Home / La Otra Honduras III Parte / LA VÍBORA BIBERÓN

LA VÍBORA BIBERÓN

Hay quienes prefieren creer que las cosas misteriosas, buenas o malas, solo ocurren en otros lugares, nunca en Honduras. Sin embargo, en eso no coincidimos ni su servidor ni don Rafael Heliodoro Valle -con las correspondientes distancias-, quien nos presta el siguiente relato:
¿La víbora biberón?
Sus palabras rodaban en el aire dorado, con una eufonía que iba escurriéndose por los sonoros laberintos del cloroformo. Era una voz que se hundía, como foca virgen, en los hielos de medianoche…
-¿Está usted seguro de haber visto andar a una serpiente?- Le interrogué desde la torre de los quinientos siglos-. ¿No la habrá usted confundido con la iguana que erizó los nervios de Cristóbal Colón?
El doctor me lanzó una mirada de desprecio. Comprendió al fin mi ironía. Pero, sin inmutarse, desde su soledad sietemesina, gritó:
-¡Que me caiga un rayo si le miento! ¡Soy el padre de la guisandera que hace los chicharrones más sabrosos que he probado en mi vida! No le queríamos creer lo que nos decía: que algo grave pasaba en la noche, así que se apagaban las luces y entrecerraba los ojos al dormirse. Un sueño tan profundo como un perfume anestésico empapando una esponja. Y aunque allá, muy lejos, como a mil años de distancia, le era imposible retornar por los caminos azules, morados, del sueño…
La comadre tenía un niño de diez meses. Parecía un angelote de altar, que se fue enflaqueciendo, sin saber por qué. No porque le faltara apetito, pues de día mamaba como bestia embriagada de felicidad.
Era que…
-Imagínese, amigo -prosiguió el doctor Perdomo-, que ya la noticia era un secreto a grandes voces en toda la ciudad. Y esta mañana, al entrar a la casa de mi comadre, por la puerta de la cocina, que es por donde a mí me gusta entrar, ¡Qué veo! ¡Pero, qué veo! Imagínese una culebra de dos metros de largo. A toda prisa comenzó a moverse y de un brinco le salí al paso, dándole recio con una estaca, ¿sabe usted? tenía yo indignación. Le di tal golpe en la cabeza que la atonté y otro, y otro, hasta que se la deshice. Dos metros de largo, ¿sabe usted? Mi comadre salió a ver lo que pasaba. Ahora sí se daba cuenta de todo. Entendía lo del sueño que la invadía como si la rodearan de cortinas de nubes en un fondo de siglos. ¿Pues qué iba a pasar? Mientras ella dormía, se le pegaba al pecho el animal maldito, dándole de mamar la cola al niño para engañarlo…
Y luego como quien regresa de un viaje por cerros sin árboles y baja a un río de canciones verdes y moradas, el doctor Perdomo hizo un alto en la conversación: ¿Y sabe usted, amigo? Desde aquel día el niñito comenzó a engordar que daba gusto. Yo era el médico de la casa y desde entonces ya no hubo necesidad de mis servicios. La serpiente se había terriblemente vengado. ¿Sabe usted que las víboras no mueren, sino que cambian de vestido? Yo he encontrado sus trajes viejos, que dejan abandonados en las ramas antiguas.
Y ahora, usted también lo sabe.

Check Also

SANTA ROSA BENDITA

Publicación Vista: 1.164 Hay libros a los que uno no se cansa de volver, autores ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *