Dentro de este marco, de complejas transformaciones políticas y económicas de la primera mitad del siglo XIX, la vida diaria continúa, entre el mercado, la casa, la iglesia o el sembradío, y se forjan elementos de la vida social que aún hoy tienen vigencia.
En esa época, al igual que hoy, las calles cobraban vida con una variedad de actividades: músicos, soldados, prostitutas, peleas callejeras y ferias. Las celebraciones oficiales se hacían con el infaltable Te Deum, dianas, iluminaciones, repiques de campañas, juegos de pólvora y salvas de artillería.
Ricardo Fernández Guardia, recoge una narración de Wilhelm Mar, sobre un día de mercado en San José: «El Sábado es el de mercado y las amas de casa se proveen de legumbres para toda la semana. La gran plaza se cubre de barracas cubiertas de lienzo, en las que el pequeño comercio pone también en venta todos los productos de la industria extranjera. Campesinas jóvenes, con sus trajes pintorescos y puestas en cuclillas en el suelo, ofrecen huevos, frutas, mantequilla, etc. Vienen indios al mercado trayendo maíz y cacao. Vendedores ambulantes, muchachos de nueve a diez años, circulan con su pacotilla, la que a menudo se compone de pocos artículos, tales como a agujas, hilo y cintas».
Fuente: http://www.historiadehonduras.hn