Como lo ofrecí en fecha reciente, este día les traigo nuevos datos curiosos de nuestro máximo poeta, don Juan Ramón Molina, y salen también de las páginas del libro “Juan Ramón Molina, su obra y su vida”, editado por el Comité Pro Monumento a Juan Ramón Molina:
Debo aclarar que al traspasar los umbrales de la adolescencia continué tratando a Molina, no como amigo, sino como viejo vecino, con algo de familiaridad en todo lo relacionado con pequeños servicios. No culpo a Molina de haber visto a la mayor parte de la gente que lo consideraban amigo como a gentuza descalza. Había nacido con su tipo orgulloso. Era innato en él su modo de conducirse, no podía renunciar a su idiosincrasia por tener antes que renunciar a su misma naturaleza. A sus rasgos característicos agréguese su talento nada común en Tegucigalpa, resultando intolerable con los que no espigaban a su altura.
Entre la gente del bajo pueblo resultaba algo extraño, aunque sabían de sus desprecios, lo admiraban, lo querían al punto de seguirlo y cuidarlo cuando el Poeta andaba de francachela, a fin de que no le fuera a suceder algo lamentable.
Tuvo algunos encuentros personales, en su estado normal, con elementos conspicuos de nuestra sociedad, tales como el reputado historiador doctor Rómulo E. Durón. El disgusto provino por el aparecimiento de una interesante obra titulada “El alcalde Mallol”, obra documentada acerca del primer alcalde de Tegucigalpa, publicada por el doctor Durón. Molina se mostró tan agresivo en sus comentarios, llegando a afirmar en uno de sus artículos que las hojas del libro las ocupaban las pulperas en envolver caramelos. Así las cosas se fueron agriando hasta terminar a bastonazos en pleno Parque Morazán.
Las personas que estimaban a Molina se contaban con los dedos. Entre los jurisconsultos, a Alvarado Manzano y Pedro J. Bustillo; de los políticos, al doctor Policarpo Bonilla; al general Manuel Bonilla lo tenía como “benefactor de artistas, intelectuales y gremio estudiantil”. Entre los hombres de pluma, el licenciado Esteban Guardiola, Adán Coello y don Augusto Coello, que fundó “El Espíritu”, antología de altas letras. De manera especial cultivó relaciones con Luis Andrés Zúniga; con Froylán Turcios intimó en las postrimerías de su muerte.
Como vemos, todos somos humanos, con defectos y virtudes.
Y ahora, Usted también lo sabe.