Es posible que la enorme bendición que significa tener en nuestra tierra los restos arqueológicos de más de una civilización haya significado la pérdida o desaparición de otras grandes maravillas: los fósiles. De ello nos quedan pruebas en lugares tan inesperados como en el Cerro El Picacho o en el famoso y casi desaparecido “bosque petrificado” de La Esperanza. Y así nos lo contaba también don Pompllio Ortega en Patrios Lares:
En los cerros de Esquías puede verse una colección admirable de fósiles de animales marinos; conchas de todo tamaño, radiados de varias especies, cascos, etc. Hace poco se enviaron unas muestras a un museo extranjero, rogando que informaran sobre la edad de dichos fósiles.
El sabio arqueólogo contestó que tenía nada menos que setenta millones de años. No se si agregó la célebre frase del astrólogo que informó al rey del número de estrellas del firmamento, quien dijo: “que si dudaba que las fuera a contar”. Aunque aquello no parece tan difícil en nuestro país, cuando la teosofía y los estudios de ocultismo circulan en el planeta como las ondas de las radiodifusoras.
La señora Blavastky asegura que hace once mil años desapareció el Continente Atlante, y surgió el istmo de las republiquitas en arco iris; Leadbeater nos presenta las peripecias de la vida de un hombre hace veintidós mil años, y nos habla de una catástrofe aérea, dieciocho mil años ha, lo que justifica el apotegma salomónico de que nada hay nuevo bajo el sol.
Los fósiles de Esquías van todavía más lejos, pero como en las vivencias no se marca límite, el que quiera investigar, que clave los ojos de su espíritu en estas piedras y que se remonte a los orígenes, que cuando haya recorrido setecientos mil siglos en la vida de la tierra, posiblemente pueda solazarse viendo, estos, hoy fósiles de las montañas de Esquías, como criaturas vivientes, vivitos y coleando bajo las linfas de un mar azul.En estos asuntos, yo le cedo el puesto a cualquiera, sin negar ni afirmar. No es cosa agradable que se le pueda aplicar a uno, con razón, aquel aplastante anatema de Calderón de la Barca que dice: .
“Es propio de gente indocta y dura, tratar lo que no entiende de locura”
Y ahora, Usted también lo sabe.