Talvez sea porque ya se acerca la triste conmemoración de su muerte, pero hoy les traigo un apretado recordatorio del camino que llevó a nuestro máximo héroe hasta la posteridad:
Las reformas de Morazán hicieron que ganara enemigos poderosos. Su gobierno se caracterizó por las enconadas luchas entre liberales y conservadores. Morazán se mantuvo firme en el poder hasta 1837, cuando la República Federal se fracturó, se balcanizó. Esto fue capitalizado por la Iglesia y los conservadores, que se unieron bajo la conducción reaccionaria de Rafael Carrera, lo que terminó por dividir a Centroamérica en cinco Estados.
El 11 de septiembre de 1842 estalló en San José de Costa Rica un motín contra el gobierno de Morazán. 400 hombres, encabezados por el mercenario portugués Antonio Pinto Soares, atacaron la guardia de Morazán de solo 40 salvadoreños.
Morazán y sus hombres repelieron los ataques y se replegaron en el cuartel general. Allí le hicieron frente a los insurrectos.
La lucha continuó. En la medida que el conflicto era desfavorable a los sitiados, el capellán José Castro propuso una capitulación a Morazán garantizándole la vida, pero él se negó. Después de 88 horas de lucha, Morazán y sus colaboradores más cercanos decidieron romper el sitio. El general José Trinidad Cabañas con 30 hombres hizo posible la retirada de Morazán y sus oficiales hacia Cartago.
La sedición se extendió hasta ese lugar y Morazán solicitó ayuda a un supuesto amigo: Pedro Mayorga; éste lo traicionó y facilitó a sus enemigos que lo capturaran junto a los generales Villaseñor, Saravia y otros. Villaseñor quiso suicidarse, pero antes de ello resultó herido gravemente. Cayó al suelo bañado en sangre y sobrevivió. Saravia murió luego de sufrir una terrible convulsión.
Se llevó a cabo una comedia de juicio en la cual Morazán y Villaseñor fueron condenados a muerte por las autoridades de facto. Luego, los condenados fueron trasladados al paredón de fusilamiento, instalado en la plaza central de la ciudad. Antes de la ejecución, Morazán dictó su testamento a su hijo Francisco. El General dejó asentado que su muerte era un «asesinato» y declaró: «Que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible». Al general Villaseñor, Morazán le dijo: “Querido amigo, la posteridad nos hará justicia”.
Morazán les pidió el mando del pelotón de fusilamiento y abriéndose la levita y descubriéndose el pecho con ambas manos, y con la voz como quien da órdenes en un acto militar cualquiera, mandó: ¡Preparen armas! ¡Apunten! ¡fue…! No llegó a decir fuego y se oyó una descarga cerrada. Villaseñor, recibe el impacto de los plomos por la espalda y cae de bruces. Entre el humo de la pólvora, se ve que Morazán alza aún la cabeza y susurra: ¡Aun estoy… vivo! Una segunda descarga acabó con la vida del hombre al cual José Martí calificó como a «un genio poderoso, un estratega, un orador, un verdadero estadista, quizás el único que haya producido la América Central”.
Y ahora, Usted también lo sabe.
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