Recurro de nuevo a don Jorge Fidel Durón y sus “Cosas de Tiempos Pasados” para nuestro programa de hoy:
No sé cuándo se despertó entre nosotros la enorme atracción por el deporte. Eso sí, recuerdo que entre los números de programa de ferias y funciones estaban las carreras de cintas, en las que nuestras bellas damitas premiaban a los vencedores con guirnaldas, y a los que se distinguían por las cualidades de sus alazanes.
La fiesta brava era muy pobre, pues aunque a veces se contrataban toreros españoles, cuando éstos no fallaban, lo hacían los toros de lidia.
Hubo una vez un espectáculo truculento en que un aficionado mexicano se arrojó al redondel y, amenazado de súbito por la embestida del toro, un gringo con sus copas salió en su defensa y desde el tablado le pegó un balazo a la bestia en el momento crítico. Desde luego, el héroe del día lo fue el aficionado y el defensor fue objeto de acres críticas por la turbamulta, a la que se le había arrebatado un segundo de emoción.
Los tablados o chinamos eran, hasta hace poco, lugares donde montaban sus negocios los comerciantes venidos a la feria. Pero a veces sus techos eran utilizados como palcos para los espectáculos nocturnos, como cortesía de la Municipalidad de la Villa de Concepción o del Comité de la Feria. Su débil contextura artesanal a veces ocasionó semi-catástrofes, en que cedieron las vigas y nuestra “empingolotada” sociedad sufrió serios descalabros al venirse abajo la estructura, quizá en los momentos más emocionantes de la función.
Los torneos de pelota, béisbol y fútbol, vinieron después.
Si no me equivoco, la primera asociación la formaron jóvenes estudiantes de nuestra sociedad al constituir el “Sporting Club”, que de vez en cuando medía sus fuerzas con equipos locales como el “Honduras Athletic” o con los gringos mineros de El Rosario y San Juancito.
Desde luego, no había estadios y el espectáculo era al aire libre, en La Isla o en Guacerique, a veces con resultados desastrosos para nuestros muchachos.
Pero había revanchas. Amplios y hospitalarios, los administradores de las minas más ricas de Honduras, los de la New York and Honduras Rosario Mining Co., cada 4 de julio invitaban a nuestros deportistas a encuentros sensacionales, como parte de su programa de celebración de la independencia norteamericana. A cada invitado la compañía le proporcionaba buena cabalgadura, bien enjaezada, y su respectivo mozo.
Las fiestas de la Rosario eran suntuosas, y cada año la sociedad de Tegucigalpa se preparaba con anticipación para el gran baile y para todos los demás eventos del patriótico aniversario.
Y ahora, Usted también lo sabe.