El recordado Poeta don Oscar Acosta nos dejó un gran tesoro literario en forma, entre otras, de diferentes antologías. De una de ellas, “Elogio de Tegucigalpa”, sale esta historia que nos aclara finalmente a quién le debemos las primeras formas de educación pública:
Labor destacadísima de Mallol es la que hizo en pro de la enseñanza. De su gobierno proceden las primeras escuelas públicas organizadas en Honduras y los primeros maestros permanentes pagados con sueldo fijo.
Una Real Cédula de Carlos III estableció en 10 de mayo de 1770 que en cada pueblo americano debería existir una escuela pública “organizada simultáneamente por los Fueros Reales y los curas párrocos”. Mallol procuró cumplir dicha Real Cédula. En Tegucigalpa no había escuelas públicas, sino escuelas privadas dirigidas por sacerdotes. El Alcalde hizo el censo de los niños de edad escolar de los que había 258 en Tegucigalpa y en 1819 se abre una escuela pública de primeras letras con un maestro que recibe una pequeña dotación y se piden, a León y a Guatemala, 100 catones (Catón: Libro que servía para aprender a leer. N. del C.) y 200 cartillas para que los niños puedan aprender a leer y escribir.
Cuando Comayagüela se constituye en Ayuntamiento se le entrega al fondo de Comunidad depositado en la Caja Real para que pueda mantener una escuela. Creó escuelas públicas en Goascorán, en Danlí, en Pespire, en Nacaome, etc., se procura en todas ellas que la dotación del maestro sea proporcional a los ingresos del pueblo y el número de niños. En Nacaome, por ejemplo, el maestro cobraba doce pesos (24 Lempiras al mes), que serían pagados por el cura, por los españoles y por la Caja de la Comunidad de Pardos. En San Antonio de Oriente se obliga a los padres de los niños a pagar una módica cantidad al maestro, en metálico o alimentos, pero cuando los padres son de modesta condición, la enseñanza es gratuita.
Mallol es también un creador de ciudades; hay una floreciente ciudad en la costa sur de Honduras cuya creación puede decirse que se debe a él. Nacaome era una población con casas de paja y barro y un solo edificio público, medio arruinado, que servía de casa cabildo y que constaba de sala de juntas, cárcel de hombres y cárcel de mujeres. Mallol transformó aquella población, hizo el trazado a cordel de la plaza pública y sus calles inmediatas y estableció que las casas fueran de tejas. Nacaome tenía a la sazón 600 almas.
Y ahora, Usted también lo sabe.
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