Home / Epoca Colonial / La Europa del siglo XVI

La Europa del siglo XVI

La expansión de los europeos hacia el continente americano no fue el resultado de casualidades de la historia, sino que el fruto de la situación de Europa a finales del siglo XV.

La Toma de Constantinopla por los turcos (u otomanos) en 1453, provocó un serio revés a las actividades comerciales que los Estados europeos mantenían con Oriente. De allí, la necesidad de buscar nuevas rutas comerciales que permitieran restablecer esas relaciones económicas.

Fueron los portugueses y los genoveses, quienes emprendieron viajes marítimos (antes que los españoles, holandeses e ingle¬ses) para explorar por el Mediterráneo y el Océano Atlántico, por las costas de Africa. En este continente, empezaron las redadas de, africanos, impulsando el tráfico de esclavos.

Desde los siglos anteriores, en medio de las relaciones feudales, se fueron incrementando un nuevo tipo de relaciones económicas, nuevas formas de producción y de explotación de recursos humanos y naturales, lo cual estimuló el comercio.

Entre. las circunstancias que propiciaron la expansión europea hacia América, podemos mencionar:

1. Desde el siglo XIII, se estrecharon las relaciones comerciales entre Europa y Asia. El intercambio comercial entró en un proceso de crecimiento en los siglos posteriores. Esta situación fue bruscamente alterada en 1453, con la Toma de Constantinopla. Esto, creó la necesidad de encontrar nuevas rutas comerciales.

2. Los avances en las ciencias y las artes, estimulados por el Renacimiento (movimiento cultural), reafirmaron las concepciones geográficas y el perfeccionamiento de instrumentos de navegación.’

Esta percepción del mundo, dio un fuerte impulso a ciencias, las cuales se fueron desembarazando de las ataduras escolásticas, las cuales dominaron el pensamiento medieval en Europa durante más de mil años. Los intentos de navegar por el occidente para llegar a Catay (China), India, Cipango (Japón) y otras partes de Asia, no eran, recientes. Pero fue una tarea apremiante a mediados XV, por las circunstancias políticas que. afectaron el marítimo por el Estrecho del Bósforo hacia Oriente.

3. En el s. XV, en el seno de muchas sociedades europeas incrementaron las relaciones de producción capitalista producción mercantil y la actividad comercial adquirió un mayor desarrollo, expresado en: la intensificación comercio, aumento del consumo de productos elaborados y la ampliación gradual de los mercados. Esto, implicó creciente necesidad de más recursos y mercados.

4. El avance del capitalismo en los siglos XV y XVI, consigo el aumento de las diferencias sociales y la formación de nuevos sectores y clases sociales. Algunos se de la nobleza europea se fueron fusionando con la emergente burguesía comercial. Se inició la proletarización una porción de la población rural; y después, el empobrecimiento de sectores sociales del campo y la ciudad. En s. XVI, las presiones demográficas y sociales en Europa, tuvieron su válvula de escape en la migración hacia América, ampliando los procesos de conquista y colonización europea en este continente.

5. La grave situación comercial y económica en que q sumida Europa, tras su aislamiento de los centros comerciales de Oriente, al quedar Constantinopla en manos los turcos. Con el decaimiento del intercambio comercial, se produjo también una alteración sustancial de las actividades manufactureras en las ciudades donde era un importante rubro. El movimiento, comercial que abarcó desde Segovia, Medina del Campo (en la península Ibérica, Londres, Bristol, Flandes, Hamburgo, Novgorod, M Florencia, Venecia, Génova, etc… hacia otros centros comerciales asiáticos, fue afectado seriamente al ser obstaculizada una de las principales vías de acceso marítimo y terrestre entre Europa y Asia. ,

En estas circunstancias históricas, los europeos buscan estabilidad de sus sociedades mediante el fortalecimiento sus economías, a través del restablecimiento de las relaciones con Oriente, interrumpidas por la Toma de Constantinopla.

Pero de todos los países Europeos ¿porqué España?

A principios del siglo VIII no existían ni Portugal ni España; de hecho se encontraban divididos en pequeños feudos en una etapa inicial de feudalismo, hecho que fue aprovechado por los musulmanes para invadir y tomar la península. A partir del año 718 se inicia el proceso de reconquista. Importante para ello fue la unión de los reinos más grandes de España, Castilla y Aragón, que unificaron también el resto de los reinos y enfrentaron a los árabes en una campaña que culmina el 2 de enero de 1492 con la caída del Emirato de Granada.

