De nuevo recurro al sitio de internet de Casasola Editores para traerles esta página de La Otra Honduras. En un escrito original de don Oscar Castañeda Batres, nos hallamos hoy una poesía casi desconocida del autor de la letra de nuestro himno:
Augusto C. Coello (1884-1940), escritor de sociología y derecho, cultivó el poema como un deliquio (éxtasis, desmayo) de atardecer. Era suya el alma crepuscular que gusta ensayar la metáfora sencilla después de la faena. No pasará a ninguna antología. En Honduras es más conocido por ser autor del Himno Nacional. Y, sin embargo, tuvo aciertos poéticos, como éste —de tono claramente dariano— de su soneto Como el agua:
Como el agua de limpio y cristalino,
como el agua de puro y transparente,
como el agua cordial que en el camino
calma la angustia de la sed ardiente;
como el agua que copia el astro de oro
en el limpio cristal de su corriente;
como hilo de agua, diáfano y sonoro
y parlero y sutil y refulgente;
así quisiera ser… ¡Qué ansias, Dios mío,
de ser un fresco y candoroso río
en ignorada soledad florida!
¡O ser aire o ser piedra o no ser nada,
y no carne maldita condenada
a las hambrientas garras de la vida!.
En natural reacción contra el modernismo francamente en decadencia —y contra sus excesos formales, llevados ya a un grado de deshumanización de la poesía—, los nuevos líricos volvieron los ojos al romanticismo con toda su expresión sincera y —respetando los logros verdaderos del modernismo— a formas expresivas que recobrarán para el poema su calidad comunicativa. Primordialmente González Martínez — “tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje”— y Porfirio Barba-Jacob encabezaron esta reacción superadora.
Y ahora, Usted también lo sabe.