglesia. Por medio del presbítero don Jorge Viteri y Ungo, que fue en misión a Roma, se hizo, en 1840, el arreglo que sigue: fueron arzobispo auxiliar de Guatemala don Francisco de Paula García Peláez; primer obispo de El Salvador, el comisionado señor Viteri y obispo de Honduras, el Padre Reyes. La noticia se comunicó a esta ciudad y causó extraordinario regocijo, y se celebró con repique general de campanas, y con alegre música que se llevó a casa del preconizado obispo. Más, en medio de tan justa alegría, solo el Padre Reyes estaba triste y temblaba en presencia de la alta dignidad que se le anunciaba y pedía a Dios lo librara de ella…Para la efectividad del obispado necesitábase de la consagración que ofrece a veces grandes dilatorias. E interpretando las ideas del señor Girón, Dios, valiéndose del general Francisco Ferrera, presidente del estado, que llevaba entre ojos a Reyes por sus ideas independientes, hizo llegar al Vaticano la falsa noticia de que Reyes había muerto. El Papa Gregorio XVI, creyendo cierta la noticia, nombró obispo de la diócesis al presbítero don Francisco de Paula Campoy y Pérez, consagrado en 1845.
Esta es la historia de por qué el Padre Reyes no fue obispo de Honduras. Y ahora, usted también lo sabe.
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