Castilla jugó un papel importante en la reconquista: llegó a ocupar dos de las tres partes de la península. Los bienes y propiedades de eclesiásticos y señores feudales aumentaron considerablemente; las estructuras económico sociales tuvieron cambios importantes a partir del siglo XIII; de la misma manera Aragón tuvo un proceso de acumulación similar. En ambos reinos el incremento de las relaciones monetario mercantiles les llevó a ocupar un importante lugar en el comercio europeo. Sin embargo el proceso de reconquista había endeudado al país y detenido el desarrollo mercantil. Aunque había mucha tierra no había quien la trabajara ya que la mayoría de los hombres eran soldados desmovilizados, no campesinos. La única solución era obtener colonias pero…¿Dónde?

Ante esta quiebra económica es posible que los reyes hayan visto una alternativa de “todo o nada” en el negocio que propuso el Almirante Colón a la Corte Española: financiar un viaje sin garantías de éxito.

EL PROYECTO COLOMBINO

¿Conocía Colon América antes de 1492?

H ay grandes indicios y alguna prueba razonable, como el preámbulo de las Capitulaciones, de que Colón, cuando elaboró su plan descubridor, sabía más de lo que decía. Tal convencimiento, que se extendió ya desde el principio entre los primeros pobladores y cronistas, se corresponde con el llamado «Predescubrimiento de América». Parece que, entre los años 1477 y 1482, en que Colón no dejó de realizar frecuentes viajes a las islas Madeira, Azores y Canarias, algo trascendental, que él califica de «milagro evidentísimo», le sucedió, si hacemos caso a sus palabras: «Me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable a que era hacedero navegar de aquí a las Indias, y me abrió la voluntad para la ejecución de ello. Y con este fuego vine a Vuestras Altezas».

Los defensores del predescubrimiento de América sostienen que ese algo trascendental, repentino y milagroso que le sucede a Colón en cualquier momento de estos años fue que alguien, con conocimiento de lo que decía, le informó de la existencia de unas tierras al otro lado del océano. Tal información aportaba detalles bastante ajustados sobre algunas islas y sus naturales, sobre ciertos parajes y, especialmente, acerca de las distancias. Ese alguien fue, según unos, un piloto portugués o castellano (la conocida como «leyenda del piloto anónimo») que al regresar de Guinea se vio impulsado por alguna tormenta hasta las Antillas. Tras un tiempo allí, regresó, se encontró con Colón, le informó y murió.

Según otra teoría, la información colombina procedería, no de un europeo, sino de algún grupo indígena que en un desplazamiento por las Antillas se vio obligado a desviarse océano adentro hasta encontrarse con Colón. Ambas teorías coinciden en señalar que tal encuentro debió producirse a bastantes leguas al Oeste de las Canarias, Azores o Madeira, en una zona que por aquel entonces frecuentaba. Cristóbal Colón se sintió elegido por la Providencia para descubrir aquellas tierras, y, a partir de ahí, comenzó a elaborar su proyecto, sabiendo que la mayor dificultad que iba a tener era cómo articularlo teóricamente para defenderlo ante los mayores expertos del momento: portugueses y castellanos.

Las Capitulaciones de Santa Fe (17 de abril de 1492)

Después de muchas tentativas de que intercediera favorablemente de nuevo el monasterio de La Rábida y fray Juan Pérez, los Reyes Católicos, en un acto personal, no científico, decidieron respaldar el plan colombino. El 17 de abril de 1492 se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe o documento-contrato, que estipulaba las condiciones en que Cristóbal Colón haría el viaje descubridor. El documento tiene dos partes, un preámbulo sorprendente que dice así: «Vuestras Altezas dan e otorgan a don Cristóbal Colón en alguna satisfacción de la que ha descubierto en las Mares Océanas y del viaje que agora, con el ayuda de Dios ha de fazer por ellas en servicio de Vuestras Altezas, son las que se siguen». Ese «ha descubierto» es, para los partidarios de la teoría del Predescubrimiento, la prueba documental decisiva, ya que Colón se atribuye, antes de 1492, descubrimientos en el océano que ahora transfiere a los Reyes Católicos, en virtud de lo cual estos le corresponden dándole una serie de privilegios, que forman la segunda parte del documento:

1º) El oficio de almirante de la Mar Océana, vitalicio y hereditario, en todo lo que descubra o gane, y según el modelo del almirante mayor de Castilla.

2º) Los oficios de virrey y gobernador en todo lo que él descubra o gane. No se habla de hereditariedad. Para cubrir los cargos en las Indias, puede proponer terna a los reyes para que estos escojan.

