Desde su “Casita de Pablo” hasta “Lo Esencial”, este gran escritor olanchano nos dejó recuerdos merecedores de pasar de generación en generación. Como este que de nuevo tomo del sitio de internet de Casasola Editores, en texto original de don Oscar Castañeda Batres:
Como los que ahora vivimos, los tiempos de la generación de 1915 fueron de honda crisis social, de desquiciamiento de valores: época de un mundo desmoronándose y —por lógica consecuencia— de un mundo en gestación. El poeta de Olancho no fue ajeno a las inquietudes de la hora —no lo sería nunca; aunque todavía no robustecido su credo social, que después sería apostolado para la juventud de Honduras— no alcanzó gritos de rebeldía, sino de nostálgica condenación. En el poema El oro se duele de los efectos antihumanos de un capitalismo imperialista que ha destruido la paz, la solidaridad y que niega caminos al arte, al mismo tiempo que engendra la guerra y el hambre:
Mató el oro en los hombres la comunión nativa
y dividió la tierra y pervirtió el cariño,
la palabra de Cristo no es posible que viva,
sólo pudo vivir cuando el mundo era niño.
Hoy acúñanse discos para sembrar el hambre:
antaño no existían ni la ingenua permuta
ni las cercas de piedra ni las redes de alambre,
que por todos los campos era libre la fruta.
Arder, querer. Esa fue la divisa de Guillén Zelaya. Arder en la inquietud, en la brasa de rebeldías poéticas y políticas, en la lucha por una sociedad mejor; y querer íntimamente, a la humanidad, a todos los contornos de lo que ha ido formando ese milagro de ser hombre: desde el recuerdo mínimo del árbol en la antañona casa del poblado hasta la historia dolorosa, pero aleccionadora de su pueblo. Breve definición que compendia todo el mundo de un poeta, y en la cual se conjugan la íntima poesía —la de la entraña propia— y la que llamamos social —la de la entraña humana.
Sé arder. Sé querer. Nadie
en la vida como yo ha sabido
encenderse mejor en lo que irradie
o empaparse mejor en lo querido.
La vida vedó a don Alfonso Guillén Zelaya la quietud y el tiempo necesarios para organizar un libro. Su obra anda dispersa en periódicos y revistas y, en su mayor parte, inédita. Ello impide un juicio definitivo sobre su poesía; pero, sin duda alguna, ha sido uno de los más originales poetas de Honduras.
Y ahora, Usted también lo sabe.