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CUANDO LA RAPIÑA ERA LEGAL EN COPÁN

Uno no puede menos que sorprenderse si piensa en lo “poco” que aparentemente se ha descubierto de Copán. Son más de cien años de trabajo laborioso -aunque no siempre desinteresado como veremos- el que nos obliga a pensar qué pasaría si se dieran a conocer todos los cientos de sitios arqueológicos que tiene nuestro país. Acaso, como nos decía don Luis Mariñas Otero, en su libro “Honduras”, a mediados del siglo pasado, más de la mitad de esos descubrimientos estarían en colecciones y museos norteamericanos y europeos:
Prueba de la indiferencia con que el hondureño de aquella época consideraba su venero arqueológico es el relato que nos hace Stephens de su ofrecimiento al propietario del valle donde estaban situadas las ruinas un José María Acevedo de la cantidad de 50 dólares por remover todos los monumentos de donde se hallaban para transportarlos a los Estados Unidos, oferta que le fue aceptada, no habiendo ofrecido más dinero para que el campesino no entrase en sospechas sobre su posible valor; triste índice de la crítica época que atravesaba Honduras.
Los dibujos de Catherwood, de gran fidelidad, y el tono ameno de la obra de Stephens hicieron de su libro un «best-seller» entre los estudiosos de su época, a quienes dio a conocer Copán.
Pero Stephens era un viajero sin preparación arqueológica y habían de corresponder al historiador inglés Alfred Maudslay los primeros estudios científico-arqueológicos de Copán, que inició en 1881 y continuó en los años siguientes, no sin enviar al Museo Británico numerosas e interesantes reliquias arqueológicas por él encontradas.
En 1891, el Gobierno hondureño concedió al Museo Peabody, de Etnología y Arqueología, de la Universidad de Harvard, permiso para trabajar en las ruinas, y en los años siguientes aquella institución organizó cuatro expediciones a Copán, que realizaron un estudio bastante intenso de las ruinas y cuevas adyacentes. Según los términos del contrato con el presidente Bográn, el Museo podría llevar la mitad de las piezas que se descubriesen, lo que tuvo como resultado que en esta época bastantes obras maestras de la arqueología hondureña emigrasen a los museos norteamericanos. No fue sino en 1900 cuando se prohibió la exportación de reliquias arqueológicas, disposición ratificada por normas posteriores y reiteradas en el artículo 152 de la vigente Constitución hondureña. Por último, en 1935 se comenzó en firme la obra de conservación, desmonte y restauración de las ruinas de Copán, realizada por el Gobierno hondureño con la colaboración de la institución Carnegie, de Washington, que ha contribuido a convertirlas en un centro asequible al estudioso y al turista.
De esto hace casi cien años. Quiera Dios que las riquezas aún por descubrirse no sigan el camino de las primeras…
Y ahora, Usted también lo sabe.

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