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NUESTROS ISLEÑOS SE SENTÍAN INGLESES…

Doña Doris Stone, en sus “Estampas de Honduras”, me ha dado otra versión, casi una historia paralela, de la forma en que los habitantes de las Islas de la Bahía se veían a sí mismos aún muchos años después de volverse parte de nuestro país. Les sugiero leer más al respecto en las múltiples páginas que hay en internet sobre los reclamos de los isleños originales. Por lo pronto, aquí les dejo un anticipo:
Aún así, cada comunidad desarrolló su propia personalidad. Las casas de madera en Utila se revistieron con pintura de aceite y casi todas contaban con un vestíbulo de típico estilo inglés, diferentes como el día y la noche de las viviendas coloniales de adobes y techos entejados de tierra adentro. El agua potable provenía de cisternas y no de pozos. Roatán, la capital del departamento de las Islas de la Bahía, con una población más variada, evocaba su temprana historia en las sencillas construcciones de las casas pobres y en la abundancia de los cultivos. Dos colonias de caribes negros que fueron fundadas después de la evacuación inglesa, eran trilingües y mantenían la tradicional religión católica romana. La población de Guanaja puso en evidencia que sus habitantes eran marinos. Toda la comunidad fue construida sobre un cayo coralino en que las calles eran al mismo tiempo muelles, elevándose sobre pilares las casas y los edificios privados.
Dos presidentes de República hicieron visitas a las islas antes de 1900: el General Luis Bográn en 1886 y el Dr. Policarpo Bonilla en 1897. En ambas ocasiones hubo fiestas. Con flores y palmas decoráronse las calles, ondearon las banderas y hubo fuegos pirotécnicos y bailes que terminaron a las tres de la mañana. Otro Presidente, el general Terencio Sierra, arribó en 1901, y le fue tributada una recepción igualmente entusiasta. Pero durante esas visitas sólo unas pocas autoridades se dieron cuenta de que tenían allí al jefe de la República que en cada una de aquellas ocasiones había llegado a conocer las tierras de su jurisdicción y él sus propios conciudadanos. Casi todos los isleños se portaron como anfitriones hospitalarios, tal como correspondía hacerlo con un dignatario extranjero, sin sospechar que se trataba de la máxima autoridad de su propio país.
Fue hasta después del advenimiento del nuevo siglo, que los británicos enviaron el buque de guerra «Psyche» desde Jamaica, bajo el mando del capitán Cooper-Key. Cuando llegaron a las Islas de la Bahía encontraron un nuevo gobernador hondureño, general Domingo Lacayo Jerez, y el pro-cónsul británico. En realidad, fue entonces que los isleños se dieron cuenta de su nacionalidad. En julio de 1902 el capitán leyó el tratado que firmaron en noviembre de 1859, reiterando el convenio entre los dos gobiernos en lo que se relacionaba con la duración de la autoridad británica hasta 1861.
Esto parece increíble, pero era una necesidad. Hay tiempos en que aquello que es obvio se vuelve incomprensible. Había que hacer la explicación del status de las islas. El capitán Cooper-Key y sus acompañantes lo realizaron muy bien. No quedaba nada que pudiera leerse entre líneas o suscitar dudas. Las Islas de la Bahía pertenecían a Honduras y sus habitantes aparecían como verdaderos hondureños. A las Islas de la Bahía les había llegado al fin el momento de entrar definitivamente en poder de su nacionalidad.
Y ahora, usted también lo sabe.

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