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HISTORIAS DE ANTAÑO

Como bien lo saben, este es un programa de historias, no de Historia solamente. Por eso es que, de vez en cuando, se van a encontrar con lecturas como ésta, que sale del libro “Tierras de Pan Llevar”, de don Rafael Heliodoro Valle:
Y seguían las historias mientras la luz de los hachones de ocote se asomaba en los claros de la huerta.

Yo nada he visto, agregó el marido de la Minga. Y ya he comido mucho “máiz” de lo que soy Ambrosio…Cuando fui farolero me venía a la casa ya pasadas las doce de la noche y había veces que llegaba mero cuando sonaba la una de la mañana, y yo nada he visto y he andado casi siempre solo. No crean ustedes; qué van a venir a hacer los muertos si donde están, están bien. ¿Por qué es que solo se aparece la gente que conocimos y no los otros? Nadie dice que le haya salido el abuelo de su abuelo. Una vez Chico Prieto, que dispensándome ustedes, se mataba con el más “bragado”, me contó que le salió la Sucia, ya para bajar a la quebrada y que en cuanto se puso a rezar el Credo, la mujer se le perdió en el otro lado de la milpa del señor José María.
Y ya les digo que yo ni por ésas que he visto a la tal Sucia, ni espero verla.
-¿Y esta otra mujer que a la medianoche da gritos y se suelta en llanto? -Debe ser la que asesinaron al salir de un Novenario. La pobre tenía más de treinta puñaladas, que se las contaron en presencia del Juez, y dicen que la hallaron boca abajo, más arriba del potrero de Leandro Vargas. El que mata pone boca abajo al muerto para poder huir. Nadie sabía quién la mató, pero el Juez hizo que los pícaros de que tenía sospechas fueran pasando sobre el cadáver, hasta que el que había sido tropezó en la muerta y todos dijeron que él era.
¡Ay! fue el grito que de pronto escuchamos, ¡Ay!, y era la noche ya bien clara como el día. Los vecinos se retiraron a sus casas y el viejo Ambrosio a fumarse su cigarro.
Y los muchachos, con el corazón en sobresalto, nos metimos a nuestras camas arropándonos de pies a cabeza, temblando de miedo, no sin haber hecho la señal de la cruz y rezar la oración al ángel de la guarda, el de los cabellos de oro, el que libra a los niños contra las travesuras de los fantasmas.
Y ahora, Usted también lo sabe.

 

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