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Economía Colonial

REGIONES POLÍTICO ADMINISTRATIVAS

Al este de la alcaldía mayor de San Salvador se encontraba el extenso territorio de Honduras, la mayor provincia de Centroamérica. Sus principales ciudades eran Comayagua y Tegucigalpa. Ambas se disputaban la sede de la administración colonial, poniendo en evidencia los conflictos entre los diversos intereses locales, así como la virtual fragmentación socioeconómica de esta gobernación.

En la costa del Caribe el control hispánico se limitaba al puerto de Omoa ( donde se había erigido una fortificación durante la primera mitad del siglo XVIII) y al pequeño puerto de Trujillo, que en estos años se convirtió en centro de intercambio ilegal con ingleses y holandeses. Al este del puerto de Trujillo, los españoles, incapeces de ejercer su soberanía, tuvieron que tolerar la expansión de la etnia afroaborigen de los miskitos, apoyada militarmente por los ingleses de Jamaica. Como analizaremos posteriormente, la presencia inglesa y miskita en la costa caribeña se extendió desde el este de Trujillo hasta la desembocadura del río San Juan, pero sus actividades (contrabando, ataques se saqueo y captura de indígenas y esclavos negros de las colonias hispanas) se extendieron hasta las islas de San Blas, frente a Panamá.

En el área del Pacífico de Honduras, se encontraba Choluteca, territorio que en cierta forma era una prolongación de las tierras planas del norte de Nicaragua. En esta región predominaba la producción ganadera mular, orientada al abastecimiento de acémiles para los centros mineros del interior de Honduras, como hacia el lejano istmo panameño.

La Producción

Luis Mariñas Otero describe en Honduras tres períodos de exportación, la edad de los metales, del cuero y del banano; pero debe agregarse el período de las plantas medicinales, por la incidencia que esos productos tuvieron en el valor monetario y en las cantidades remitidas a España.

Si el oro y la plata maravillaron a los conquistadores españoles, porque los encontraron en abundancia en Honduras, también las plantas medicinales representaron un renglón de importancia. Gonzalo Fernández de Oviedo escribe que en Honduras hay unos árboles que en ninguna otra tierra de Indias (excepto en México) no se han hallado, que los cristianos llaman liquidámbar y es buena cosa, en especial para sahumerios y para el mal de la madre, puesto en el ombligo de la muje; es de muy gentil olor y medicinal y se lleva a Castilla por mercadería para diversos efectos.

A su arribo a Trujillo, los primeros pobladores españoles tenían vida ancha y encontraron o cultivaron los productos de mayor demanda en España; a Honduras la describían como tierra sana y fructífera, de muy buenos aires y aguas, de mucha montería y grandes pesquerías.

La zarzaparrilla (smilax medica) apenas se emplea en estos días, pero en el siglo XVI y XVII se utilizaba como depurador de la sangre y contra la sífilis. En el reinado de Felipe II (el Prudente, rey de España, 1527-1598, monarca enérgico, perseverante y hábil diplomático; en su reinado florecieron las artes y las letras, y también las guerras) era muy cotizada y se prefería la de Honduras. El mismo Felipe II la utilizaba; cuando en 1569 se le envía zarzaparrilla desde Sevilla, se le remite de la de Honduras, porque era de mejor calidad. Los súbditos del rey se la remitían para que se le quitase el dolor que sentía en las piernas, y parece que le fue efectiva la planta, pues siempre pedía con preferencia de la Honduras.

Los precios de la zarzaparrilla en Sevilla, en 1568 y 1570, fueron de 1,000 y 375 maravedíes la arroba y correspondía a la que se traía de España; mientras que la de Honduras se mantuvo en 15,000.00 maravidíes la arroba, o sea 214 dólares de hoy. Del 1564 a 1581, Honduras exportó a España 16,307 arrobas; y aunque se llevaba a España de México y Las Antillas, la principal abastecedora era Honduras.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, paralelamente al incremento poblacional, se produjo el desarrollo de las actividades productivas. Por otro lado, Europa también aumentó la demanda de productos americanos en el curso de la segunda mitad del siglo XVIII. Aunque la plata mantuvo la preponderancia en las exportaciones hispanoamericanas, otras producciones se sumaron al flujo de exportación hacia Europa.

El añil o índigo tenía un amplio mercado en Europa, utilizándolo como tinte, empleando el color azul obtenido de esta planta para la coloración de textiles. Su cultivo llegó a construir una de las principales exportaciones centroamericanas durante las dos últimas décadas de la Colonia, en Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En Honduras, la región de Gracias a Dios fué la principal zona añilera.