3º) La décima parte de todas las ganancias que se obtengan en su almirantazgo.

4º) Que todos los pleitos relacionados con las nuevas tierras los pueda resolver él o sus justicias. Este punto nunca se cumplió porque estaba condicionado a los precedentes castellanos.

5º) El derecho a participar con la octava parte de los gastos de cualquier armada, recibiendo a cambio la octava parte de los beneficios.

Con este documento capital y otras mercedes, se dirigió a la villa de Palos a preparar la flota descubridora.

Los preparativos – Los preparativos del viaje de Colon (1492)

Entre los documentos expedidos por los Reyes Católicos el 30 de abril de 1492 podemos destacar una provisión dirigida a los vecinos de Palos de la Frontera, que les ordenaba servir con dos carabelas durante doce meses, en virtud de unas penas impuestas con autoridad.

El costo de la expedición fue estimado en 2.000.000 de maravedís, más el sueldo de Colón. En contra de la idea popular de que fue sufragado por «las joyas de Isabel la Católica, hemos de aclarar que la mitad de dicho dinero lo prestó el ya citado Luis de Santángel con fondos de la Santa Hermandad, la cuarta parte la aportó el mismo Colón -que a su vez los pidió prestados-, y la cantidad restante probablemente la derramaron banqueros y mercaderes italianos residentes en Andalucía.

La provisión del 30 de abril de 1492 fue leída el 23 de mayo de dicho año en la iglesia de San Jorge, en Palos, en lo que podemos considerar el principio de la cuenta atrás de la partida de la expedición.

Asimismo, Colón comunicó las órdenes reales que traía para las otras autoridades de los demás puertos del Atlántico andaluz, conminándoles a que le auxiliasen en cuanto fuera menester.

De todas formas, ni los hombres de Palos de la Frontera, ni los de los demás puertos se mostraron dispuestos a prestarle su colaboración. ¿Por qué? Por dos motivos, fundamentalmente. Por el objetivo indeterminado del viaje y, sobre todo, por el hecho de que Colón fuese desconocido para los marineros de la zona, lo que hacía que no confiasen en absoluto en él.

En estas condiciones, resultó fundamental la ayuda que le prestaron los hermanos Pinzón, cuya amistad le procuraron los monjes de La Rábida. Los Pinzón eran marinos que habían ganado grandes riquezas y prestigio como comerciantes de salazones -desde los mares del norte hasta Italia-, como corsarios e, incluso, por haber participado en las recientes guerras contra Portugal. Colón también contó con la ayuda de los Niño y de los Quintero.

Martín Alonso Pinzón tuvo una intervención tan decisiva tanto en la recluta de hombres como en la de barcos que Colón le prometió que partiría con él las ganancias de la expedición.

Si bien Colón mandó embargar unos barcos en Moguer, no los debió utilizar. Al parecer, fue Martín Alonso Pinzón quien contrató los barcos definitivos, pues él conocía bien las condiciones de los navíos de la región, y hasta es posible que los hubiera tenido a su servicio.

Como es conocido, la expedición partió con tres barcos, dos carabelas y una nao, sí, una nao (una flota de configuración similar a la utilizada por Bartolome Dias en 1487-1488).

La nao era La Gallega, rebautizada como la Santa María, propiedad de Juan de la Cosa, natural de Santoña, pero vecino del Puerto de Santa María. La carabela de menor tonelaje era la Santa Clara, rebautizada como La Niña, propiedad de Juan Niño, vecino de Moguer, y la pagaron los vecinos de Palos. La Pinta era de Cristóbal Quintero, vecino de Palos, y probablemente fue requisada, pues sabemos que su dueño iba en el viaje «de mala voluntad». Sobre las características técnicas de estos barcos, hemos de decir que hay estimaciones bastante divergentes, entre otras razones, porque a veces es difícil señalar las equivalencias entre las medidas antiguas y las actuales.

La Santa María tenía una eslora de 29 metros, tres palos, velamen redondo y un tonelaje que Morrison estimó en más de 100 tm. de arqueo -capacidad de carga de 100 toneles-, y que, en cambio, Molinari afirmó que era de 325 tm. Fue comandada directamente por Colón, su contramaestre fue Juan de la Cosa y los pilotos Sancho Luis de Gama y Bartolomé Roldán.

