Don Jorge Fidel Durón recordaba, allá por 1966, lo que los “chavos” de su tiempo hacían para divertirse. Como veremos, ni siquiera se acercaban a lo que vendría:
En lo que a aparecidos se refiere, Tegucigalpa nunca pudo compararse en consejas con la antigua Valladolid, Comayagua. Nuestra mejor hora era después de que se había servido la cena y mientras la cocinera preparaba el nixtamal para las tortillas del desayuno, se hacía especial luminaria al calor del brasero y con su lenguaje peculiar la campesina nos contaba sus aventuras con la gente del otro mundo. Y aunque después nos caíamos del sueño, era difícil irse solo a la cama llevando los nervios de punta.
Las luminarias eran también señal de algún velorio en la vecindad y habían los expertos y los técnicos que, colocados en lugar alto y estratégico de la ciudad a la caída del sol, se situaban en las casas de duelo para atisbar y presentarse a transportar sillas y bancas, ir a comprar el pan de yema o preparar la mixtela y el café negro. Y todavía hay los que recuerdan cuales fueron los velorios más alegres de su experiencia, mientras la familia doliente, compungida, se recogía en sus habitaciones.
Y no era remoto que después de la noche de la vela la gente se fuera en bandada en la busca del Maestro Canseco, el singular Carlos Henríquez, autor de valses inolvidables, a pumpunearle la puerta y sacarlo sin despabilar, para que acompañara a la serentata para la niña de los sueños y así completar una noche romántica de aventuras, que perduraría como perduran aún estos imborrables recuerdos.
“Y hoy, ¿qué dirán, Membreño y Pacán, que en vano derrochan el oro alemán…?” Tal cantaban los versos que, acompañados de caricaturas del lápiz genial de Enrique Galindo y de Salomón Ferrufino, publicaba el periódico oficial “El Arpón”, que dirigía el poeta comayagüelino Alonso A. Brito, en apoyo de la candidatura del Doctor Nazario Soriano, favorito del gobierno del Doctor Francisco Bertrand. La patraña no pegaba. Estábamos en medio de la Primera Guerra Mundial y Honduras se había alineado con las potencias democráticas, y lo que vanamente se buscaba era el desprestigio de un eminente hombre de ciencia y de un pundonoroso militar, candidatos a la presidencia respectivamente del Partido Nacionalista y del Partido Liberal.
Y ahora, Usted también lo sabe.
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