Desde mediados del siglo XVIII el incremento de la demanda europea de productos como el tabaco, el cacao, los cueros y el añil favorecieron el crecimiento económico en regiones antes secundarias del imperio hispánico en América. En Centroamérica el añil fue el «producto motor», que vino a dinamizar diversas producciones locales y a favorecer el comercio interregional. El añil o jiquilite (indigofera tinctorea) existía en tiempos prehispánicos como planta silvestre, en las áreas bajas del Pacífico centroamericano.

Al finalizar el siglo XVI, prácticamente en todas las provincias de la Audiencia de Guatemala, los españoles habían establecido cultivos y obrajes de tinte añil. Su objetivo era exportarlo a Europa, donde disponía de un buen mercado. También se necesitaba en regiones de producción textil de Hispanoamérica en Puebla (México), así como en América del Sur: Cajamarca y Arequipa (en Perú) y en la sierra andina del actual Ecuador.

Durante el siglo XVII y primera mitad del XVIII disminyó la demanda europea de añil, por lo que las exportaciones del tinte se mantuvieron estancadas. Un cambio en la anterior situación comenzó a producirse hacía mediados del siglo. La manufactura textil en Inglaterra y Cataluña se había expandido notablemente, aumentando en consecuencia la demanda de colorantes para textiles.

Los comerciantes de Guatemala controlaron las crecientes exportaciones del añil centroamericano hacía los puertos españoles. Aunque se incrementó el comercio directo entre el Golfo de Honduras y España (empleando los puertos de Santo Tomás de Castilla, de Omoa y de Trujillo), la mayor parte de envíos de tinte hacia Europa se realizaron por medio del puerto mexicano de Veracruz.

En el decenio de 1760-1769, el incremento de la producción añilera en El Salvador incentivó el desarrollo de la actividad ganadera en Honduras y Nicaragua, peus los centros de producción del tinte requerían de ganado, tanto para el alimento de los trabajadores (carne) como para la fabricación de los «zurrones de cuero» empleados en el enfardaje del polvo tintóreo.

Comunicaciones y comercio

Desde 1744 se había promovido el intercambio directo entre el Golfo de Honduras y la península Ibérica. En este año- como indicamos más arriba- se instauró el régimen de «Navíos Sueltos» en Centroamérica. En 1781 se autorizó a los puertos de Omoa, Trujillo (Honduras) y Santo Tomás de Castilla (Guatemala) para que comerciaran directamente con la metrópolo. De hecho fue una disposición sin trascendencia, pues Santo Tomás de Castilla había sido autorizado para comerciar con la península Ibérica desde su establecimiento en el siglo XVII. Por otro lado, aunque los puertos de Omoa y Trujillo se utilizaron en la exportación de añil hacia España, no pudieron desplazar la tradicional ruta terrestre hacia Veracruz y la comunicación marítima con España a partir de este puerto. Las causas de esta situación fueron principalmente de orden geográfico y militar: primero, porque nunca hubo una ruta adecuada de comunicación entre la capital y los puertos del Caribe. Por otro lado, debido a la frecuente interrupción del comercio a lo largo de la costa hondureña, tanto por las incursiones enemigas como por los ataques a los barcos españoles en el Golfo de Honduras. Por ello, las exportaciones de Centroamérica hacia España no pudieron realizarse por los canales de comunicación que la Corona intentó revitalizar.

Mercados Internos y Rutas Comerciales

El principal obstáculo para transportar los productos de la colonia al mercado europeo no era atravesar el océano Atlántico sino llegar a él. Las zonas agrícolas más productivas estaban situadas cerca de la costa del Pacífico y separadas de la costa atlántica por un cerco de montañas. El transporte a los puertos representó siempres la parte más grande de los costes de transporte. En años malos, cuando los bucaneros o los ataques directos de potencias extranjeras introducían un elemento de peligro al comercio a través del Golfo de Honduras, era necesario enviar los trenes de mulas cargados de mercancíás hasta el puerto de Veracruz. Los principales puertos del Atlántico eran Izabal, que sustituyó a Bodegas de Golfo Dulce en 1803 y Santo Tomás en Guatemala; Omoa y Trujillo en Honduras, que se dedicaban en buena medida al contrabando. En el Período Repúblicano, después del período colonial y los primeros años que siguieron a la Independencia la mayoría de las exportaciones salía por los puertos del Caribe, Belice era, en última instancia, el vínvulo con los puertos de Europa. Izabal, Omoa y Trujillo funcionaban principalmente como puntos de transbordo para mercadería que los barcos de cabotaje llevaban a Belice.