La Pinta tenía una eslora de 22 metros, tres palos, velamen redondo y la mitad de tonelaje que la Santa María, aproximadamente. Fue capitaneada por Martín Alonso Pinzón, el contramaestre fue su hermano Francisco Martín Pinzón y el piloto, Cristóbal García Sarmiento. La Niña tenía una eslora de 24 metros, desplazaba un tonelaje algo menor que el de La Pinta. Tenía tres palos con velas latinas, pero fueron cambiadas en la escala de Canarias por otras redondas. Fue mandada por Vicente Yáñez Pinzón, su contramaestre fue Juan Niño y el piloto, quizá, Pero Alonso Niño.

En total, según las informaciones de Alicia Gould, partieron 87 tripulantes, cuya identificación es segura, y otros 9 marinos sobre los que se tienen dudas. No obstante, otros investigadores han elevado la cifra de expedicionarios hasta 120 hombres.

En su mayor parte, los tripulantes eran andaluces, de Palos y localidades vecinas, aunque había algunos vascos y hombres de otras procedencias. También resulta destacable que viajaron cuatro penados -un homicida y tres acusados de cohecho- porque su existencia, y con una generalización abusiva, ha hecho que algunos estudiosos digan que España, desde el primer viaje, envió a América a individuos marginales de su sociedad. Asimismo, podemos reseñar que la expedición contó con un médico, un cirujano, un escribano, un intérprete que conocía el árabe y el hebreo; y que, en cambio, no se embarcó ningún sacerdote, lo que ha dado lugar a toda una serie de disquisiciones sobre los objetivos del viaje y la mentalidad de Colón.

Primer viaje de Colon: Mayo-Agosto, Palos: 23 de Mayo

El 23 de mayo de 1,492, los vecinos de la pequeña villa de Palos fueron convocados en la iglesia parroquial de San Jorge, donde en presencia de Colón y fray Juan Pérez se leyó la orden real. El pueblo de Palos era requerido para abastecer y armar dos carabelas, a fin de que Colón pudiera salir donde los soberanos le enviaban. La Corona pagaría por anticipado cuatro meses de sueldo a las tripulaciones, en la cuantía normal para la navegación de altura.

Se consiguieron la Pinta (de Gómez Rascón y Cristóbal Quintero) y la Niña (de Juan Niño). Seguramente fue Juan Pérez quien atrajo a la causa a los hermanos Pinzón, pertenecientes a una antigua familia de marineros y armadores de Palos. Las tripulaciones afluyeron incluso para la tercera unidad, la nao la Gallega ( de Juan de la Cosa), fletada por Colón y rebautizada con el nombre de Santa María. Tanto Santángel como Colón pidieron considerables cantidades de dinero a préstamo.

Una circunstancia que contribuyó a retrasar el viaje fue la expulsión de los judíos. En principio se había decidido que todos los judíos no conversos abandonarían el país antes del 30 de junio, pero la imposibilidad de cumplir dicho plazo hizo ampliar la fecha límite hasta el 2 de agosto. Los judíos más ricos fletaron barcos en todos los puertos españoles y los cargaron de gente y efectos personales. Quizá los armadores de Moguer y Palos pensaron que podían obtener mayores beneficios si los dedicaban al transporte de judíos, y por ello no estuvieron bien dispuestos a fletar sus carabelas a Colón, quien a menudo se quejó de las malas cualidades marineras de la Santa María. Según las versiones la cifra de judíos expulsados en 1.492 oscila entre 160.000 y 800.000.

Colón aguardó hasta el último momento a fecha de expulsión, y entonces fijó su salida para el 3 de agosto. Las tripulaciones subieron a bordo la tarde del día 2.

En las tres naves embarcaron noventa hombre, aunque algunos hablan de ciento veinte. En la nao capitana acompañaban a Colón, capitán general, el maestre y propietario Juan de la Cosa y el piloto Peralonso Niño. En la Pinta iba el capitán Martín Alonso Pinzón; Francisco Martín Pinzón era maestre, y Cristóbal García Sarmiento, piloto. La Niña era mandada por Vicente Yáñez Pinzón; el propietario de la nave, Juan Niño, iba como maestre, y Sancho Ruiz de Gama como piloto.

Primer viaje de Colon: una larga travesía, 32 días.

El 6 de septiembre la flotilla zarpó de Canarias y se adentró en el océano. Las embarcaciones navegaron bien, impulsadas por los alisios: casi 50 leguas diarias. El mismo 9 de septiembre, Colón adoptó la táctica de informar menos leguas de las que recorrían, tal y como nos dice Las Casas: «y acordó de contar menos de las que andaba, porque si el viaje fuese luengo, no se espantase, ni desmayase, la gente». El viaje entró en fase rutinaria en los días siguientes. El día 13, los pilotos comprobaron que la brújula no señalaba exactamente a la estrella polar. Habían descubierto la declinación magnética, gracias al avance en longitud. La aguja imantada señalaba el polo magnético terrestre, no a la estrella polar. Colón apaciguó a los pilotos como pudo y se puso a pensar en el asunto, al que le dio una interpretación próxima a la realidad cuatro días después.

