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LA ACADEMIA SANTA CECILIA

Y bien, llegó el momento de cambiar de tema y de tónica. El escrito que hoy les comparto sale de las páginas del libro de don Oscar Acosta “Elogio de Tegucigalpa”, y fue escrito originalmente por doña María Guadalupe Carías:
Mercedes Agurcia Membreño interrumpe su monólogo, evocador de tiempos ya idos, para sacar de un baúl dos viejos álbumes de recortes, amarillentos por el tiempo, amorosamente conservados, que resumen, mediante las crónicas de la época, la historia de la Academia Santa Cecilia, fundada por ella en 1926.
“Merceditas Agurcia -dice un cronista- ha fundado una Academia de Música. Y en ella está incubando artistas. Esa noble mujer, en la escasez del medio, está demostrando a todos los pesimistas que hay buena semilla para cosechas plenas, para cosechas que se han de levantar en no lejano día como una demostración de lo que se puede hacer en Tegucigalpa, cuando hay voluntad de hierro en el corazón y vibraciones de artistas en el cerebro. Merceditas Agurcia está haciendo obra saludable y buena, que por la época de barbarie que estamos viviendo, no ha encontrado ambiente en el público de Tegucigalpa. Porque más pueden los gritos salvajes e inarmónicos de las pasiones encendidas, que el canto que trasciende a poesía”.
En la Academia Santa Cecilia se enseñaba piano, violín, historia de la cultura, cultura general y teatro. Los domingos la maestra reunía en su propia casa, en una especie de Ateneo Infantil, a los pequeños alumnos que interpretaban alguna pieza musical, declamaban o leían algún trozo literario en presencia de un selecto público que recibía invitación especial.
A partir de 1931 los pequeños artistas estuvieron preparados para presentarse en conciertos y veladas que, por lo general eran dedicadas a los grandes poetas, a los maestros, estadistas y otras personalidades del momento.
“La noche terrible, diluvial, fue la noche que escogió Merceditas Agurcia para el concierto que dedicara la Academia Santa Cecilia al virtuoso Padre Laureano Ruíz del Colegio Salesiano de Comayagüela. Y mientras el Río Chiquito se desbordaba, arrastrando arcos y puentes, casas y bastiones, la música se desbordaba en la Academia, arrastrando almas y corazones con melodías de Rossini y de Verdi, de Weber y Wachs, de Rubinstein y Bizet, de Leoncavallo, Schmoll y Losey. Los pequeños artistas, todos sin excepción, se lucieron”.
La primera alumna de la Academia fue María Luisa Matute, la siguieron Marina y Orfilia Coello Ramos, con excelentes aptitudes para el piano; Roberto Domínguez Agurcia, Miguel Angel Flores y Pablo Castillo -muerto en plena adolescencia y a quien sus compañeros dedicaron un sentido concierto musical…
Al calor de la Academia “Santa Cecilia”, y bajo la inspiración y estímulo de Mercedes Agurcia Membreño, surgió el grupo “Amigos del Arte”, formado por jóvenes de ambos sexos que organizaban conciertos, actos culturales y fiestas, complementando así la solitaria labor de la inspirada maestra. De este grupo surgieron Jacobo Cárcamo y Daniel Laínez.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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