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Y LLEGAMOS A LAS ISLAS DEL CISNE

Don Luis Mariñas Otero, en su libro “Honduras”, nos permite hoy hacer este breve recuerdo de las que han sido, por su ubicación, las más remotas y abandonadas tierras insulares de nuestra Honduras:

Fueron descubiertas en 1512 y de ellas habla ya el cosmógrafo Juan López de Velasco en 1574; alejadas del continente y fuera de las rutas comerciales, se convirtieron en los años siguientes, al igual que tantas otras islas del Caribe en circunstancias similares, en refugio de bucaneros. Constituidos los países centroamericanos en entidades independientes, poco pudo hacer Honduras por ellas durante muchos lustros, siendo teórico su control sobre las mismas.


En ellas pescan tortugas los caimaneros, que luego venden en Nueva Orleáns, y en ellas se levantó un faro y, «por la United Fruit Co.», una estación radiotelegráfica, sin que nadie se molestase en solicitar del Gobierno hondureño la pertinente autorización.
En su día contaron las islas con grandes reservas de guano, que una Compañía, la «Pacific Guano Co.», explotó durante el pasado siglo hasta agotarlas. En 1893, un empleado de la misma, el capitán Alonso Adams, al abandonar la Compañía sus explotaciones, se constituyó en dueño y señor de las islas, a las que gobernó como un reyezuelo independiente durante más de veinte años, siendo quien, por sí y ante sí, autorizó a la «Tropical Radio Telegraph Company» a establecer en las islas una estación telegráfica que aún subsiste (A la fecha de redacción del texto, N. del C).
En 1916 vendió las islas a un aventurero de Boston, William Brooks, quien hasta su muerte, en 1922, las gobernó a su voluntad explotando la copra y no permitiendo la entrada de mujeres.
Es, aparentemente, poco lo que se puede decir de estas pequeñísimas, remotas y casi desérticas islas, ¿o no?.
Vamos a seguir también este camino, más adelante.
Y ahora, Usted también lo sabe.

 

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