El 16 de septiembre llegaron al Mar de los Sargazos y el 22 cambió el viento. Colón escribió en su «Diario» : «Mucho me fue necesario este viento contrario, porque mi gente andaba muy estimulados, que pensaban que no ventaban estos mares vientos para volver a España». El 25 los pilotos hicieron sus cuentas y llegaron a la conclusión de que como mínimo estaban a unas 500 leguas de Canarias, ya que habrían recorrido entre 30 y 40 leguas diarias. Debían haber encontrado el Cipango o Japón, por consiguiente. Colón comentó el asunto con Martín Alonso y concluyó que posiblemente las corrientes les habían desviado de ruta hacia el noreste.

Aquella noche se produjo la primera psicosis descubridora. Los ánimos fueron decayendo y el 6 de octubre ocurrió el primer intento de motín, cuando Colón se negó a seguir el consejo de Martín Alonso de variar el rumbo hacia el suroeste, con objeto de alcanzar Japón. Al llegar la noche, muchos de los marineros de la nao se negaron a seguir el viaje. Colón mandó disparar la lombarda y se le unieron las carabelas. Los contramaestres, capitanes y pilotos lograron hacer entrar en razón a los descontentos, asegurándoles que se cambiaría de rumbo para alcanzar unas islas. Así se hizo, en efecto, al día siguiente, cuando se repitió otra psicosis descubridora. El 9 de octubre se agotó la paciencia de los marineros, que pidieron a sus contramaestres poner fin a aquel viaje. Estos se reunieron en junta y se presentaron ante Colón para pedirle, requerirle, como se decía en la época, que ordenase el regreso a España. Colón se negó y los contramaestres cogieron las armas, dispuestos a obligarle.

El testimonio de Francisco Morales en los pleitos colombinos sobre lo que escuchó a Juan Niño acerca de este particular parece bastante fidedigno: «el dicho almirante les dijo que no hiciesen aquello que querían hacer (matarle), porque en matarlo a él o a sus criados, que eran pocos, no harían mucho… que le diesen término de tres o cuatro días, y que navegasen el viaje que llevaban, e si en este tiempo no viesen tierra, que hiciesen la vuelta que quisiesen». Colón iba emplazado de hallar tierra antes del 13 de octubre. Después del incidente navegaron sin problemas los días 10 y 11. Al llegar aquella noche el Almirante mandó vigilar con mucha atención, pues pensaba que podía aparecer pronto la tierra. El mismo creyó divisarla a las diez de la noche, aunque seguramente lo imaginó. La tierra apareció a las dos de la mañana y la vio primero el marinero Juan Rodríguez Bermejo, según se desprende de los Pleitos. Estaba de guardia en la proa de la Pinta y divisó la arena de una punta de playa que brillaba a la luz de la luna, dando entonces el grito de ¡Tierra! Se disparó la lombarda y la flotilla se agrupó. Amainaron las velas y se pusieron a la corda, a dos leguas de distancia de aquella anhelada tierra, que había aparecido tras 33 días de navegación ininterrumpida por el Océano. La gente se fue a dormir y muchos soñaron. ¿Cómo sería la India?

Primer viaje de Colon: el descubrimiento – Primer viaje de Colon: el descubrimiento (1492)

Colón se aproximó a tierra al amanecer el 12 de octubre buscando un lugar para desembarcar. Fue bordeando lo que parecía una isla hasta su litoral occidental donde halló un sitio adecuado junto a un poblado. Era cerca de mediodía. Pidió la barca armada y rogó a los otros capitanes, Martín Alonso y Vicente Yáñez, que le acompañaran. Una vez en tierra, tomó posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos ante el veedor Rodrigo Sánchez de Segovia. El escribano Rodrigo de Escobedo levantó el acta. Luego españoles y naturales se contemplaron con mutuo asombro y se inició un absurdo diálogo (cada cual en su lengua), del que Colón dedujo que estaba en una isla llamada Guanahaní («isla de la iguana»). La bautizó como San Salvador y parece (todavía no lo sabernos con exactitud) que es la misma que los ingleses llamaron luego Watling, una de las Lucayas. Le preocupó que aquellos naturales no parecían indios, ni chinos, ni japoneses. Iban desnudos «como su madre los parió», tal como anotó en el «Diario». Los miró y remiró y concluyó que eran «de la color de los canarios, ni negros, ni blancos», y observó que eran «de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos (tienen) cortos, casi como sedas de cola de caballos». Lo que más le alarmó fue su pobreza, pues iba a un país riquísimo y encontró con unos indios pobrísimos que sólo parecían tener algodón, papagayos y azagayas. Desconocían hasta las armas. Colón concluyó que debía estar en alguna isla de la antesala del continente asiático. Al comprobar que algunos indios mostraban señales de heridas sentenció «y creo que aquí vienen de tierra firme a tornarlos por cautivos». En cualquier caso, estimó que los naturales resultarían buenos siervos y podrían convertirse fácilmente al catolicismo, ya que no parecían tener religión alguna. Colón permaneció todo el día 13 anclado frente al poblado indígena de Guanahaní, hablando y observando a los indios. Al día siguiente decidió seguir en busca de Cipango.

