En una tierra muy lejana, hay un pueblito muy pequeño, pero con una identidad definida, un escudo, una bandera y, por si fuera poco, un himno que ocupa el segundo lugar entre los más bonitos del mundo.
La proeza de poseer estos símbolos patrios fue el producto de la lucha de un grupo de hombres y mujeres que comprometió hasta su última gota de sangre para lograr el objetivo de todos los habitantes del lejano pueblo: su independencia.
De generación en generación la historia ha llegado de manera fidedigna a todos los pobladores, prometiendo con esta acción mantener por siempre el respeto a los símbolos patrios. Faltarle el respeto a estas insignias es un pecado capital en este pueblito. Nadie se atreve a burlar su presencia en las distintas instituciones donde estos símbolos ostentan el sacrificio de quienes les dieron su origen. Los ciudadanos de allí tienen claro que la bandera, el escudo y el Himno Nacional representan su libertad. Sí, una independencia que cobró la vida de un grupo de personas que, por su gran labor, hoy todavía todos mantienen vivas sus memorias en el lugar.
En aquel lugar cuando un ciudadano ve izando la bandera, se detiene y, con la mano en el pecho, en posición recta y con atención, rinde homenaje a este símbolo. Lo mismo sucede cuando se escucha el Himno Nacional. Todos cantan a la perfección sus 12 estrofas y, lo mejor, teniendo claro lo que significa cada una de ellas. Al finalizar el canto patrio, no aplauden; saben que no procede hacerlo por la solemnidad que implica.
Nadie ve una bandera en mal estado. Hay una comisión encabezada por miembros de las entidades de Educación y Cultura que se encarga de dar seguimiento al estado de este símbolo. Cada cierto tiempo es cambiado en escuelas e instituciones públicas y privadas, para evitar que el deterioro atente contra la importancia que representa para los ciudadanos del lugar.
Un aplauso luego de finalizadas las cuatro primeras estrófas del Himno Nacional, en un acto “solemne”, le recordó a Don Miguel que en República Dominicana el respeto por los símbolos patrios es una utopía.
La acción lo llevó a recorrer en fracción de segundos las muchas veces en que los dominicanos incurren en el error de aplaudir el Himno Nacional y, al mismo, tiempo se preguntaba por qué sólo se entonan algunas estrofas.
Reflexionó de pronto y recordó que en nuestro país no se respetan los símbolos patrios. Las condiciones deprimentes en las que se encuentran algunas banderas en las diferentes entidades donde son enarboladas suman motivos a su parecer.
Pero como el optimismo es una de sus cualidades, entiende que no hay que mudarse a ese lugar lejano donde sí se respetan los símbolos patrios.