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LOS PRIMEROS CRIOLLOS, LOS COLCHONES DE PAJA Y LOS MESONES

Voy a volver esta vez por el camino de don Luis Mariñas Otero, en su libro “Honduras”, para que conozcamos un poco más de la realidad que vivió nuestra sociedad recién pasada la independencia, tiempos de “calma chicha”, pero calma al fin:

Criollos eran los que dominaban la administración pública y los propietarios de los hatos ganaderos y de las vetas mineras, como el padre Francisco Antonio Márquez, dueño, nada menos, que de las minas de hierro de Agalteca, cuyas inagotables reservas desconocía.
El criollo ha dado su ritmo de vida y ha impuesto sus costumbres provincianas; se comentan en las tertulias las pequeñas habladurías locales y se critica la carestía de la vida, se bebe chocolate en las artísticas jícaras fabricadas en Choluteca y se fuman los fuertes puros de los Llanos de Santa Rosa, que se han convertido en importante industria hondureña en los últimos años de la época española. Mientras que los colonos galaicos (Gallegos. N. del C.) llegados a Trujillo en 1787 introducen los jergones (Colchón de paja, esparto o hierba. N. del C.) y colchones, que sustituyen a las viejas camas criollas de cuero.
Las costumbres tienen mucho de patriarcales, y vemos al último alcalde mayor de Tegucigalpa, don Narciso Mallol, imponer, junto a las leyes sociales, sus bandos de buenas costumbres; castigando a los amancebados, a los tahúres y a los que vivían separados de sus cónyuges.
No había surgido todavía el fantasma de la guerra civil y había seguridad en los campos. En la región ganadera las milicias de Yoro y Olanchito, de 400 y 300 plazas respectivamente, actuaban como guardia rural, siendo los cuatreros castigados con la muerte.
El hondureño era hospitalario; por ello los viajeros encontraban fácil alojamiento en casa de sus parientes, conocidos o amigos y raros eran los mesones; se instaló uno en Comayagua en 1810, donde se daba hospedaje “únicamente” a los pasajeros transeúntes por un costo de dos reales por día, siendo la mitad de su renta para el Cabildo y la otra mitad para el mozo que atendía a los pasajeros. Y los alcaldes de Aramecina, en el camino real de San Salvador a Nicaragua, en cumplimiento de las órdenes del alcalde mayor de Tegucigalpa, de cuya jurisdicción dependía el pueblo, tenían “limpio su mesón y pronta agua y fuego mesonero que atienda los pasajeros”.
Se preocupaba el hondureño únicamente de los problemas locales y agudiza Tegucigalpa su rivalidad con Comayagua, capital administrativa de la provincia.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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