Primer viaje de Colon: explorando San Salvador (1492)

Terminó de rodear San Salvador, verificando que era una isla y al anochecer siguió hacia otras islas de las Lucayas; Santa María de la Concepción (quizá Cayo Rum), Fernandina (quizá Long Island), en donde desembarcó, Isabela (quizá Crooked Island), en la que estuvo varios días. Colón buscaba denodadamente el Cipango, oro y especias. El 21 de octubre tomó la decisión de partir hacia la isla grande de Cipango, que según intuía debía ser la misma que los indios llamaban Colba, «en la cual dicen ha naos y mareantes muchos y muy grandes». El 28 de octubre arribó a la costa septentrional de Cuba, que bautizó como Juana en honor del príncipe de Castilla. La recorrió con dirección Este y al ver aquella costa infinita concluyó que era una península asiática. El 21 de noviembre desertó la Pirita, pues su capitán Martín Alonso decidió buscar el oro por su cuenta. Colón pasó luego con la nao y la Niña a la isla cercana de Haití, que llamó La Española, por recordarle España. La recorrió asimismo por su costa septentrional y con rumbo Este. Al llegar a la bahía de Acul recibió algunos presentes de oro de un cacique, seguramente Guacanagari. Prosiguió su singladura y en la Nochebuena la Santa María encalló en un banco de arena. Toda la marinería se había ido a dormir, tras una cena más copiosa de lo usual, dejando el timón en manos de un inexperto grumete que no vio el banco. Afortunadamente no hubo víctimas. Al día siguiente Colón ordenó construir con los restos de la nao el fuerte de la Navidad, donde decidió dejar 39 hombres que no podía llevar consigo.

Regreso a España – (1493)

Tras despedirse de Guacanagari, a quien ingenuamente encomendó el cuidado de los españoles (debía haberlo hecho al revés), prosiguió su viaje el 4 de enero de 1493. Dos jornadas después apareció la Pinta en Monte Christi. El Almirante recibió contrariado a Martín Alonso, quien se disculpó diciendo que todo había sido contra su voluntad, pero se abstuvo de hacer ningún escarmiento. Colón quería seguir descubriendo, pero las carabelas hacían agua. Aprovechando que soplaban vientos favorables para regresar a Europa ordenó el tornaviaje. Para ello tuvo la intuición de remontarse hasta los 32 y 35 grados de latitud N. con objeto de coger los contralisios que le condujeron a las Azores. El regreso fue muy rápido, aunque lleno de contratiempos. Una gran tormenta hizo que se perdiera la Pinta, que fue a parar a Bayona. Colón condujo la Niña hasta la isla de Santa María, en las Azores, donde los portugueses estuvieron a punto de apresarle. Finalmente logró proseguir viaje y el 3 de marzo arribó a Cintra. Escribió al rey de Portugal comunicándole su arribada y solicitando una audiencia que se le concedió el 8 de marzo. El monarca portugués, tras escucharle, le comunicó que las tierras a las que había llegado pertenecían a Portugal en virtud del tratado existente con Castilla. Antes de partir de Lisboa Colón escribió la primera relación de su viaje, conocida comúnmente como la «Carta de Colón». No la dirigió a los Reyes Católicos, como era de esperar (nadie sabe por qué razón), sino a dos altos personajes de la Corona de Aragón, don Luis de Santángel, escribano de ración, y don Gabriel Sánchez, tesorero de dicho Reino, al último de los cuales llamó equivocadamente Rafael Sánchez, pese a que debía conocerle bien. La relación parece extractada del «Diario de a bordo», pero con inexactitudes e incluso errores posiblemente intencionales sobre el descubrimiento. Está fechada en Canarias (otro dato erróneo), a bordo de la carabela, el 15 de febrero de 1493. La carta se publicó en castellano en Barcelona el año 1493. En los meses siguientes se hicieron once ediciones de la misma (varias en latín) impresas en Roma, Amberes, Basilea, París y Florencia. Por ellas supo el resto de Europa la noticia del descubrimiento. Colón levó anclas en Lisboa el 13 de marzo y dos días después entró en el puerto de Palos. Unas horas más tarde, aquel mismo día, atracó la Pinta. Martín Alonso Pinzón la había llevado hasta Bayona, en Galicia, desde donde notificó a los Reyes el descubrimiento y pidió permiso para ir a verles, pero los monarcas le ordenaron regresar a Palos. El capitán andaluz venía muy enfermo, según las Casas de avariosis, y murió a poco en el monasterio de La Rábida. Nadie explica por qué el Almirante no fue a recibirle, ni a verle. Colón permaneció quince días en Palos, al cabo de los cuales se puso en camino hacia Barcelona para entrevistarse con los Reyes. Su comitiva, un verdadero circo con los indios, los loros, las plumas de colores, las armas extrañas, etc., cruzó la Península y arribó a la ciudad condal. El Almirante informó verbalmente a los Reyes de su hallazgo y les presentó algunas muestras de lo que había en sus nuevos dominios. Los Reyes confirmaron a Colón todos sus títulos y honores, añadieron otros para sus parientes y le pidieron que colaborase en el apresto del segundo viaje, que corría prisa para socorrer a los españoles que habían quedado en la Navidad.