Históricamente, la economía hondureña se vinculó con el mercado mundial en su papel de proveedor de metales preciosos como Plata, Oro y en escala menor de productos agrícolas, tales como Añil, Zarzaparrilla, Cañafístula , Grana y Cacao.El principal mercado fue España. La irregular topografía conspiraba contra el desarrollo, pues la ausencia de vías de comunicación y mano de obra, a causa del colapso demográfico de la economía extractiva de metales, fueron factores que contribuyeron a configurar una estructura económica de un solo producto que dependía siempre del comportamiento del mercado externo para determinar su auge o depresión. Considerada Honduras, un País de muchos recursos naturales, su panorama económico siempre se le presenta sombrío. Sus principales artículos de consumo eran importados de Europa y Filipinas. El famoso Galeón de Manila era muy esperado por las principales familias en los Puertos para adquirir productos suntuarios como telas de seda, especies, fantasías orientales. La primera balanza de pagos entre lo que producía y lo importado fue deficitaria.

La economía hondureña, se centra en las siguientes actividades : a). Minería, b). Agricultura, y c). Ganadería.

1.- La Actividad Minera se organiza alrededor de la explotación de la Plata y el Oro. Las Minas de San Miguel de Tegucigalpa, Santa Lucia, Goascorán, Cedros, Yuscarán., son las más importantes :Durante el periodo colonial se explotaron alrededor de 400 minas. Las minas de oro de Yuscarán y Choluteca y las cuencas auríferas de Olancho caracterizan un periodo de prosperidad en el Siglo XVI y parte del XVII. La actividad minera contribuyó a diversificar la producción agrícola y ganadera, al requerir de productos de consumo para los trabajadores y la crianza de mulas y bueyes para transporte y acarreo de materiales, respectivamente.

2.- La Agricultura, caracterizada por los Encomiendas y Repartimientos, inicia una diversificación con el crecimiento de la actividad minera. La zarzaparrilla, el Liquidámbar ,el añil, cañafístola, grana (cochinilla),Tabaco, Cacao , fueron productos de exportación . Otros productos de consumo local como la caña de azucar, los cítricos, mangos, uvas ( Comayagua y Trujillo) fueron importantes para la diversificación productiva.

3.- La Ganadería , siempre importante en toda la vida económica y social de Honduras, empezó en 1566 por la solicitud de vecinos de la Nueva Valladolid del valle de Comayagua. La crianza de ganado vacuno y caballar se extendió en todos los principales valles de Honduras. La Corona de la Virgen de Concepción de San Jorge de Olancho estaba hecha de cuero de la primera res sacrificada en ese lugar. Durante el siglo 18 y 19 fue su mayor importancia. Las exportaciones de ganado en pie, los cueros curtidos y los demás productos derivados tuvieron gran auge. En las grandes estancias ganaderas pastaban miles de cabezas de ganado. El papá de José Cecilio del Valle en la Villa de la Choluteca poseía un hato ganadero de más de 16,000 cabezas. El censo de 1801 del Intendente Ramón de Anguiano, describía un hato ganadero de 500,000 de ganado vacuno y 50,000 caballar y mular.

FIN DEL MONOPOLIO COMERCIAL

El contrabando de productos europeos, que se generalizó en el XVII con la constante interrupción de las comunicaciones oficiales, alteró la pauta de intercambios americanos, e inició, aunque ilegalmente, un sistema de libre navegación y de ruptura del rigido sistema de monopolio, que no funcionaba. La libertad de comercio con potencias extranjeras acabó por ser inevitable, dada la incapacidad española de producir lo que las Indias requerían. El derecho de asiento, y el navío de permiso, flota hispana pudiera navegar un barco inglés de 500 toneladas con productos propios para la venta. El navío fue la excusa de un contrabando legalizado. Así, cuando las reformas borbónicas introdujeron, como veremos, el llamado «libre comercio», no hacían sino sancionar legalmente algo que venía existiendo desde hacía bastante tiempo.

Carlos III firma el decreto que pone fin al monopolio del comercio con América, pintura de Pedro Pablo Montaña en el antiguo Palacio de la Aduana, hoy Gobierno Civil de Barcelona. Esta decisión, tomada cuando el sistema de monopolio no funcionaba, abrió, no obstante, un período de gran prosperidad para la periferia peninsular.

La liberación de comercio con América, es decir el fin del monopolio gaditano y la posibilidad de que los puertos de España y de las Indias comerciaran entre sí, se promulgó en 1778, cuando el sistema de monopolio ya no funcionaba. Así se reconocía una situación de hecho. Legalmente se autorizó sólo a 13 puertos españoles y a 22 de las Indias, dejando a un lado, en principio, a los del golfo de México.

Aunque la causa no fuera esa medida, los intercambios crecieron espectacularmente de 1778 a 1796, período en que aumentó en cuatro veces el valor de las exportaciones españolas a las Indias; dentro de ellas los productos españoles pasaron a ocupar del 40 al 30 por 100. En sentido contrario, el 25 por 100 de las exportaciones en el mismo período fueron productos agrícolas (azúcar, tabaco, cacao y algodón).

Fuente: http://www.historiadehonduras.hn

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