Y sigue don William Wells contándonos sobre las bellezas de nuestra tierra, en su libro “Exploraciones y aventuras en Honduras”, en donde veremos que el “oro y el talento” abundaron siempre en nuestro país:
Los lavaderos de oro del rio Jalán son menos populares y no tan bien conocidos como los del Guayape. Están a alguna distancia, a medio camino entre los dos centros de población, y no se acude a ellos como a las quebradas y arroyos más cercanos a dichos lugares. El oro del Jalan es de inferior calidad que el del Guayape, que es el más famoso de todo Centro América siendo conocido como el «oro más apreciable». El oro del Jalan se presenta en escamas delgadas, mientras que el del Guayape, aunque mezclado con esta clase descrita, viene principalmente en partículas pequeñas redondeadas, que promedian el tamaño de una semilla de rábano o él de una cabeza de alfiler. No supe que hubiera excavaciones cerca del Corte Sara. ‘La región aurífera del Guayape puede incluirse en las latitudes de 14′ y 15” N., y las longitudes 85” 30′ Oeste y 86” 30’ Este. Abarca un territorio de sesenta millas en cuadro o sean’3.600 millas cuadradas. Los ríos que corren paralelos o adyacentes al Guayape y sus tributarios están comprendidos entre los límites antes dichos y que designo en mi mapa como la «Región Aurífera del Guayape».
Entre los árboles que florecen en las márgenes del Jalan, observé uno que tiene racimos de flores color rojo pálido y un olor que se parece al de la reseda. El árbol tiene cerca de dieciséis pies de altura, hojas grandes, oblongas y nervios salientes. Algunas de estas flores se recogen antes de la fiesta de la Virgen de Juticalpa para colocarlas como ofrenda en el altar y a los pies de la Virgen. Un amigo botánico, cuando se la describí, supone que se trata de la Red Plumera (Plumería Roja).
En este viaje vi el árbol que da seda y algodón (ceiba) de un tamaño tan grande que nunca antes lo había visto, aunque se le encuentra en todo Centro América. Hay también una seda indígena que crece silvestre entre árboles de Olancho, producto de una especie de gusano, que construye una gran bolsa como de dos pies de profundidad y que cuelga de los árboles en las sabanas abiertas. De lejos el nido parece una telaraña compactamente (sic) acolchonada. El animal no hace capullo, pero teje la seda en capas y madejas, alrededor del interior del nido. Sólo un caso se sabe de algún uso aprovechable de esta seda por los nativos. El señor José Ferrari, de Tegucigalpa, me dijo que en 1844 había enviado seis libras de este material crudo a Inglaterra, donde se le convirtió en pañuelos, que no se distinguían de los de la seda corriente, de igual fortaleza y de tejido delicado. Un comercio ventajoso en esto podría establecerse ya que se puede adquirir la cantidad necesaria a cambio de la molestia y gastos de recogerla.
Y ahora, Usted también lo sabe.