Para tristeza de quien les habla (o les escribe en este caso), no son pocas las personas, muchas de ellas serias y estudiadas, que dudan o se ríen cuando les afirmamos que era posible llegar en barco hasta las cercanías de Comayagua. Claro, pasan por alto la palabra “era” y la época en que esto todavía era practicable. Nuestros ríos eran, hace 150 años, motivo de admiración, veneración y –claro- destrucción y muerte para quienes habitaban esta tierra. Así lo cuenta don Ephraim George Squier en su libro “Honduras”…:
Que el Ulúa es navegable hasta su unión con el Blanco, y que este lo es hasta las inmediaciones del Lago de Yojoa, no hay duda. -Tampoco la hay de que el último lo es en toda su extensión hasta Taulabé, diez y siete leguas de Comayagua. -El único inconveniente que se presenta, es que el segundo de los ríos indicados, se pierde por dos o tres leguas en su nacimiento del lago.-Pero esta dificultad se salvaría, o por una canalización o por un macadam, o por un raíl, puesto que el terreno es enteramente plano. Más, si ni aún este pequeño trabajo se quisiera emprender, bien podría establecerse la comunicación hasta Yojoa solamente: no por eso dejaría de ser de la mayor importancia, pues proporcionaría al negociante un medio breve y económico para la exportación e introducción de sus mercancías, y evitaría al viajero las penalidades de la costa.
También el Humuya puede ser, con pocos gastos, una fácil vía de comunicación hasta los Ojos de Agua, a doce leguas de Comayagua, no pudiendo pasar hasta el Espino por la catarata de Guasistagua. El Coronel José María Bueso, del Carrizal, demostró la posibilidad de este tránsito. En 1851 se embarcó en aquel punto en un pipante cargado de artículos del país: llegó a Omoa y regresó con mercancías del puerto. En 15 días subió el río y en 9 o 10, descendió. ¿Por qué, pues, el gobierno de Honduras no dirige una mirada hacia esos puntos de interés general? Que deje de ser puramente político, y que sea progresista, en el sentido propio de la palabra.
Este caballero, al igual que don John Lloyd Stephens y otros, venían a evaluar, medir, analizar e informar a sus gobiernos acerca de nuestros potenciales. Hicieron bien su trabajo, porque se quedaron con todo. Y ahora, usted también lo sabe.
Foto: Ephraim G. Squier
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