Honduras en sus manos
Del libro “Tierras de Pan Llevar”, de don Rafael Heliodoro Valle, quien también usó su palabra magnífica para despedir a quienes marcaron su infancia, en este caso el sacerdote de sus primeras misas, sale nuestro programa de hoy:
Duerme bajo los pinares mi buen amigo de la infancia, que pudo pasar, vestido de violeta, entre altas rosas sin ajarlas. Le conocí una mañana de San Miguel, cuando en la Catedral se asomaban las cabezas de los serafines entre el oro cálido de los cirios. El padre Alberto, que era el predicador, besó la mano en que fulgía la amatista ilustrísima.
Lo vi perderse en la llamarada rosa del sermón. Brillaba su palabra incrustada de gemas moribundas, como una custodia expuesta. En la mañana inmaculada, aquella voz me transportaba al día ingenuo de la luz. Cuando salí al atrio para ver la alegría azul del aire, mi madrina exclamó: “Es un ángel que tiene en la voz los matices del nácar y que apaga todas las luces en el llanto”.
En su humilde curato, con montañas de ocotales, se desvaneció aquel intelecto exquisito que, como todos los sueños, borró la estrella de su nostalgia en la clara dulzura de la soledad.
Y ahora, Usted también lo sabe.