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LO QUE NUNCA SOBRA: MORAZÁN

El sitio Ecured.cu tiene un artículo sumamente interesante, que hoy comparto en parte, sobre nuestro héroe máximo: Francisco Morazán. Aunque estamos en el mes en que se celebra nuestra emancipación de España, también se conmemora su ascenso a la inmortalidad, así que -con su permiso- le dedicaré unos cuantos escritos más:


Nació el 3 de octubre de 1792, en una céntrica casa de la Villa de San Miguel de Tegucigalpa, Honduras, y fue bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora San Miguel, el 16 de octubre del mismo año. Sus padres fueron Eusebio Morazán y Alemán, criollo antillano, descendiente de emigrantes corsos, y la centroamericana Guadalupe Quezada y Borjas.

Aunque era hijo de una familia que disponía de recursos económicos, Morazán no pudo realizar estudios de manera sistemática. Solo existía en la pobre villa de Tegucigalpa, una clase de Religión, Ciencia, Moral y Gramática Latina en el Convento de San Francisco dictada por el fraile José Antonio Murga. A esta aula asistió el joven infante Francisco Morazán pero a menos de un año de establecida fue cerrada. Las protestas y gestiones de los pobladores quedaron, como tantas otras demandas no atendidas por el poder colonial.

Sobresalió Morazán por una clara inteligencia y cerrada la oportunidad de estudiar con el padre Murga, toda su educación posterior fue obtenida por propio esfuerzo. El joven José Francisco se convirtió en un incansable autodidacta, que logró superar las barreras que para el acceso a la modernidad, educación y ciencia, imponía el Estado colonialista. Así estudió Matemáticas y Dibujo, Historia, y principalmente Derecho. Aprendió el idioma francés en la biblioteca de Dionisio de Herrera, lo que le permitió tener un amplio conocimiento de la Revolución Francesa. Sus lecturas sobre la historia antigua y la que le era contemporánea, la atención a las obras de los enciclopedistas, su apasionamiento con el genio de Montesquieu, con el contrato social de Jean-Jacques Rousseau, le dotó de una sólida cultura política. El joven Morazán desarrollaría por demás, una gran disciplina personal.

A la edad de 16 años se trasladó con su padre a Morocelí, y allí se convirtió en asesor de la municipalidad. Después trabajó en la escribanía de León Vásquez, donde adquirió conocimientos de derecho. Más tarde labora en el ayuntamiento de Tegucigalpa, como secretario del alcalde y defensor de oficio en casos judiciales en materia civil y criminal. Tales actividades le permitieron llegar a adquirir un gran conocimiento de la estructura y funcionamiento de la administración pública de la provincia, y le proporcionaron un contacto íntimo con los problemas de la sociedad colonial.

El cultivo del intelecto tenía en Morazán los encantos adicionales de la gallardía. De complexión delgada y elevada estatura, con un carácter atrayente -fuerte y controversial-, la sensibilidad del poeta y la magia del buen orador. Sobresalía entre los jóvenes de su tiempo. y se le consideraba un hombre apuesto, por lo que cariñosamente le llamaban “el niño bonito de Tegucigalpa”. Y no hay dudas de que tales cualidades personales, se multiplicarían en la belleza mayor a la que aquel ser humano dedicaría su vida: La plena entrega a la causa de la emancipación nacional, su compromiso con las necesidades de justicia social, trabajo digno, educación y prosperidad para los indígenas, campesinos y artesanos humildes de la región, y sobre todo una incansable lucha por lograr la unidad e integración centroamericana.

Desde las primeras noticias de conspiraciones y luchas independentistas en México y Suramérica el joven Morazán está ganado para la causa. “Todo el que tenía un corazón americano se sintió electrizado con el sagrado fuego de la libertad”, recordaría el propio Morazán. Cuando se produce la independencia de Centroamérica y se firma en la ciudad de Guatemala el acta de independencia, el 15 de septiembre de 1821, Francisco Morazán estaba por llegar a los 29 años de edad.
Y ahora, Usted también lo sabe.

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