Antes de dejar por un tiempo la lectura del libro de don Jesús Aguilar Paz, “Tradiciones y Leyendas de Honduras”, déjenme compartirles esta otra historia de tierra adentro:
El espectro de Jololo, como lo llama don José María Tobías Rosa, amante decidido del folklore, quien fue el primero en publicar, hace años, la relación de un fantasma que por las noches de espantosas tormentas o en ciertas pesadas horas de las sombras, cunde de temor y miedo a los vecinos de aquel lugar, cercano al asiento que tuvo la hoy en ruinas ciudad de Tencoa, cabecera que fue del partido o corregimiento del mismo nombre, hoy departamento de Santa Bárbara.
Parece que el origen de esta alma en pena se debió a un incidente ocurrido entre dos clérigos de dos pueblos vecinos y al respecto, el mismo autor dice: En un paso o embarcadero que conducía al pueblo de Celilac aparecía, según dice la tradición, el espectro que los labradores denominaron “el espectro de Jololo”, cuyo origen es debido a una disensión habida entre el vicario de Teneba y el vicario de Celilac. Este último, en su impulso de cruzar el río estando muy crecido, para aceptar el desafío que le hiciera el de Teneba, halló su sepultura entre las espumosas ondas del caudaloso Ulúa. quedando desde entonces su alma errante por aquellos alrededores, lanzando agudos gritos y penetrantes lamentos que se oyen por aquel contorno.
Ignoro la localización del pueblo de Teneba y, en cuanto al paso de Jololo, lo mismo en la parte que lo sitúa el autor, pues tengo datos fidedignos sí, de unas Vegas de Jololo, en el paso del río Ulúa, yendo de Santa Bárbara para el pueblo de Santa Rita, un poco más abajo.
Y ahora, Usted también lo sabe.