Cuarto Viaje de Colon: Jamaica y Colombia (1502-1504)

El 24 de julio fondearon en una isla del Jardín de la Reina (quizás el actual Cayo Largo) y el 1 de agosto descubrieron la América Central a la altura de la punta de Caxinas (cabo Honduras). El Almirante no buscaba un estrecho, como pretendió Hernando Colón cuando ya era notorio que existía un breve istmo de separación entre el Atlántico y el Pacífico, sino un cabo, el más meridional de la provincia de Chiamba, la larga península que constituía el límite oriental de Asia. Costeando sucesivamente los actuales países de Nicaragua, Costa Rica y Panamá, las cuatro carabelas barloventearon hacia el Este. Cuando los indios le hablaron de la dorada tierra de Veragua y de Ciguare, al otro lado de la cadena montañosa, Colón entendió que Ciguare era lo mismo que Chiamba y que había llegado al lugar donde la península era más estrecha. Supuso que de allí a once días de viaje por las montañas se encontraba el Índico. Asombrosamente, la prolongada península desmentía los mapas asiáticos y torcía al Sudeste y al Este, en vez de hacerlo al Sudoeste y al Oeste.

Durante la navegación fondeaban de noche donde podían o se aguantaban al pairo. Tras zarpar de río Cativa (río Cherebequi) lucharon con temporales durante dos meses. Del 17 al 20 de diciembre anclaron en Puerto Grande (bahía Manzanilla en el moderno Colón, a la entrada del Canal de Panamá). Concentró entonces el Almirante sus esfuerzos en la búsqueda del oro y desde la parte oriental de Panamá, retrocedió al Oeste hasta la tierra que los indios llamaban Veragua, donde le habían informado de la existencia de minas. Este retroceso se convirtió en una de las etapas más duras del viaje, a causa del mal tiempo y de la comida agusanada. Finalmente, el 6 de enero de 1503, fondearon junto al río Belén. Encontraron yacimientos de oro y se dispusieron a fundar una colonia, Santa María de Belén, que quedaría a cargo de Bartolomé. Sin embargo, los indios se manifestaron tan hostiles y los elementos tan inclementes que, tras perder una docena de hombres, el Almirante desistió de la empresa.

El 15 de abril Colón partió de Río Belén con la Capitana, la Santiago y la Vizcaíno; la Gallego, más dañada por el temporal y la broma, fue abandonada. En Puerto Bello renunciaron también a la Vizcaíno y continuaron costeando hasta cabo Marmóreo, probablemente el actual cabo Tiburón, en la frontera entre Panamá y Colombia, para seguir al Norte de regreso a La Española. Pasaron junto a Las Tortugas (Little Cayman y Cayman Brac) y fondearon en la costa sur de Cuba. El 25 de junio, la Capitana y la Santiago, ya inútiles a causa de la broma, quedaron varadas y apuntaladas en la playa de Santa Gloria (St. Ann´s Bay), Jamaica. El 7 de julio Colón terminó su carta a los reyes, que diez días después entregaría a Diego Méndez, criado del Almirante y a Bartolomé Fieschi, antes capitán de la Vizcaíno, que marcharon a buscar socorro a La Española. Iban en canoas nativas, a las que le añadieron batemares, falsas quillas y velas.

