Home / La Otra Honduras III Parte / EL FANTASMA ANÓNIMO DE LA IGLESIA DE LA MERCED

EL FANTASMA ANÓNIMO DE LA IGLESIA DE LA MERCED

Nuestra historia de hoy sale de las páginas del libro “Homenaje a la Ciudad de Gracias a Dios”, de Alvaro, Héctor y Tito Pérez Estrada, que gentilmente nos obsequiara la buena amiga Ada Mejía de Cruz: Uno de los lugares que más respetuoso temor inspira a los habitantes de la ciudad y sus contornos, es la calle del costado oriental de la Iglesia de La Merced que separaba ésta del convento del mismo nombre, ya desaparecido.

Por esa calle, una noche muy obscura, transitaba el alegre juerguista que respondía al nombre, o mejor dicho, al apodo de Félix Bacho; probablemente venía de rendir culto a Baco y quién sabe a cuántos dioses más del festivo panteón pagano. Verdaderamente, fue una imprudencia, después de sus borrascosas actividades, pasar por tan sagrado como terrífico lugar. Cuando se acercaba a la puerta de la sacristía, advirtió un lívido resplandor que, sin iluminar los contornos de la puerta, dejaba vislumbrar a una persona sentada en las gradas; se cubría con un largo manto negro de la cabeza a los pies y, a pesar de la amplitud de su vestimenta, se adivinaba en ella una delgadez inverosímil. Félix, ofuscado todavía por el efecto de las libaciones, se acercó al extraño ser que, inmóvil, parecía sumido en profundas reflexiones y tomándolo por una amiga que tenía, llamada Higinia, dio un tirón al manto con que se envolvía el lúgubre trasnochador para convencerse y descubrió con indecible espanto la marfileña faz de una calavera de cuencas fosforescentes y sonrisa enloquecedora por su sarcástica fiereza.

La magnitud de su terror le quitó sus facultades de locomoción y vio esfumarse al fantástico personaje a través de la puerta cerrada de la sacristía, y como si viniera de muy lejos, oyó una voz de timbre broncíneo que le dijo: “Malas son tus andanzas, Félix”.

Y ahora, usted también lo sabe.

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