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UN VERDADERO HONDUREÑO: FROYLÁN TURCIOS

Para quienes han tenido la bondad de seguir esta página, don Froylán Turcios no debe ser un desconocido. Hemos recorrido su vida, sus sentimientos, sus anécdotas a lo largo de muchas historias. En la página de internet “Honduras literaria del siglo XX”, aparece también este otro testimonio, el del prototipo del hondureño pensante, consciente y amante de su tierra:
Era un hombre capaz de morir en honor a la soberanía y libertad de Honduras. Escritor y periodista polémico. Se definía a sí mismo como un liberal en el perfecto sentido del vocablo. Su pensamiento político es el de un centroamericano que se sitúa entre los más avanzados de su tiempo y que a la vez recoge lo mejor de una tradición de ideas. Tenía un apego a las plataforma teórica de José Enrique Rodó que lo podemos ver en su obra “Ariel”, una de muchos arielitos.
Buscaba pensar un espíritu universal de tintes inconfundiblemente latinoamericanos. Recupera el Morazanismo como lo más avanzado de la América Central, pues el Unionismo entendido por él en forma radical, sin concesiones aparece constantemente a lo largo de su vida y de su obra. De Morazán decía que era el único hombre genial que ha producido Centroamérica.
Turcios amaba tanto su país que se opuso siempre a la intromisión de países extranjeros en las tierras hondureñas. Estaba influenciado por el idealismo de la época y sus críticas tendían a exagerar los sentimientos nacionalistas en los hondureños. Ese nacionalismo exacerbado se hizo evidente en la manifestación pública del 10 de febrero de 1907, cuando el gobierno de Manuel Bonilla se veía amenazado por la oposición interna del país aliada con el gobierno nicaragüense. En una parte de su discurso, Turcios exclamaba ante sus patriotas:
“¿Hay entre vosotros, ciudadanos, algún traidor? ¿Hay entre vosotros alguna (sic) alma réproba, algún ser infame, que vea con espíritu agresivo la gran obra de verdad y de justicia que está para realizarse? ¿Hay por allí algún ruin hondureño, cuyo rencor personal le haga desear la derrota de Honduras? Si lo hubiera, merecería un terrible castigo. Merecería que el valiente pueblo aquí reunido le arrojara por el suelo a puñetazos, le rompiera las entrañas y le pateara la lengua! ¡Merecería que aquí, en presencia de millares de patriotas, en presencia de la estatua del héroe de Perulapán, frente a las miradas de nuestras bellas conciudadanas, se le extrajera el alma del cuerpo vil y se arrojaran a los perros los fragmentos de su carne miserable!”
Y ahora, Usted también lo sabe.

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