Quiso el Almirante mantener una estricta disciplina para evitar conflictos con los nativos y prohibió que la tripulación bajara a tierra sin su permiso. Mediante un organizado sistema de trueques obtenía víveres de los indios. Más de cien hombres yacían amontonados en las cubiertas y toldillas, protegidos con hojas de palmeras; unos cuarenta padecían desnutrición y fiebres. El 2 de enero de 1504 se declaró un motín, encabezado por los hermanos Francisco y Diego de Porras. Sólo el temor al castigo real salvó la vida de Cristóbal Colón y de su hermano. Los amotinados intentaron alcanzar La Española en canoas, pero fracasaron y de regreso a Jamaica establecieron su propio campamento.
Viendo que los extranjeros se habían debilitado por las discordias y, hartos de cuentas, cascabeles y bonetes, los indios manifestaron que no les proporcionarían más víveres.

Colón resolvió el problema de un modo espectacular. Leyó en el Almanach Perpetuum, de Abrahám Zacuto que en el plazo de tres días, el 29 de febrero, se produciría un eclipse total de luna y advirtió a los indios que iba a pedir a su Dios que los castigara, privándoles de la luz lunar. En la tarde anunciada, cientos de indígenas se congregaron ente los barcos. Cuando salió la luna ya estaba parcialmente oscurecida y el pánico cundió entre los nativos al verla menguar. Rogaron al almirante que la hiciera volver y éste pidió a cambio la reanudación de los suministros. Colón aprovechó el eclipse para calcular la posición de Santa Gloria: determinó la latitud con precisión notable, pero se equivocó en la longitud, situando Jamaica en un punto que correspondía al Pacífico, al Oeste de la costa mexicana. Ocho meses después de la partida de Fieschi y Méndez, algunos hombres que habían permanecido fieles al Almirante planearon un nuevo motín. En plena conspiración les visitó un navío enviado por el gobernador Ovando para conocer su situación, pero sin intención de rescatarles; les llevaron, al menos, una carta de Diego Méndez, que prometía un pronto socorro.

En vista de la carta, el Almirante ofreció amnistiar a los amotinados. Pero estos quisieron imponer sus condiciones. Rehusó Colón y, anticipándose, envió al Adelantado al mando de cincuenta hombres armados. Hubo combates: murieron algunos rebeldes y el resto huyó. Francisco de Porras fue capturado y puesto en el cepo. Hasta fines de junio no llegó el navío fletado y pertrechado por Méndez. Habían permanecido más de un año en Jamaica. El viaje fue lento, en contra del viento y las corrientes y el 13 de agosto arribaron a Santo Domingo. Allí Colón fletó otro navío y el 12 de septiembre partió de aquellas Indias a las que nunca regresaría.

El 26 de noviembre de 1504, tres semanas después de la llegada del Almirante a Sanlúcar, fallecía la reina Isabel. Colón quería visitar al rey, pero estaba demasiado enfermo para cabalgar y se entretuvo enviado cartas a su hijo Diego, describiendo sus recelos sobre el desarrollo de las Indias y exagerando sus dificultades económicas. Hasta mayo de 1505 no pudo realizar el proyectado viaje a Sevilla. Cuando el rey Fernando le recibió en audiencia, Colón reclamó los privilegios que antaño le habían sido concedidos en Santa Fe.

La corte se trasladó a Salamanca en octubre y en abril a Valladolid. Colón y sus allegados la siguieron, pero el rey tenía poco tiempo para atender al Almirante y, seguramente, se sentía molesto por sus cartas reiterativas, a las que contestaba con evasivas y cumplidos.

En un último intento por que se hiciera justicia, Colón se dirigió a Juana, la heredera de la corona de Castilla y a su esposo Felipe de Habsburgo, ofreciéndoles sus servicios. El 19 de mayo firmó testamento el Almirante, viendo el fin de su vida próximo y el 20 de mayo de 1506 falleció en Valladolid, siendo enterrado en primera instancia en el convento de San Francisco.

Fuente: http://www.historiadehonduras.hn

Check Also

Vida Social

Publicación Vista: 5.053 Dentro de este marco, de complejas transformaciones políticas y económicas de la ...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *